Trump ha creado un grupo de trabajo sobre combustibles nucleares (NFWG, por sus siglas en inglés) para encontrar maneras de revivir la producción nacional de combustible nuclear y la extracción de uranio. A principios de octubre, el mandatario dio al grupo 30 días adicionales para buscar una solución al problema que no fuera el proteccionismo, propuesto por el NFWG.
Rusia, en particular, suministra el combustible nuclear a Estados Unidos desde el 1987 y lo siguió haciendo incluso después de que las relaciones entre los dos países comenzaran a deteriorarse en 2014.
El futuro poco prometedor de la producción nacional
La creación del NFWG se dio después de una petición de las dos principales compañías estadounidenses de enriquecimiento de uranio: Energy Fuels y Ur-Energy. Las empresas buscaban que Washington impusiera la adquisición obligatoria de cuotas de la producción nacional de uranio enriquecido tanto en las centrales eléctricas como en la esfera de la defensa nacional, una medida que el presidente rechazó.
Ya en la década de 1980, la industria en EEUU sufría con los altos costos de producción del combustible nuclear debido al uso del método de difusión gaseosa. Mientras que la URSS —y más tarde Rusia— utilizaba la tecnología de las centrífugas, la cual requiere alrededor de 50 veces menos energía y produce mayores concentraciones de uranio enriquecido. Fue en este entonces que Washington pasó a importar el combustible en lugar de desarrollarlo nacionalmente.
La industria de producción de combustible nuclear de EEUU actualmente sufre los altos costos de seguridad, lo que dificulta su competencia con los combustibles extranjeros más baratos. La minería nacional de uranio también sufre por problemas similares. Aunque el país norteamericano posea numerosos pozos de uranio preservados, se necesitaría una gran inversión para reabrirlos de una manera que no violara las actuales leyes estadounidenses de protección del medioambiente.