Petra es originaria de Oxtotitlán, una comunidad nahua en el municipio de Ahuacuotzingo, uno de los 81 en que se divide el estado de Guerrero. Antes de cumplir 10 años, llegó con su madre a la capital del estado, Chilpancingo.
"Llegué y entré a trabajar en una casa, iba a cuidar a unos niños. Es difícil porque yo quería estar con mis hermanas, ir a la escuela o hacer cosas que no podía, porque yo trabajaba. Mi papá no estaba, había fallecido, éramos nosotras y mi mamá”, recuerda esta mujer de 60 años, que aún trabaja como empleada del hogar.
Hoy, hay 2,3 millones de personas dedicadas al trabajo del hogar, una de las poblaciones de de mayor vulnerabilidad en el país. El asunto tiene ribetes de género: nueve de cada 10 de estas son mujeres.
A pesar de que el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador lanzó un programa piloto para incluir a las trabajadoras domésticas en el Instituto del Servicio Social, éste excluye a Guerrero y Chiapas, dos de los Estados más pobres del país, con mayoría de población indígena.
La discriminación
En su casa, su madre le dejó en claro a ella y sus hermanas que no quería que hablaran en náhuatl, su primera lengua. Más precisamente en “mexicano”, como le decían a este idioma en el hogar "mexicano". Algo acertado si se tiene en cuenta que es la lengua originaria más extendida del país.
"Es una situación muy difícil porque llega uno y no sabe hablar muy bien el español, se ríen de uno, se burlan", relata Petra.
"Yo no lo entendía, pero ella nos platicaba que nos iban a tratar mal. Y era verdad, a mí me decían 'india de Copalillo' [un municipio del norte de Guerrero]. Yo sí entendía lo de la palabra india pues, sí, soy india. Yo no tenía ningún problema con eso... ¡pero no era de Copalillo!”, cuenta.
Ahora con los años entiende que, a falta de una casa propia en la ciudad, vivían con sus empleadores. Esto eliminaba las barreras que pone un horario de trabajo.
"Son las 24 horas del día para trabajar, lo sé por experiencia. Si uno se queda a dormir ahí, no hay libertad de descansar, de que pueda acostarme a dormir ahorita hasta que inicie mi jornada de trabajo. No es así", explica.
"En ese entonces no entendía varias cosas, por eso yo creo que es importante la organización", dice.
Una red de trabajadoras
Sus primeras inquietudes fueron a mediados de los años 90, participando de talleres sobre derechos de las mujeres: "Yo decía, si hay esto, ¿por qué hay tanta injusticia? Fue así como me empecé a involucrar más", comenta.
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Participó primero en el comité de desarrollo de su colonia (barrio) y se dio cuenta que la mayoría de las mujeres compartían los mismos problemas. "Hicimos un encuentro de mujeres de colonias, intercambiando experiencias. Fue ahí cuando pensé 'yo trabajo eso'", cuenta Petra.
"Al comienzo era muy variado, no era exactamente sobre el trabajo doméstico, sino sobre problemas de las colonias: que faltaba el agua, que no había calles pavimentadas, que no tenían escrituras. Del encuentro nació la idea, para ir trabajando exclusivamente el tema del trabajo doméstico y la problemática de las mujeres en el trabajo", dice la militante obrera a Sputnik
A pesar de las dificultades que presentó la organización, fueron creciendo. Hoy trabajan en cinco municipios del Estado de Guerrero: Chilpancingo, Tixtla, Chilapa, Tlapa y Atlajamalcingo del Monte, en donde han construido comités promotores de los derechos de las mujeres empleadas del hogar.
Problemas que persisten
"Muchas veces, la gente todavía busca una muchacha que quiera trabajar y quedarse a dormir", relata. Desde la red desaconsejan este tipo de relación laboral a las trabajadoras, pero en muchos casos los patrones les dicen que "no les conviene" cuando ellas reclaman por sus derechos.
"Nos dicen que queremos 'las perlas de la virgen' si lo que requerimos es un salario, para que este trabajo sea como cualquier otro, con derechos", explica Petra.
"Piensan que una persona que la van a traer de estos lugares no conoce sus derechos y por eso ellos le van a pagar lo que quieran. Les dicen: 'Vas a tener todo, tu cuarto, tu televisión. Te voy a dar todo, vas a estar bien', pero estando en la ciudad es otra cosa. Es así, con engaños, que se llevan a las jóvenes”, comenta la activista.
Lo que describe no es algo distinto a lo que se considera trata de personas: mediante engaños se saca a una persona de su ambiente para llevarla a trabajar a un lugar del que no se puede ir, donde su supervivencia y vínculos dependen de la persona que la empleó.
"Eso es. La mayoría de la gente no lo identifica, pero es trata", sostiene.
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Según Petra, la taquillera película Roma y su personaje de Cleo, una trabajadora doméstica de origen indígena, permitieron dar un salto a esta discusión.
Sin embargo, dijo, "la realidad rebasa la película", porque no muestra "la violencia y el acoso sexual de los empleadores y de sus hijos hacia las trabajadoras".
"Piensan como si una fuera su propiedad. Eso es esclavitud y se sigue padeciendo", asevera.
Explicó que aunque se sintió representada cuando vio la película, hay algo fundamental que no comparte del relato que presenta la ficción.
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"Cuando la vi, dije que una trabajadora del hogar nunca deja de serlo. Aunque fuera —como dicen— 'de la familia', porque ella hace cosas que la familia no hace", concluye.