La secuencia y la cautela mostradas a la hora de aplicar reformas en China son los principales secretos del milagro económico del gigante asiático. El modelo puede contraponerse a la terapia de choque que se utilizó en la década de 1990 en Europa del Este. Los datos estadísticos revelaron que el gradualismo chino —la creencia según la cual un cambio debe ocurrir paulatinamente— ha sido más eficaz que la terapia de choque que condujo al desplome del PIB en el este europeo, producido a raíz de la incapacidad de la economía de adaptarse a las nuevas circunstancias.
China, más aventajada que la URSS
Cuando China empezó a realizar sus primeras reformas económicas, tenía una economía más débil que la de la Unión Soviética, además de una industria poco desarrollada y un rendimiento laboral más bajo. Sin embargo, China disponía de ventajas considerables frente a la URSS.
El sistema soviético al final de la URSS contaba con fondos que no eran mantenidos por la suficiente producción de bienes y servicios. Esta desventaja dio como resultado que se disparase la inflación tras el derrumbe del país. En China no se produjo esa situación porque la gestión de su economía fue más descentralizada que el modelo soviético. Es decir, las autoridades locales y regionales tenían mayores poderes que sus colegas soviéticos.
La descolectivización, el inicio de un camino largo
En la década de 1970 el colectivismo en el sector agropecuario de China fue casi idéntico al del sistema soviético de la época de Iósif Stalin. La propiedad privada casi no existía, los ciudadanos chinos recibían planes de producción de alimentos agrícolas y los vendían al Estado por un precio fijo.
Para incentivar el crecimiento de este sector, las autoridades chinas aprobaron el llamado Programa de Responsabilidad de Hogares. La nueva reforma perseguía el objetivo de redistribuir las parcelas de tierra entre los granjeros del país, y permitió aumentar la producción en un 60% en los primeros tres años desde su inicio.
Esta estrategia mostró resultados muy positivos y el Partido Comunista de China decidió aplicar la misma estrategia en la industria. Los jefes de las empresas industriales pasaron a contar con mayores poderes. En particular, podían fijar precios y tomar decisiones administrativas independientes.
En contraste con otras economías en transición, Pekín aplazó la privatización de las empresas, e inicialmente instauró la liberación de precios y mercados. Es decir, mientras que los chinos se adaptaban a un nuevo modelo económico cercano a una economía de mercado, varias empresas conservaban los elementos propios de una economía planificada y contaban con subsidios estatales. La primera etapa de privatización no empezó hasta 1993, cuando el mercado chino ya había estado desarrollándose de una manera más o menos libre desde hacía casi 10 años.
Distintos economistas bautizan el modelo económico elegido por China como "resultados sin dolor", y lo contraponen a la famosa estrategia de "sin dolor no hay beneficios".
Una estrategia no exenta de fracasos
La descentralización fiscal y tributaria de China comenzó a mediados de la década de 1980 con la introducción del sistema que redistribuía recursos financieros entre provincias chinas a base de acuerdos firmados por los territorios y el Gobierno central.
La nueva estrategia generó mayor desigualdad en distintas regiones del país. El Gobierno chino tuvo que aprobar una nueva reforma fiscal en 1993 que incluyó la introducción del impuesto unificado al ingreso agregado. El 70% del valor de este impuesto se enviaba a las arcas públicas del país, mientras que tan solo el 30% se iba a parar al presupuesto provincial y municipal.
La apertura al mundo
La globalización se convirtió en una de las principales locomotoras del crecimiento económico de China. Actualmente este país asiático es uno de los mayores exportadores en el mundo. La disminución de aranceles que continúa paulatinamente desde la década de 1980 es el factor que ha convertido a China en la llamada fábrica mundial.
Esta tendencia se aceleró tras la adhesión de China a la Organización Mundial del Comercio. Ahora, el gigante asiático cuenta con uno de los aranceles más bajos del mundo, estimado entre el 2% y el 3% en términos de valor de los bienes, sin tomar en consideración la guerra comercial que fue desencadenada entre Washington y Pekín.
Albert Park considera que China salió al mercado internacional en un momento muy adecuado. A finales del siglo XX la modernización de logística permitió a las empresas descentralizar su producción. En otras palabras, las compañías pasaron a desplegar sus fábricas en aquellos lugares del planeta donde les salías más a cuenta. Como consecuencia China se aprovechó de este momento y entró exitosamente en las cadenas productivas, especializándose en el ensamblaje de bienes finales. De esta manera, el país asiático utilizó su principal ventaja competitiva: el exceso de mano de obra relativamente barata, destaca el profesor, citado por varios medios rusos,
El logro y fracaso del sistema financiero
En 1991, el año del desplome de la URSS, los créditos internos concedidos al sector privado chino crecieron hasta representar más del 86% del PIB. Diez años después su monto aumentó hasta más del 110% del PIB, y en 2018 superó 161%, según los datos publicados por el Banco Mundial.
Sin embargo, hoy en día el sistema financiero chino cuenta con una gran parte de créditos no rentables. El pueblo y las empresas del país no quieren depositar sus recursos en los bancos chinos, que siguen otorgando subsidios con tasas de interés bajas a los negocios no rentables. La falta de reformas en el sistema financiero condujo a que China contara con uno de los mayores sistemas bancarios en la sombra de todo el mundo.