La marcha al muro del 25 de noviembre había sido anunciada tres días antes, cuando un contingente más pequeño del éxodo se presentó en la entrada peatonal a Estados Unidos para exigir una audiencia con las autoridades estadounidenses, que tienen una dilación de más de 3.000 personas en lista de espera para acceder al país.
Morán mantuvo una actitud ambivalente en el diálogo: mientras se tomaba fotos con los migrantes y ofrecía una cara amable, por medio de un altavoz les anunciaba que podían ser detenidos por migración si intentaban pasar la valla policial que les impedía el acceso a las oficinas estadounidenses.
Decenas de oficiales del Instituto Nacional de Migración mexicano aguardaban entre la gente esperando la orden para accionar. Mientras el diálogo se empantanaba y los migrantes se asentaban en la intemperie para pasar la noche en la explanada de ingreso a los Estados Unidos en Tijuana, un fuerte operativo militar sucedía a pocas cuadras de allí. Este fue el prolegómeno de lo que se vio este domingo 25, con gases y balas de gas pimienta de ese lado para este.
La represión estadounidense en Tijuana
Cerca de las 11 de la mañana del domingo 25 de noviembre ya se habían juntado más personas que la vez anterior. Los migrantes habían dedicado la tarde del viernes a pintar banderas que los identificaran al marchar al muro fronterizo.
Llevaban mensajes pidiendo el "libre paso a los EEUU" o que el presidente Donald Trump "se toque el corazón" ante la odisea de 45 días de estas 5.000 personas a través de varias fronteras. Caminaron por Tijuana con sus mantas, en paralelo al muro, por la vía internacional que lleva hacia la garita de San Ysidro. Tomaron un puente sobre la avenida rápida que permite tener una vista panorámica de Tijuana y de lo que está del otro lado.
Al final del puente, la Policía Federal mexicana los esperaba con un cerco que les cortaba el paso. Ya no les iban a permitir acceder siquiera al punto en que se manifestaron el jueves. Pero la gente venía decidida y entre gritos, consignas y jalones, el cerco policial se rompió y el contingente tomó la lateral de la vía internacional.
Los policías antidisturbios los persiguieron por detrás, mientras de frente les frenaron camionetas de la Policía municipal de Tijuana que llegaron a toda velocidad para arrinconarlos y dejarles paso únicamente por el canal, hecho para entubar al río Tijuana, que en ese momento estaba muy bajo, escaso de agua.
Cruzaron caminando el canal y treparon hacia el muro del color del metal oxidado. Del otro lado, el oficial Rayan de la CBP estadounidense, vestido de civil pero mostrando su placa, interrogó a quienes se acercaban hasta que roció con gas pimienta a un migrante que tocó el alambre de púa que separa ambos países.
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Pero el viento le jugó una mala pasada al oficial estadounidense y el líquido amarillo se fue contra él y sus compañeros, que retrocedieron. Luego comenzó a gritar para que la gente se alejara del muro, que no podían estar ahí, les gritaba en español.
A pocos metros, un jovencito mostraba una bandera hondureña desplegada y un grupo de mujeres pedía en voz alta que les abrieran el paso para pedir asilo en Estados Unidos, cuando uno de los oficiales de la Border Patrol, identificado como W. Vivian inició el ataque con latas de gas que volaron sobre el muro hasta el lado mexicano. Todo se llenó de humo y la gente empezó a correr para salir de las nubes lacrimógenas.
Varios oficiales de la patrulla fronteriza en un tercer grupo, identificados como A. Villagrán, J.Rambo, R. Cisneros, D. Cody, A. Membreno, gritaban desde Estados Unidos hacia la gente en México que se mantuvieran a 10 metros del alambrado y los manifestantes respondían que eso era territorio mexicano y ahí no tenían nada que decir.
Los uniformados estadounidenses gritaban en español: "¡Hazte para atrás güey!", a la vez que lanzaban más gases de un lado al otro de la frontera. A pesar de que la prensa se identificó, también dispararon hacia México con balas de gas pimienta.
En medio del caos, uno de los migrantes gritaba que los metieran a todos en la hielera pero que los dejaran pasar. El sol y los gases hacían arder los ojos y la piel, no se podía respirar bien y el camino era invisible.
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Dos policías federales mexicanos también lagrimeaban al acercarse al muro, pero cuando uno de los agentes de la CBP les apuntó, ellos levantaron las manos diciendo que venían a desalojar a los migrantes. La Policía Federal acorraló a la gente y la fue llevando de vuelta hacia el albergue Benito Juárez a pocas cuadras de allí.
