El 6 de noviembre, una semana después del siniestro, Boeing publicó un boletín de operaciones manuales para que los pilotos aprendan a lidiar con situaciones en que un sensor del ángulo de ataque (AOA) emita datos incorrectos. Al día siguiente, la Administración Federal de Aviación de EEUU (FAA) atribuyó peso regulatorio a este aviso de seguridad concediendo a las aerolíneas tres días de plazo para actualizar los manuales de vuelos en sus aviones Boeing 737-8 y 737-9.
Según The Wall Street Journal, los expertos en seguridad que están implicados en la investigación o la siguen de cerca reconocen que los aviadores no estaban preparados para enfrentar posibles riesgos de seguridad, pues nadie había avisado a las aerolíneas que los últimos modelos 737 incorporan un sistema automatizo para evitar la entrada en pérdida.
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"Es bastante absurdo que pongan un sistema en un avión sin decírselo a los pilotos que lo operan, especialmente si se trata de controles de vuelo", cita el periódico al capitán Mike Michaelis, presidente del comité de seguridad de la Asociación de Pilotos Aliados que integra a unos 15.000 pilotos de American Airlines. "¿Por qué no fueron entrenados en eso?", inquirió.
Según las conclusiones preliminares, la aeronave comenzó el despegue con un ángulo de ataque correcto, pero los sensores marcaron que su nariz estaba en un ángulo muy elevado, tras lo cual el compensador del estabilizador horizontal respondió bajándola, con el subsiguiente descenso brusco que la tripulación ya no pudo controlar.