Los taxis distintivos de la ciudad, de color blanco y rosado, llenaron el centro de la urbe, principalmente la plaza del Zócalo. Los conductores tocaban bocinas y encendían luces con algunos imitando ser crucificados para llamar la atención sobre su causa.
"Queremos que las empresas extranjeras se vayan, porque vienen a explotar a los mexicanos", dijo Juan Piña Bernal, jefe de los taxis en el sindicato de estaciones de autobuses. También se quejó de una congelación en las tarifas durante ocho años.