México y Uruguay fueron los primeros dos países en reconocer a la Segunda República española, en abril de 1931. Para mayo de ese año, los Gobiernos de México y España decidieron elevar las legaciones existentes al rango de embajadas, comenzando una intensa relación diplomática que duró hasta comienzos de 1939, poco antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial.
Según un trabajo de la académica Mercedes Montero Caldera, "la embajada de la República Española se convirtió en el centro de reunión de los mexicanos que hecho directamente la Revolución y continuaban sirviéndola".
Por los pasillos de la misión de Madrid ante México desfilaron personajes "esenciales" en las relaciones bilaterales. Entre ellos, el líder sindical Vicente Lombardo Toledano o el exsecretario de Educación de México Narciso Bassols (1931-1934). Pero también el excanciller mexicano Genaro Estrada (1927-1932), autor de la importante doctrina de política exterior de no intervención en asuntos internos que lleva su nombre y que ha resurgido recientemente.
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A partir del año que dejó la Cancillería, Estrada fue acreditado como embajador de México en España. Pero en el edificio estuvo también Lázaro Cárdenas, quien entre 1931 y 1933 se desempeñó como Secretario de Marina y de Gobernación, a la postre elegido presidente del país en 1934. Cárdenas fue el principal artífice de la llegada de cientos de españoles a México, a quienes les brindó asilo político, como también a León Trotsky y su familia.
El apoyo no solo fue en territorio latinoamericano. Soldados mexicanos engrosaron las filas del cuerpo de voluntarios 'Benito Juárez', y empuñaron las armas en apoyo al combate del bando sublevado, junto con otras escuadras de las Brigadas Internacionales.
Mientras el conflicto recrudecía, y el hambre pasaba factura a los civiles, unos 456 niños hijos de republicanos fueron llevados a Morelia, en Michoacán. Este grupo de refugiados menores, conocidos como 'niños de Morelia', se exilió en tierras extranjeras bajo el mismo esquema por el que la URSS acogió a los 'niños de la guerra', hijos de republicanos evacuados del conflicto.
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Junto con Francia y otros países como Argentina y Uruguay, México acogió al exilio republicano con los brazos abiertos. Este país nunca estableció relaciones diplomáticas con la España franquista y en la inmediata posguerra fue la sede del Gobierno republicano en el exilio, que luego se mudó a París.
La Francia del Mariscal Pétain le negó al jefe de Estado republicano un funeral con las honras de su investidura, particularmente que su féretro fuera cubierto con el pabellón rojo, amarillo y morado, símbolo de la España despojada de la monarquía.
México devolvió a Azaña la dignidad que merecía, y su féretro fue envuelto con el tricolor mexicano, con el águila y la serpiente. El líder republicano residía en una dependencia de la Embajada del país latinoamericano. Las gestiones mexicanas evitaron que el ataúd debiese ir envuelto por el pabellón rojigualdo con el águila negra detrás del escudo, símbolo de España en el franquismo.
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Ya en la capital del país latinoamericano, en cada fecha significativa para la República Española, como el 14 de abril (fecha de su proclamación en 1931), los exiliados se reunían allí, con sus banderas tricolores: rojo, amarillo y morado.
El Gobierno de la República Española en el exilio mantuvo su representación en Ciudad de México, hasta entregarla en 1977 al representante diplomático de la España de la transición, como se puede leer en una nota del diario El País de la época. Solo entonces se restablecieron las relaciones diplomáticas entre un lado y el otro del Atlántico.
A pesar de haber sido testigo de esa agitación política binacional, el edificio quedó abandonado desde la década de 1990 o probablemente antes, tras el sismo de 1985, que vació buena parte de la colonia Juárez.

Esa zona resultó profundamente afectada. Las clases medias y altas que ocupaban esos espacios señoriales prefirieron salirse del suelo fangoso del lago que una vez caracterizó esta parte de la capital. Pero mucha gente no se fue y ocupó los edificios que las clases altas no querían.
El edificio de la primera sede de la embajada republicana en la década de 1930 fue ocupado por comunidades indígenas que habitan en la Ciudad de México y que han vivido su propia lucha por no ser expulsados del centro de la capital.
El desalojo de una comunidad otomí
Decenas de familias viven en la calle junto al edificio que atraviesa la manzana, desde que fueron desalojadas el 19 de septiembre de 2018. Este fue otro caso de desalojo irregular, como los que se han multiplicado en las zonas céntricas de la capital.
Según los relatos recogidos por Sputnik, los granaderos y los cargadores sacaron a todos por la fuerza y atacaron a patadas y martillazos las casas precarias que permanecían dentro del predio que tiene dos entradas, una sobre la calle Roma y otra sobre la calle Londres.

Un año antes, el 19 de septiembre de 2017, buena parte de las familias que habitan en la entrada de Roma se habían instalado sobre la banqueta a raíz de los derrumbes que ocasionó el sismo de esa fecha. No recibieron ayuda a pesar de la precariedad en que pasaron a vivir desde entonces.
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"Entraron por los dos lados, el lugar estaba rodeado. Nadie presentó una orden de desalojo. Los de Roma ni estaban en el predio desde el sismo, pero los muchachos que trajeron no tienen madre (escrúpulos), destruyeron todo con pico y mazo, tiraron nuestras casitas y las dejaron como basura", explicó uno de los vecinos a Sputnik, sobre el desalojo sufrido seis meses atrás.
Aunque cada uno de los grupos tiene su propia forma de organización, pelean juntos por una solución digna ante el Instituto de Vivienda del Distrito Federal (INVI).

"Estamos resguardando el inmueble que fue registrado ante el INVI para que siga la ruta de la expropiación por utilidad pública. Denunciamos que el desalojo fue arbitrario, que no presentaron la orden y que hubo saqueos, golpes y más de 15 heridos", explicó Diego García, uno de los representantes de las comunidades afectadas.
No queda claro, sin embargo, quién promovió esta acción y cómo puede demostrar efectivamente la propiedad de un lugar, que lleva décadas abandonado y derrumbándose.
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Sin mostrar el documento, los policías que tomaron el predio dijeron que la orden había salido del Juzgado 39 de lo penal a favor de un hombre llamado Valdemar Iván Pérez, al que nadie conoce. Lo raro es que los casos de desalojo se llevan en la Justicia civil y no en la penal.
Durante las conversaciones con el Gobierno de la Ciudad de México, participó Evangelina Hernández Duarte, titular de la Secretaría de Desarrollo Rural y Equidad para las Comunidades (SEDEREC).
Quienes se presentaron como "dueños" del edificio son una inmobiliaria llamada 'Eduardo', representada por 'Ulises Molina y abogados', de los que no existe mayor referencia.
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Según otros casos similares de desalojo en las colonias Juárez, Roma y Centro, las órdenes judiciales pueden conseguirse sin necesidad de probar de manera fehaciente que quien lo promueve sea propietario del lugar, como parece ser el caso de este mítico edificio.
En charla con Sputnik, comentaron que hace meses que no tienen respuesta de las autoridades de la ciudad, a quienes les exigen que medien en la búsqueda de una alternativa habitacional para una centena de familias que llevan seis meses viviendo en la calle, custodiando el predio donde desfilaron portentosas figuras de la izquierda de ambos lados del Atlántico.