En Estados Unidos corren tiempos de 'rusofobia' y lamentablemente el campo de la exploración espacial —que alguna vez fue un terreno fértil para la cooperación de ambos países—, no escapa a esta realidad.
Para garantizar que los astronautas estadounidenses pudieran seguir volando al satélite artificial, la NASA firmó con un contrato con Rusia. Sin embargo, esto fue visto como una humillación por algunos sectores del país que se autoproclamó "vencedor de la carrera espacial".
"Estar, en efecto, bajo el control de Rusia para (desarrollar) nuestro programa espacial no me sienta nada bien y no creo que tampoco le sienta bien al pueblo estadounidense", llegó a decir en 2010 el veterano astronauta John Glenn, el primer estadounidense que orbitó la tierra en 1962.
Todo ese cambió en 2014. El derrocamiento del Gobierno legítimo de Ucrania, el surgimiento de las milicias separatistas en el este de ese país, la posterior reunificación de la península de Crimea con Rusia y las sanciones unilaterales que la Administración de Barack Obama le impuso a Moscú, llevaron las relaciones bilaterales a su punto más bajo desde la época de la Guerra Fría.
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En septiembre de ese mismo año, la NASA le adjudicó 6.8 millardos de dólares a la empresas SpaceX, fundada por Elon Musk, y a la corporación Boeing para que construyeran dos vehículos capaces de llevar astronautas estadounidenses a la EEI.
Un vuelo plagado de turbulencias
El objetivo inicial de la NASA era llevar astronautas estadounidenses a la EEI en estas naves para 2017.
El polémico Musk prometió que su cápsula SpaceX Crew Dragon —como la bautizó— estará lista para junio de 2019.
Boeing, por su parte, también prometió que en marzo de 2019 realizará un vuelo de prueba no tripulado de su nave CST-100 Starliner y, si todo sale bien, en agosto del mismo año realizará la prueba tripulada.
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Pero todo parece indicar que estos plazos tampoco se cumplirán.

El pasado mes de junio Boeing reportó un fallo en los motores de emergencia de su CST-100 Starliner durante un ensayo. Estos componentes tienen la tarea de propulsar la cápsula habitada en caso de que el cohete principal falle durante o después del despegue.
Un mes después la Oficina de Contabilidad del Gobierno de EEUU publicó un informe sobre el programa de la NASA en el que asegura que SpaceX no estará certificada para volar astronautas a la EEI hasta diciembre del 2019, mientras que la certificación de Boeing podría producirse en febrero del 2020.
El documento también advierte que ambas empresas serán incapaces de satisfacer los estándares de seguridad fijados por la NASA y que esta tendrá que "aceptar el alto nivel de riesgo para los astronautas a bordo".
Y como si esto no fuese suficiente, el diario The Washington Post informó hace dos días que la NASA inició una investigación sobre las medidas de seguridad en las instalaciones de SpaceX y Boeing tras la difusión de un vídeo en el que se ve a Elon Musk fumado cannabis durante la grabación de un podcast.
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Aún no se sabe si los resultados de esta investigación podrían retrasar —aún más— los lanzamientos de prueba previstos para el próximo año.
¡Asientos agotados!
Rusia por su parte, ya anunció que su contrato con la NASA para llevar astronautas estadounidenses a la EEI y regresarlos a la Tierra concluirá el próximo año.
Un vuelo de la nave Soyuz previsto para abril de 2019 "completará el cumplimiento de nuestra obligaciones establecidas en el contrato con la NASA para el transporte de astronautas estadounidenses a la EEI y su retorno a la Tierra", declaró el vice primer ministro ruso Yuri Borísov en agosto.
El mismo informe de la Oficina de Contabilidad del Gobierno estadounidense publicado en julio señala que "la compra de asientos adicionales en la nave Soyuz luce poco probable, ya que el proceso para fabricar la nave y contratar esos asientos usualmente toma tres años —lo que significa que no habrá asientos disponibles [para los astronautas estadounidenses] antes del 2021".
El documento también asegura que "la NASA está considerando opciones potenciales" en caso de que Boeing y SpaceX no cumplan con los plazos prometidos.
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Sin embargo, el ente reconoce que EEUU no tiene un plan de contingencia "para garantizar la continuidad del acceso [de sus astronautas] a la EEI".