El responsable de la facción subrayó que Rusia, China y otros países del grupo BRICS —integrado además por Brasil, la India y Sudáfrica— mantienen un enfoque estable respecto al problema palestino.
"Los líderes palestinos deben por ello reforzar las relaciones con Rusia y firmar acuerdos mutuamente beneficiosos en diferentes ámbitos, en particular, económicos", dijo Fuad, agregando que Moscú cuenta con un peso considerable a nivel internacional y "nadie es capaz de derrotarlo".
Fuad recordó que Rusia se opone a dicho plan y no participó en la conferencia internacional en Bahréin los días 25 y 26 de junio, donde fue presentado oficialmente, y advirtió que esa reunión no logró ningún resultado visible.
"Rusia se manifestó en Oslo también en contra del acuerdo, pues no puede apoyar acuerdos que no coinciden con el derecho internacional, enfoque que comparte con China", subrayó.
Para Fuad, resulta evidente que Washington persigue con esa iniciativa aplicar el método utilizado en Jerusalén con toda Palestina, algo que ya se vio cuando EEUU reconoció los Altos del Golán como territorio israelí.
"Esa decisión no será aprobada por ningún organismo internacional, incluido el Consejo de Seguridad de la ONU, ni tampoco contará con el apoyo de la opinión pública", señaló.
La parte económica del plan estadounidense prevé recaudar 50.000 millones de dólares para invertirlos en las economías de Palestina, Israel, el Líbano, Egipto y Jordania.
Los palestinos boicotearon la conferencia y el plan económico por completo, comparándolo con un intento de comprarlos para que firmen un acuerdo de paz favorable a Israel.
El anhelo de los palestinos es crear su propio Estado en Cisjordania y la Franja de Gaza, con Jerusalén Oriental en calidad de capital.
En el marco del proceso de paz con Israel, que actualmente está suspendido, Palestina exige que las futuras fronteras entre los dos Estados soberanos pasen por las líneas que existían antes de la Guerra de los Seis Días de 1967, con un posible intercambio de territorios.
Israel se niega a regresar a las fronteras de 1967, y especialmente a compartir con los árabes la ciudad de Jerusalén, que ya ha declarado su capital eterna e indivisible.