En aquella época, la OTAN temía que en el caso de que comenzara una nueva guerra en el continente europeo, las fuerzas militares de la URSS tomaran el dominio en el norte de Alemania, explica el columnista de Popular Mechanics, Kyle Mizokami.
Curiosamente, el objetivo no se centraba tanto en causar el mayor daño posible a los militares soviéticos, sino en denegar la ocupación del área durante un determinado tiempo debido a la contaminación.
Las minas serían enterradas y habría tres maneras de detonarlas. La primera, y la más obvia, era activar la bomba por medio de un cable conectado a ella desde una distancia de varios kilómetros.
La segunda, era el uso de un temporizador de ocho días. Y por último, la bomba explosionaría en caso de que fuera manipulada de alguna manera o fuera inundada.
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Uno de los problemas con el uso de detonadores era el hecho de que en invierno las minas enterradas podrían enfriarse demasiado, lo cual afectaría al funcionamiento de los circuitos electrónicos del detonador.
Estaba previsto que durante este tiempo sus cuerpos proporcionarían suficiente calor para que los sistemas electrónicos funcionaran debidamente.
En julio de 1957, el Ejército británico hizo un pedido de diez 'Pavos Reales' con los planes de usarlos en Alemania. Sin embargo, se informó a las autoridades alemanas que se trataba de generadores de electricidad para las tropas.
No obstante, en febrero de 1958, el Ministerio de Defensa del Reino Unido canceló el proyecto por los posibles riesgos que podría acarrear la lluvia radioactiva y por las repercusiones políticas que implicaría preparar el territorio de un aliado para la destrucción y contaminación.
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