Chomsky recordaba que en 1945, mientras se encontraba en un campamento de verano, Estados Unidos lanzó la bomba atómica sobre Hiroshima y "a nadie le importó. Salí solo a caminar y desde entonces he seguido el comportamiento temerario por parte de los líderes políticos", apuntaba el intelectual.
Noam Chomsky señala las tres grandes crisis a las que se enfrenta la sociedad actual https://t.co/K0hpiemwFM pic.twitter.com/HevKBi3tRh
— eldiario.es (@eldiarioes) 20 ноября 2017 г.
La mención a Chomsky surge a propósito de las elecciones en Brasil. Una amiga busca mi opinión planteándome la siguiente cuestión: "¿Cómo es posible que en un país con un 80% de población negra y/o mestiza estén a punto de elegir presidente a un sujeto que abiertamente ha declarado una posición racista y a favor a las élites de esa nación. ¿Cómo es que no parezca importarle a nadie?", afirma con cierta urgencia.
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Las cifras publicadas por Datafolha y reseñadas por la articulista Marta Miera son contundentes: "Bolsonaro, con una larga lista de declaraciones contra las minorías, lidera la intención de voto entre el electorado femenino (42%), el blanco (59%), el mulato (47%) y el indígena (41%). Entre los negros alcanza el 37% de intención de voto, frente al 45% de Haddad".
Escuchad a Bolsonaro. Es una entrevista de este siglo, el XXI.
— Jot Down Magazine (@JotDownSpain) 13 октября 2018 г.
La cara de Ellen Page, que no sé cómo puede contenerse.
(vía @cbritezmisiones) pic.twitter.com/W6AoVp7SGG
La respuesta que espera mi amiga es compleja. El articulista de RT Luis González Segura hace un valioso esfuerzo para dilucidarlo desde el prisma de lo que ocurre en España.
Sin embargo, hay algo más, una voluntad, una perspectiva estratégica de largo plazo que busca instaurar en el mundo un nuevo momento de gloria para la extrema derecha mundial. Un nombre aflora en el panorama: Steve Bannon.
'The Movement', la nueva iglesia de la ultraderecha
La versión oficial afirma que Bannon se separa del Gabinete de Trump por diferencias irreconciliables con el yerno del presidente de EEUU, Jared Kushner. Sin embargo, vistos los pasos posteriores de Bannon, no es descartable que solo se tratara de una 'puesta en escena' para ocultar lo que realmente vendría, la construcción de una red de liderazgos mundiales que emulen a Trump.
Este mes de septiembre, Bannon y Modrikamen iniciaron un periplo de bajo perfil que los llevó de Bruselas a Roma y luego a Budapest. En el tránsito, se reunieron con Matteo Salvini, el jefe político de la Liga Norte y ministro del interior de Italia, con Viktor Orban, el primer ministro de Hungría y jefe del principal partido, Fidesz. Los próximos encuentros serán con otros dos líderes que cumplirán papeles clave en el futuro de Europa, la ultraconservadora francesa Mari Le Pen y también Pablo Casado, líder del Partido Popular en España.
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Posiblemente tiene en mente acallar las voces altisonantes que han comenzado a ver a Trump y a la propia OTAN más como enemigos que como aliados. Algo que no puede permitirse el poder hegemónico estadounidense, si es que pretende mantener su influencia en la región y prepararse para la contingencia que se avecina.
Los tentáculos de 'The Movement' en Latinoamérica
Sin embargo, 'The Movement' tiene una visión mucho más planetaria. Al constatar la ineptitud política de Mauricio Macri para erigirse en el líder necesario, ya ha reclutado a Jair Bolsonaro como el próximo garante de sus intereses en la región latinoamericana.

El investigador Dario Mizrahi ha logrado clarificar las semejanzas del presidente de los Estados Unidos y Bolsonaro, y refuerza la tesis de que lo próximo que vendrá serán liderazgos políticos que reúnan en sus discursos dos ideas centrales: la necesidad de volver a una edad de oro en el que las naciones "eran grandes y firmes pero se degradaron con el tiempo" y también la urgencia de una mano dura que no se acompleje a la hora de defender "la tortura y las prácticas brutales".
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El perfil de estos nuevos liderazgos, estilo Bolsonaro, llevan años siendo modelados y encumbrados con el apoyo financiero de la Usaid y una extensa red de tanques de pensamiento (think tanks) articulados en Latinoamérica a través de personajes como Alejandro Chafuen y su Red Atlas.
En Brasil, desde hace algunos años, han adelantado a través de distintas ONG, en especial del Instituto Liberal, un proyecto de polarización de la sociedad brasileña a través de un articulado mecanismo mediático que apunta a la estigmatización de los liderazgos de izquierda y a la utilización de las redes sociales para diseminar ideas ultraconservadoras y motorizar protestas sociales como las que impulsaron la destitución de Dilma Rousseff.
El propio Chafuen, en el citado artículo, hace una evaluación de los esfuerzos para lograr un cambio político en Brasil, y se confiesa:
"Hubo una apertura, una crisis, una demanda de cambio, y nosotros teníamos personas preparadas para impulsar ciertas políticas", y concluye sin complejos: "En nuestro caso, lo que buscamos son soluciones privadas a los problemas públicos".
La urgencia de Bannon
Las palabras de Chafuen hacen que sea inevitable pensar en dos valiosos documentos que son necesarios revisitar: 'Psicología de masas del fascismo', de Wilhelm Reich, y el documental 'El fascismo cotidiano', de Mikhail Romm. Ambos nos piden volver a la pregunta inicial de este artículo: ¿Cómo fue posible en Alemania, el país con el movimiento obrero más organizado de Europa, el ascenso de Hitler al poder? Vale lo mismo para Brasil, hoy día.
En estos momentos, con el propio Fondo Monetario Internacional anunciando que se acerca una gran debacle en mercados mundiales como producto del colapso de la economía estadounidense, Bannon ha olido su oportunidad en medio de la crisis y se apresta para colocar sus fichas en el tablero mundial. Su misión será contener la avalancha social que podría convertirse en un grave problema de seguridad nacional y además garantizar los recursos energéticos y la influencia militar en áreas claves del planeta.
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Quizá el cuestionamiento de Chomsky hacia nuestra sociedad global es ahora mucho más claro: ¿Permaneceremos inertes mientras se concretan los planes de la élite en Brasil? ¿Seguiremos en silencio e indiferentes? ¿Los dejaremos avanzar?
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK