El protagonista del alboroto se llama Sérgio Moro y ocupa desde el 1 de enero de este año la flamante cartera de Justicia y Seguridad Pública en el Gobierno brasileño. A Moro, que fue juez del Tribunal Regional Federal de la Cuarta Región, con sede en Porto Alegre, el presidente Jair Bolsonaro le premió con ese Ministerio por meter entre rejas a su máximo rival electoral, Lula da Silva, en un proceso plagado de irregularidades consentidas.
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La figura de Moro, de mirada penetrante y fuerte personalidad, recuerda a aquellos otros magistrados o fiscales internacionales que se hicieron muy famosos, quizás demasiado, después de investigar y juzgar casos judiciales muy mediáticos, y que decidieron colgar la toga y dar el salto al proceloso mundo de la política. Ahí están dos nombres: el exjuez instructor español Baltasar Garzón (terrorismo de Estado) y el exfiscal italiano Antonio di Pietro (corrupción). Los dos acabaron entre mal y muy mal. Di Pietro, fuente inspiradora de Moro, fracasó en su nueva etapa e incluso se descubrió que miembros del partido que había creado recibieron sobornos. Garzón fue expulsado de la carrera judicial en 2012 tras haber sido inhabilitado por prevaricación, es decir, por dictar una sentencia a sabiendas de que era injusta. A los tres les une su enorme ambición.

Juez Moro resta importancia a mensajes que probarían persecución contra Lula @LulaOficial#MoroCriminoso #VazaJato #LulaLivre https://t.co/U8IXNeEgRX
— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) June 10, 2019
La información desvelada pone en muy serios aprietos a Moro. Los extractos de los mensajes cruzados a través de la plataforma de mensajería Telegram cuestionan su imparcialidad y profesionalidad durante el proceso judicial. Los chats hasta ahora inéditos revelan una colaboración prohibida entre él y el fiscal.
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El propio Moro hizo gala de un gran cinismo. Negó en varias ocasiones que trabajara mano a mano con el Ministerio Público Fiscal. "Vamos a dejar las cosas claras, que se oye mucho por ahí sobre la estrategia de investigación del juez Moro. [...] No tengo estrategia de investigación ninguna. Quien investiga o quien decide qué va a hacer y tal es el Ministerio Público y la Policía Federal. El juez es reactivo. […] Me irrito a veces, veo una crítica un poco infundada sobre mi trabajo", declaró en una conferencia celebrada en marzo de 2016.
Gobierno de Brasil minimiza conversaciones que mostrarían persecución de Moro a Lula @LulaOficial#MoroCriminoso #VazaJato #LulaLivre https://t.co/zjAdkXUhvx
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Sus decisiones como juez no sólo cambiaron el destino del país sino que también dejaron un sendero de fallos cuestionables. Una de sus medidas más polémicas se produjo en 2016. La entonces presidenta Dilma Rousseff se enfrentaba a un proceso de destitución en el Legislativo cuando Moro hizo pública una conversación telefónica entre ella y Lula da Silva para evitar su nombramiento como ministro, lo que le habría dado a él inmunidad. En ese momento, el juez dijo que dio a conocer la conversación, tan confidencial como las de The Intercept, porque "los ciudadanos tenían el derecho de saber […]. En una democracia liberal como la nuestra, es obligatorio que esa información sea pública". Ese mismo argumento es ahora igual de válido que entonces para sacar a la luz los mensajes de Telegram. ¿O no?
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En 2017, durante la campaña electoral presidencial, Moro condenó al expresidente a nueve años y seis meses de prisión y así lo retiró de la candidatura a la Presidencia. Al sacar de la contienda al aspirante favorito para las encuestas, allanó el camino a la victoria de Jair Bolsonaro, quien nombró a Moro ministro como premio por su labor.
Los reportajes publicados por The Intercept confirman la indefensión crónica de Lula y que fue víctima de una implacable persecución judicial. Todo esto debería motivar la revocación de su condena y su inmediata liberación mediante una resolución del Supremo Tribunal Federal (STF).
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