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Los demócratas europeos que solo respetan el voto cuando les conviene

© REUTERS / Henry NichollsProtestas contra la decisión del primer ministro británico , Boris Johnson, de suspender el Parlamento
Protestas contra la decisión del primer ministro británico , Boris Johnson, de suspender el Parlamento - Sputnik Mundo
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Europa vive convulsionada por el aumento de la tensión entre el nacionalpopulismo y los defensores de la llamada democracia liberal. Pero estos últimos no admiten en su mundo ideal los resultados de las urnas que no les convienen.

La democracia parlamentaria es una maravilla que permite gobernar a partidos que no han ganado las elecciones. El mismo sistema puede dar la oportunidad de derrocar a jefes de gobierno de partidos vencedores en las urnas si los parlamentarios de diferentes tendencias se ponen de acuerdo. Las reglas están claras y escritas, pero siempre habrá sectores que claman contra los ataques al parlamentarismo cuando les conviene.

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En el caso del Reino Unido, que todos los analistas internacionales ponen como ejemplo número uno de parlamentarismo, las reglas de funcionamiento están también escritas y aprobadas. Por eso puede llamar tanto la atención los ataques contra el ahora primer ministro, Boris Johnson, por su decisión de suspender el Parlamento hasta el 14 de octubre, dos semanas antes de la fecha límite para encontrar un remedio al llamado Brexit duro, la salida del Reino Unido de la Unión Europea sin acuerdo.

"Golpe de Estado", "escándalo democrático" y otras reacciones por el estilo dibujan al nuevo jefe de los conservadores británicos como una especie de Hitler de pelo rubio. No hay nada ilegal, sin embargo, en la utilización de esa prerrogativa, que ha sido aceptada por la reina y aprobada por el primer juez que se ha volcado en el caso.

​Que Boris Johnson utilice ese mecanismo para evitar a la oposición —incluso dentro de su partido— buscar una enésima prórroga al Brexit puede ser considerado poco fair play pero, en la actualidad, un político europeo que jugase con deportividad y prefiriese perder antes que cumplir con lo que le piden sus militantes sería noticia y acapararía más titulares que la nueva gurú del militantismo ecológico, la colegiala sueca obsesionada con el clima.

Todos contra Johnson

La furia progresista europea se ha desatado contra Boris Johnson, que quiere capitalizar el Brexit para impedir que los ganadores del referéndum de 2016, ahora reunidos precisamente bajo el partido Brexit (antes UKIP, Partido por la Independencia del Reino Unido) no superen a los tories en las elecciones que inevitablemente han de celebrarse tarde o temprano en el Reino Unido. Porque el verdadero rival de Johnson o quien sea cabeza del cartel conservador en los próximos comicios no es el laborista Jeremy Corbyn, sino Nigel Farage, otro de los objetivos de burla preferidos del progresismo continental.

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De Johnson se ha dicho también que no ha sido elegido en elecciones. Pero ese hecho no le descalifica de por sí, pues forma parte del juego parlamentario que puede favorecer a un partido u otro según la coyuntura.

En Europa hay otro ejemplo reciente protagonizado por el español Pedro Sánchez. Antes de vencer en las últimas elecciones, fue jefe de gobierno gracias a una moción de censura contra el conservador Mariano Rajoy, cuyo partido venció en los comicios anteriores.

La democracia liberal y el sistema parlamentario ofrecen múltiples posibilidades; tantas como descalificaciones lanzadas hacia quienes hacen uso de todas las argucias legales que la legislación permite.

A Boris Johnson se le integra en el paquete de otro elegido, pero "mal elegido", como es su primo transatlántico, Donald Trump, a quienes sus enemigos reprochan que se convirtió en presidente a pesar de tener menos votos que su rival, Hillary Clinton, obviando el sistema de elección norteamericano, respetado solo cuando favorece al aspirante que uno defiende.

​Pero volvamos a Europa para ver otro ejemplo de como la elasticidad del parlamentarismo democrático concede incluso la posibilidad de crear gobiernos "contra natura ideológica". Si ya era sorprendente ver a La Lega de Matteo Salvini gobernar en coalición con los antisistema del Movimento 5 Stelle (M5S), la negociación de estos últimos con los socialdemócratas del ex primer ministro Matteo Renzi para unirse contra Salvini desborda los límites de la imaginación de cualquier italiano.

Miedo a las urnas

Salvini quería elecciones y destruyó su propio gobierno para aprovechar sus excelentes expectativas en los sondeos. Los institutos de opinión reflejan que los italianos querrían casi plenos poderes para Salvini. Pero el parlamentarismo da la oportunidad de evitar las urnas y formar gobiernos solo para evitar lo que los nuevos aliados consideran inapropiado para sus intereses. Unos intereses que unos y otros disfrazan de "lo mejor para el país", aunque en el caso italiano un politólogo definía la realidad de los hechos: "Impedir el populismo soberanista de Matteo Salvini y reintegrar el país en el espacio euroatlántico".

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En el caso británico, el Brexit debería cumplirse como reflejo de lo que las urnas arrojaron como resultado. La negociación sobre la modalidad es otro asunto. Insistir sobre las mentiras que utilizaron y utilizan los partidarios de la salida del Reino Unido de la UE es ridículo, como demostraron los excelentes resultados del partido de Nigel Farage en las elecciones europeas de mayo.

Reiterar la retórica de los desastres que se avecinan para británicos y comunitarios es una pérdida de tiempo que no puede invalidar el resultado del voto. Forzar un nuevo referéndum antes de aplicar el Brexit es un sueño alcanzable, pero que pondría en duda lo que en la Unión Europea se defiende como democracia liberal.

Tanto en el Reino Unido como en Italia, los enemigos del populismo se baten contradiciendo a las urnas. Y, además, consideran que si las mayorías les dan la espalda es por ignorancia. O, como diría Hillary Clinton, por "una sarta de deplorables".


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK

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