En 2017, Japón gastó el 24,1% de su presupuesto en pagar los intereses de su propia deuda. Unos intereses que, sin duda, aumentarán en 2018. Para seguir financiando el presupuesto mediante nuevos préstamos, el Banco de Japón está imprimiendo dinero infinito. Billones y billones de yenes, literalmente, del aire.
Si la rentabilidad a 30 años de la deuda estatal de Japón alcanza el 1%, ese escenario puede obligar a los inversores nipones a devolver parte de las inversiones extranjeras en bonos por valor de 2,4 billones de dólares.
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La pregunta está en si eso será suficiente. Según la aseguradora estadounidense MassMutual Life Insurance y la japonesa Daiwa SB Investments, si nos basamos en el diferencial de 10 a 30 años, se observa que el rendimiento al final de la curva puede alcanzar el 0,95% o, incluso, el 1%.
"El rendimiento de los valores a 10 años acabará creciendo hasta el 0,2% a largo plazo (…) Si aumenta la curva de rendimiento, aumentará también el atractivo de los bonos estatales, ya que los ingresos por los beneficios en moneda nacional y el aumento del valor de estos al acercarse la fecha de vencimiento exceden el rendimiento de los bonos extranjeros una vez que se deduce su valor", advierte Shinji Kunibe, director del departamento de renta fija de Daiwa SB Investments en Tokio, a Bloomberg.
El rendimiento del bono del Gobierno japonés a 30 años aumentó hasta el 0,84% el 2 de agosto. Se trata de 12 puntos básicos más que a finales de julio y se redujo al 0,825% cuando el Banco Central nipón compró bonos. La operación no estaba planeada. Si la deuda japonesa sigue aumentando y Japón sigue imprimiendo papel, será una huida hacia adelante, advierten.
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