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¿Por qué Venezuela (o cualquier otro país) debe evitar parecerse a Estados Unidos?

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En el 2002 el intelectual Noam Chomsky, afirmaba que los 'think tanks' ligados al departamento de Estado habían inventado el término 'Estado Fallido' para "nuclear y modelar a la opinión pública contra los gobiernos y países cuyas políticas no concuerdan con la visión del Gobierno estadounidense".

Para Chomsky dicha noción es legitimada especialmente a través de los medios de comunicación y en los círculos políticos, a pesar de que en el campo académico se le mira con cuidado pues la amplitud semántica que engloba, tiende a variar según sea quién evalúe y qué evalúe.

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Si consideramos, por ejemplo, que el investigador John Zapata resume un Estado Fallido como aquel con severas incapacidades, "deficiencias e imposibilidad" para dar cuenta de las "demandas de sus ciudadanos", bien podríamos estar hablando tanto de Somalia como de la propia Estados Unidos. E incluso, cuando el propio Chomsky dice que Estado Fallido, es aquel que "no protege a sus ciudadanos de la violencia" y que incluso "interfieren y vulneran el derecho internacional", es posible que podamos referirnos a Colombia o de nuevo, a Estados Unidos.

¿Sería una exageración hablar de la nación estadounidense en esos términos? Comparar a la sociedad que se propone como el estándar bajo el cual debe juzgarse al resto, no parece ser algo muy equilibrado (según a lo que nos tiene acostumbrados el discurso mediático). En todo caso, un desprevenido podría decir que no caen más bombas en Nueva York o Chicago que las que diariamente surcan el cielo de Yemen.

​No obstante, en el imperdible artículo ¿Por qué estamos subestimando  el colapso estadounidense? (Why We’re Underestimating American Collapse) del ensayista Umair Haque, y traducido por el portal Misión Verdad se enumeran una serie de fenómenos o lo que él llama "patologías sociales del colapso" que reunidas bien podrían dar la idea de que Estados Unidos, es ciertamente un Estado Fallido.

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Haque se refiere a los casi permanentes tiroteos en las escuelas públicas de ese país, que incluso superan en frecuencia a países en guerra como Irak o Afganistán. También hace un serio señalamiento hacia la  "epidemia opioide" o la automedicación masiva, en ese país. Se pregunta Haque: 

"¿Por qué la gente abusa de los opioides en masa como en ningún otro lado del mundo? Deben estar viviendo genuinamente traumáticas y desesperadas vidas, en donde hay poca salubridad, así que tienen que auto-medicarse contra el terror. ¿Pero por qué están tan desesperados? Bueno, considera otro ejemplo: los nómadas jubilados. Viven en sus carros. Van de un lugar a otro, temporada tras temporada, persiguiendo cualquier trabajo sub-pagado que pudieran conseguir: en primavera, un almacén de Amazon; en Navidad, Walmart”.

Por último, señala una característica particularmente preocupante: la indiferencia ante una sociedad depredadora.

"Los predadores en la sociedad estadounidense no sólo son los súper ricos, sino también una invisible e insaciable fuerza: la normalización de lo que en el resto del mundo es visto como una penosa, histórica, generacional derrota moral, si no crímenes, que se convierten en meros asuntos mundanos por los cuales no hay que afligirse ni preocuparse", resalta Haque.

Venezuela y el discurso del Estado Fallido

Una somera revisión a través de cualquier motor de búsqueda en la web, nos permite comprender cómo el discurso del Estado Fallido se ha usado contra Venezuela, especialmente para argumentar la necesidad de una respuesta internacional que derive en una intervención militar.

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Es innegable que Venezuela atraviesa una gran crisis, una que es difícil dejar solo en la esfera de lo económico. Sin embargo, ¿está Venezuela mucho peor ahora que en 1998 cuando el presidente Chávez llegó al poder?

Veamos las cosas a través de los hechos. Chávez asumió la presidencia de la República con una pobreza que rondaba un 80% y una pobreza crítica en el umbral del 30%. El petróleo estaba a 8 dólares por barril y la empresa petrolera PDVSA estaba controlada remotamente por las transnacionales de Estados Unidos.

Incluso el dirigente del PSUV Aristóbulo Istúriz expresó durante un discurso que dio ante la Asamblea Nacional, que una de las características más distintivas del tiempo anterior a Chávez era el descreimiento que tenía la población venezolana en sus instituciones, e incluso en sí mismos. El Estado había sido prácticamente desmontado y de no haber llegado Chávez a presidente, todas las empresas estratégicas del país, con su añadido de recursos energéticos, habrían sido transferidas a los capitales externos.

Desde 1998 hasta 2006, Chávez atravesó golpes de estado y sabotajes petroleros. Si bien gozó el país de un ingreso petrolero envidiable, ello no ocurrió como producto del azar, sino a través de decisiones políticas que fueron a contracorriente de lo que los más ortodoxos economistas y analistas habrían recomendado. Reconstruir la OPEP, por ejemplo.

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Hoy, Nicolás Maduro no la tiene mejor. El bienestar social y económico alcanzado con Chávez ha sido devastado por una persistente, muy bien articulada y cruel guerra multidimensional de las cuales pocas referencias se tienen en el mundo.

Ahora bien, algo que tiene Nicolás Maduro a favor es que el modelo de Chávez dio resultados.

El poder de este modelo, no reside en la idea de que son los recursos monetarios exorbitantes producto de la venta de petróleo, los que construyen la sociedad. Es al contrario, es el deseo de avanzar en un proyecto de nación lo que termina derivando en bienestar social. 

Si algo nos enseñó Thomas Hobbes, es que el individuo cede su libertad individual para transferirla a un poder superior, en este caso al Estado. Se compromete a obedecer las reglas del juego, para a su vez recibir protección, seguridad y sobre todo, certidumbre.

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Triunfará o fracasará la revolución bolivariana
La guerra multidimensional contra el país suramericano, está dirigida a socavar las bases que sostienen principalmente dicha seguridad. La legitimidad del Estado, radica en la confianza compartida que tienen los ciudadanos en sus instituciones, y la perspectiva de nación se basa en que los habitantes de un país se reconozcan como parte de un  proyecto social común. Se podría haber estado de acuerdo o en desacuerdo con Chávez, pero tanto opositores como simpatizantes coincidían en que en Venezuela se construía un modelo propio de socialismo.

Puede argumentarse que a diferencia de Estados Unidos, en Venezuela se tiene un sistema de salud y educación gratuito. Una política de protección social que ampara a la mayoría de los jubilados. Servicios públicos prácticamente gratuitos. Sin embargo, una cuestión es que exista y otra cosa muy distinta es que atiendan la demanda de necesidades reales. El problema de credibilidad se mantiene si la eficacia no se produce.

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Maduro es apenas la punta del iceberg: ¿qué está pasando en Venezuela?
Si algo puede recomendársele a Venezuela en estos momentos, es que procure alejarse lo más posible del modelo estadounidense que como explica Haque tiende al "capitalismo al extremo" y promueve "cero inversión pública, la crueldad como forma de vida, la perversión de las virtudes cotidianas". Pero por sobre todas las cosas, sería deseable que atendiera como asuntos de seguridad de Estado, el fino entramado de lazos sociales trastocadas por la instalación de una economía de guerra; y también, que se mantuviese vigilante en cuanto al nivel de confianza que tienen los ciudadanos en sus instituciones públicas.

Cuando el Amazonas se incendia, no sirve el silencio y rogar porque las llamas se disipen. Más bien, se busca un traje especial y se lucha cara a cara contra el fuego. "El ejemplo no es la principal manera para influir a los demás, es la única", valdría decir.


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK

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