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Esta es la historia de las 38 uruguayas que se fugaron de una cárcel a través de cloacas

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Hace 47 años 38 presas políticas se fugaron de la cárcel donde estaban, entre ellas la actual vicepresidenta de Uruguay. El hecho es único en el mundo, pero pasó casi desapercibido. Este septiembre Josefina Licitra presentó en Montevideo el libro '38 estrellas. La mayor fuga de una cárcel de mujeres de la historia'. Sputnik entrevistó a la autora.

El 30 de julio de 1971 las tupamaras, anarquistas y presas por delitos comunes que estaban recluidas en la cárcel montevideana Cabildo se escaparon a través de un boquete que hicieron en el piso de una de las celdas con los insumos que utilizaban para coser.

En cuatro patas y con un pañuelo en la cabeza para no ensuciarse tanto con orín y heces, y otro enganchado en el cinturón en la parte trasera para servir de guía a la que va detrás, 38 mujeres gatearon 38 metros por un túnel hasta llegar a la red cloacal de la ciudad. La hazaña se llamó "Operación Estrella".

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Eran muchachas veinteañeras, aguerridas, convencidas de sus ideales políticos: la gran mayoría eran militantes del del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), una agrupación clandestina de izquierda que nació en la década de 1960 y hasta los primeros años de los setenta fue protagonista de la guerrilla urbana de Uruguay.

A pesar de la magnitud del asunto, la fuga de Alicia Rey, las gemelas María Elia y Lucía Topolansky, Yessie Macchi, Graciela Jorge y Virginia Cánovas, entre otras, pasó sin pena ni gloria. Los tupamaros acapararon el foco de atención: dos meses después de que las mujeres se escabulleran por las cloacas, en setiembre de 1971, 111 varones se escaparon del penal de Punta Carretas. La fuga se llamó "El Abuso".

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38 estrellas. La mayor fuga de una cárcel de mujeres de la historia, libro de Josefina Licitra - Sputnik Mundo
38 estrellas. La mayor fuga de una cárcel de mujeres de la historia, libro de Josefina Licitra

Medio siglo después, algunas de las protagonistas de la Operación Estrella, entre ellas Lucía Topolansky, actual vicepresidenta de Uruguay, contaron cómo fue el episodio a Licitra, una periodista argentina que se interesó por su historia no sólo por curiosidad.

—Has contado que te enteraste de la fuga en 2011, cuando entrevistaste a Topolansky porque estabas trabajando en un perfil de su esposo (José Mujica, en ese momento presidente de Uruguay). Topolansky mencionó la operación al pasar, y te pusiste a indagar, te encontraste un "vacío" de información y te brotó la idea de hacer un libro. Sin embargo, también comentaste que te interesó por una historia familiar.

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—En principio traté de satisfacer una curiosidad muy personal, y después me encargué de ver de dónde salía ¿Por qué esto me interesa? Es como un trabajo arqueológico que uno va haciendo hacia dentro, a ver: 'Me interesa esta historia ¿por qué?' Porque es una fuga, hay mujeres, hay presas políticas. ¿Y qué más? […] Creo que hay algo del relato familiar que se me hizo un poco más claro: soy de la generación de los hijos de o desaparecidos o militantes políticos. Mis padres están vivos, pero militaban en una fracción estudiantil del ERP [Ejército Revolucionario del Pueblo]. Siempre hubo una mirada muy romántica sobre el ejemplo uruguayo porque los Tupamaros, si bien hubo episodios reprobables, tuvieron una forma de militancia menos sangrienta que la argentina. [La historia de la fuga] me ayudó a ver algo más limpio de sangre; para poder entender de qué estaba hecho el deseo de mis padres.
© Foto : Alejandro Guyot / Cortesía de Editorial PlanetaJosefina Licitra
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Josefina Licitra

Fue una excusa para venir a Montevideo, que es una ciudad que tiene una carga familiar para mí importante. Mi padre en el 78 se exilió a Madrid, y durante muchos años no podía ir a verme a Argentina por seguridad, y el lugar que encontramos para vernos en las vacaciones fue Montevideo. […] Tener una excusa para venir acá de manera sistemática, y durante un par de años, fue algo muy importante, ni siquiera sé bien para qué, pero me ayudó a pensar algo de la dinámica familiar, pensar bastante en mi vida.

—¿Qué aspecto de la historia o las protagonistas te llamó más la atención? Sea porque te conmovió o sorprendió.

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—El tema de la maternidad o la no maternidad me conmovió. […] Aunque no lo comuniquen de una manera lacrimógena, puede haber sido doloroso. Es toda una generación de mujeres que pasaron buena parte de su vida fértil encerradas, que cuando quedaron en libertad en 1985, ya tenían una edad que era más difícil armar una familia, tener hijos o quedar embarazadas. Si bien no es un punto de realización de cualquier mujer, está lleno de mujeres que no quieren tener hijos, a algunas les debe haber dolido. Eso porque soy madre… la escena de Yessi Macchi cuando llega a la cárcel de Punta de Rieles (esto ya excede a la fuga pero hace como a ese microclima de mujeres en el que se mueve el libro), no sólo embarazada, sino con una bebé en brazos, y es reprobada y rechazada por sus compañeras porque tenía un bebé cuando otras no habían podido tener hijos dentro de un movimiento que desaconsejaba la maternidad casi por razones atendibles también… A mi esa escena me parece muy dolorosa. Todas esas mujeres mirando un bebé, que es sólo de uno, aunque después lo hayan criado entre todas.

Otra cosa que me llamó la atención fueron las edades. La fuga las agarró muy jovencitas, el promedio de edad era muy bajo, Alba Antúnez, Lía Maciel tenían 18 o 19 años, la mayoría tenía 24, las Topolansky 27. Salvo Alicia Rey, que tenía 35, y las anarquistas y las del PC [Partido Comunista] que eran más grandes, todas eran muy chicas. Me conmueve que tuvieran tanta bravura siendo tan chicas; eso es una marca de época, no sólo de Uruguay, toda la militancia de izquierda en el continente se hizo con bases muy jóvenes. Mis padres también militaron muy jóvenes, entonces eso también me llamó la atención, que alguien tan joven pudiera tener un pasado político. Tu pasado a los 18 años, 19 años decís: 'Bueno, hice una fiesta de 15 a los 15, tuve mi primer novio a los 14', no sé, son hitos que comparados a los hitos de estas mujeres, son muy pobres, y yo veía que ellas tenían un pasado a una edad en la que nadie tiene demasiado pasado.

—En el libro, dejas entrever que nadie le preguntó a esas mujeres qué pasó, cómo fue, cómo sobrevivieron al encierro y al después de la fuga. ¿Por qué crees que esta historia pasó desapercibida y hoy las mujeres están pudiendo ser protagonistas de historias?

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—La izquierda se movía con los mismos parámetros sociales que reinaban en ese momento, donde la mujer estaba en un lugar subalterno. A nadie le hizo demasiado ruido, ni siquiera a las mujeres del movimiento, a casi nadie, no acceder a cargos jerárquicos en la organización, por ejemplo. Está esta idea de que si la mejor función de la mujer era estar en las bases, pues iban a ocupar esa función. Era un movimiento donde la disciplina era un valor muy importante, y las mujeres eran disciplinadas. Eso hace a la militancia en la década del 70, pensar que la izquierda iba a ser vanguardista en ese terreno, para mí es un poco ingenuo.

Hoy el lugar de las mujeres es completamente distinto, tanto que permite que podamos ver con ojos muy extrañados lo que pasó en ese momento, o que podamos interpelar desde una perspectiva muy distinta. Hoy todos podemos señalar el error en el que cayó el movimiento, la izquierda, al desestimar la potencia que puede tener una mujer como cuadro político. En los 70 la verdad es que las demandas de género eran sumamente subalternas frente a otras prioridades de lucha que se consideraban más importantes, como la igualdad social, tener un mundo sin explotados y sin explotadores. En ese contexto, las demandas de igualdad de género supongo que eran vistas como demandas pequeño burguesas, irrelevantes.

Ahora la situación es distinta. De hecho, fíjate el rol que tiene Lucía Topolansky en este momento en el país, es un rol ejecutivo, de mando, jerárquico, importante. El libro se gestó en un momento donde no había movimientos por la igualdad de género o demandas feministas como las que hay ahora, pero sí sale en un momento en que este tema es relevante. Cayó en un momento super oportuno porque entiendo que acá es como en Argentina […] donde los movimientos feministas están como en una especie de primavera. […] Hay un movimiento interesantísimo que obliga a repensar la historia de una manera bastante dramática diría, irreductible. Hay cosas que empiezan a interpelar con muchísima seriedad, y uno dice ¿Qué pasó acá? ¿Cómo que no había mujeres? ¿Como que en ninguna de las direcciones hubo una sola mujer? […] A mi algo de eso me da tristeza y me enoja, pero entiendo que fue otra época, y que por suerte evolucionamos.

—Lo que se mantiene es la juventud. Hoy el feminismo es mayoritariamente joven.

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—Sí. Tiene la fuerza y los vicios de la juventud, que a veces meten la pata, que dicen barbaridades, que son violentos en su modo de expresarse, que espantan gente en su modo de comunicar cuando se ponen muy radicales… pero son cualidades que tenés cuando sos joven, y que están bien. Si no es ese el momento para excederte ¿Cuándo va a ser el momento? Cuando sos joven peleas de un modo visceral, después uno se vuelve más político y calibra mejor lo que hace y dice, pero cuando sos chico no, y creo que los movimientos feministas ahora tienen algo de eso […] ¿A una piba de 20 años qué le vas a pedir? ¿Que tenga un discurso político moderado? No. Está bien que no lo tenga.

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