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El 2 de octubre: la mezquindad de la 'ultraizquierda' mexicana

© AP Photo / Ginnette RiquelmeLas protestas del 2 de octubre en México
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El pasado dos de octubre no fue solo un aniversario más de la matanza de estudiantes en Tlatelolco. También ha sido el primer dos de octubre durante la llamada 'cuarta transformación'. Pero ante todo ha dejado al descubierto la actitud de la 'ultraizquierda' mexicana en cuanto a su posicionamiento y percepción hacia el Gobierno de López Obrador.

Más que las acciones violentas de algunos grupos de manifestantes, han sido las discusiones a posteriori emanadas de estas las que han hecho evidente la línea dura de la ultraizquierda y la utilidad (voluntaria o involuntaria) que le brindan a la clase política reaccionaria mexicana representada principalmente por los restos (aun humeantes) del PRIAN, sus partidos satélites y sus patrocinadores domésticos y foráneos.

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Principalmente anarquistas, comunistas de izquierda, zapatistas y otros grupos que se consideran a sí mismos marxistas-leninistas han salido a defender el derecho a la manifestación (léase destrucción de inmuebles y piromanía contra personas) durante las marchas emblemáticas del pasado dos de octubre.

Es claro que el derecho al ejercicio de la violencia es legítimo y una obligación en contra de un Gobierno tiránico y ha sido la base fundamental de las revoluciones más importantes del género humano a  lo largo de su historia. Por otro lado, esta premisa presupone dos supuestos inclusive para los grupos revolucionarios más ortodoxos:

  1. La existencia de un régimen tiránico. El cual difícilmente alguien pudiese argumentar con seriedad sobre la administración de AMLO.
  2. La imposibilidad de combatir y vencer a ese régimen por la vía pacífica. Lo que, otra vez, AMLO por sí mismo ha probado, es posible, y que no ha dado muestra alguna de pretender cerrar esa posibilidad a ningún grupo político.

De lo anterior se desprende que:

  1. La ultraizquierda considera a AMLO como un tirano de la misma calaña del prianismo neoliberal.
  2. La ultraizquierda ha renunciado a la vía electoral y apuesta por la lucha armada y-o el activismo político, la huelga, en general la agitación social.

​Ambas tácticas, tanto la lucha armada como la huelga general serían acertadas de darse las dos premisas que he mencionado, el problema es que no es así.

  • Primero porque AMLO sin ser revolucionario, está llevando a cabo, sin lugar a dudas, una profunda reforma del sistema político y económico del país (para bien), nada más alejado a un tirano. Esta reforma definitivamente ha trastocado los intereses de muchos (no de todos) burgueses tanto nacionales como extranjeros.
  • Y segundo porque, como muchas organizaciones y partidos marxistas-leninistas acertadamente señalan después de un análisis dialectico, la lucha armada en las condiciones mexicanas estuvo (como lo demostró la historia) y está condenada al fracaso, y porque la clase trabajadora mexicana no tiene el nivel de conciencia de clase suficiente (por el momento) para llevar a cabo una revolución a través de la movilización social.

Un ejemplo de la cerrazón analítica de la ultraizquierda se puso en evidente también con su constante negatoria a la posibilidad de que el PRIAN esté utilizando grupos de choque o contratando y/o infiltrando grupos legítimos de manifestantes para causarle problemas a la administración de Obrador y crear una situación de ingobernabilidad.

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Esto significa ignorar años y años de guerra sucia perpetrada en contra de estos mismos grupos y que de hecho es la razón por la que se manifiestan el dos de octubre. Negarse a esta posibilidad después de tantas pruebas tanto domésticas (múltiples identidades de manifestantes reveladas con conexión al PRIAN),  como internacionales (los marimberos en Venezuela, o Nicaragua) es actuar con malicia política o ingenuidad que bordea el idiotismo.

Por otro lado para la izquierda marxista responsable es sencillo y necesario reconocer los errores de AMLO y hacer la crítica y denuncia correspondiente como ha ocurrido en el caso de su preocupante relación con Slim o el tren Maya. Sin embargo a la ultraizquierda le resulta imposible reconocer ni el más mínimo de los logros reales de la administración de AMLO como ha sido su lucha contra la corrupción por mencionar solo uno. Mostrando así una actitud verdaderamente infantil, irresponsable y mezquina.

Pero la cerrazón está más que nada inspirada en ideologías que en el análisis real del programa de Obrador. Antes de siquiera conferir el privilegio de la duda, la ultraizquierda mexicana decidió hace mucho oponerse a Obrador y atacarlo de cualquier manera posible haga lo que haga (de igual forma que el zapatismo), aunque esto les ponga en la misma página que el conservadurismo más detestable. ¿Por qué? a rio revuelto, ganancia de pescadores decimos.

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Esta izquierda irresponsable pretende posicionarse como la única alternativa de "verdadera izquierda". Pretende secuestrar el espectro político y apuesta a que fallado el Gobierno de AMLO podrán ser los únicos capaces de decir se los dije. Una verdadera mediocridad no se había visto desde hace mucho, básicamente jugar a hacer perder al rival y no a vencer por mérito propio.

La batalla ideológica táctica va más allá y llega a las entrañas del marxismo-leninismo mismo, donde pugnan concepciones tácticas distintas, referente a sobre si hacer alianza con fuerzas progresistas distintas es o no beneficioso.

La sección mexicana del grupo minoritario argumenta que no lo es, y que AMLO es además un vil social demócrata peor que Peña Nieto porque brinda ilusiones falsas y que la socialdemocracia ya fracasó en Europa (quizá les suene el término eurocentrismo). Para este grupo la revolución se debe dar de tajo, liderada básicamente por el obrero como ente revolucionario.

Ignoran, empero, que en muchos de los países de Europa existen partidos que, por más pequeños que sean, son alternativas reales al establishment capitalista en donde la social democracia es coparticipe del atraco al pueblo (y no, no me refiero a los tipos de Podemos o su variante alemana Die Linke).

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En México, a diferencia, no existe por el momento ningún partido revolucionario capaz de aglutinar las fuerzas comunes para hacer frente en una elección con posibilidades reales de éxito siquiera parcialmente. Menos aún alguna organización o sindicato capaz de aglomerar a ese ente revolucionario, el obrero, que en México por el momento solo habita como sujeto consiente de clase en las mentes imaginativas de los dirigentes proclives a estas teorías de revolución espontanea.

Por lo tanto, en México en este momento y bajo estas circunstancias  el camino del frente amplio a la Allende o Chávez ha sido y sigue siendo mucho más lógico que cualquier otra importación teórica europea por más romántica que nos parezca a muchos.

Más aún —y desplegando la más abierta falta de lógica—, esta ultraizquierda se hunde en sus propias contradicciones al condenar el programa que AMLO encabeza. Hacen esto incluso sabiendo que las políticas que López Obrador está aplicando y que  planea para el futuro —sin llamarlas socialismo democrático o socialismo siglo XXI— son muy similares a lo que gobiernos que así se autodenominan proponen o han aplicado en sus respectivos países. ¡Gobiernos que han sido y siguen siendo apoyados y defendidos por muchos de estos grupos y partidos de la ultraizquierda! No todos, como son el caso de Venezuela, Bolivia, Ecuador (bajo Correa), Nicaragua, etc.

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A manera de epílogo y ciertamente revelador, en 2012 durante el simposio anual de partidos Comunistas organizado por el Partido de los Trabajadores de Bélgica (PTB-PVDA) en Bruselas, el delegado Lituano, un joven de no más de 25 años formuló una pregunta quizá retórica, quizá ingenua pero con alto contenido teórico que hoy resuena ante la hilarante postura de la ultraizquierda mexicana: "Si, la agudización de la explotación bajo el capitalismo crea las condiciones adecuadas para la revolución, ¿por qué los comunistas seguimos defendiendo los derechos de los obreros y combatiendo al capitalismo? ¿No sería mejor permitir cada atropello a la clase trabajadora para que aumentase su conciencia de clase e iniciasen una revolución?", preguntó el joven delegado. Algo así como brincarse la parte de rezar e ir directamente a la voluntad divina, pensé en ese momento.

Bueno parece que la ultraizquierda se ha tragado esa lógica socio-masoquista. Pero hay un pequeño problema. Al menos para los que, según ellos, desde el marxismo-leninismo arribaron a esa disparatada conclusión: Lenin no comparte su afición por la auto flagelación revolucionaria. Más bien ve a la república  democrática como tierra fértil donde el proletariado está en mejor condición de organizarse y alcanzar su eventual victoria, su tarea histórica.

"Nosotros somos partidarios de la república democrática, como la mejor forma de Estado para el proletariado bajo el capitalismo, pero no tenemos ningún derecho a olvidar que la esclavitud asalariada es el destino reservado al pueblo, incluso bajo la república burguesa más democrática… La clase obrera necesita conquistar las reivindicaciones democráticas de carácter general sólo como medio para desbrozar el camino que conduce a la victoria sobre el enemigo principal de los trabajadores: el capital".

Lenin, El Estado y la revolución. Capítulo I.

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