"Esa tragedia la marcó la frustración de lo que el día antes de caer en combate —el 19 de mayo de 1895— definió como su deber: impedir que los Estados Unidos se apoderasen de las Antillas y cayeran, con esa fuerza sobre nuestra América", dijo el intelectual cubano, investigador del Centro de Estudios Martianos.
"Y de ese peligro valoraba también con agudeza lo que significaría para el propio pueblo de los Estados Unidos, la expansión del imperialismo, que no solo rompería el equilibrio mundial ya entonces vacilante, sino también agravaría lo que Martí llamó el "honor dudoso y lastimado de la América inglesa", comentó a esta agencia.
Martí, a quien calificó como revolucionario universal, apreció que los gobernantes del Norte disponían de recursos desinformativos y poderío material para manipular la opinión pública de su país como si fuera una "mula mansa y bellaca" y no "corcel de raza buena", dijo.
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Desde 1898 "esa realidad ha sido cada día más escandalosamente palmaria", agregó Toledo Sandé.
"La independencia no era un fin en sí, sino un paso indispensable para fundar una república digna, a salvo de la corrupción fraguada durante la colonia, y de las relaciones opresivas que el colonialismo había consolidado", añadió.
Para el académico, todo eso explica que el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro (1926-2016) pudiera sostener "con razón histórica y moral" que Martí fue el autor intelectual de los sucesos revolucionarios del 26 de julio de 1953.
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Argumentó además, que "las circunstancias y la lealtad de la mayoría del pueblo cubano a su historia revolucionaria determinaron que la Revolución Cubana pudiera entenderse como lo que el historiador Ramón de Armas llamó la revolución pospuesta de José Martí".
Los cubanos recordaron el pasado 28 de enero el 166 aniversario del natalicio de Martí con diferentes actividades políticas y sociales en toda la isla.