El sistema de capitalización individual instaurado en Chile durante la última dictadura sigue siendo ovacionado a nivel mundial por su rentabilidad y fortaleza. Sin embargo, el detalle que deja afuera tal visión es la desigualdad que lo atraviesa y las bajas jubilaciones que paga.
Obligatorio para todos los trabajadores, a excepción de carabineros y militares, implica destinar 10% del salario a una Administración de Fondos de Pensión (AFP), que además cobra una comisión por recibir, cuidar y —en teoría— hacer crecer tales fondos, que serán pagados a los trabajadores tras su retiro. Como si de una caja de ahorro se tratara, este sistema implica que los trabajadores cobrarán exclusivamente lo que ahorraron y capitalizaron.
Cuando el sistema se instauró la promesa era que los primeros 'beneficiarios' se retirarían con un monto mensual del 70% de lo que habían percibido por salarios en los últimos años de su vida laboral. Tal porcentaje subiría hacia 2020, cuando alcanzaría el 100%. Pero la realidad dista mucho de esas expectativas.
De acuerdo a cálculos del Consejo Asesor Presidencial para la Reforma Previsional, los hombres que se retiren el año próximo lo harán con 50% de sus salarios, mientras las mujeres con apenas 28%.
"Los resultados de este sistema hasta ahora son pensiones que para las mujeres tienen promedios de 270 dólares y para los hombres de 420, con datos de 2019", contó a Sputnik Maritza Moraga, economista e integrante de Desbordada.
Para el colectivo, parte del problema radica en que el sistema actual considera que las mujeres reciben bajas pensiones porque no están cumpliendo los requisitos para tener una mejor.
Se individualiza el problema en ellas, en vez de preguntarse si es razonable que pasen 40 años trabajando de forma ininterrumpida, y a la vez formen familias y cuiden a los ancianos o personas dependientes, como sucede en los hechos con la población femenina.
"Cuando comparamos personas sin pareja y con pareja, vimos que las mujeres cuando están solteras ocupan parte de su tiempo en trabajo doméstico y parte en trabajo remunerado. Pero cuando viven con un cónyuge pasan a ocupar mucho más parte de su tiempo en trabajo doméstico", señaló la economista Amparo Bravo.
"Los hombres cumplen totalmente la relación inversa y cuando viven con una pareja su tiempo de trabajo doméstico disminuye", agregó.
Los datos obtenidos de la última Encuesta de Uso del Tiempo realizada en el país las llevaron a concluir que "hay una especie de sustitución de trabajo remunerado por trabajo doméstico", que implica que las mujeres salen del mercado y con sus tareas "subsidian" trayectorias laborales más estables para los hombres.
