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Víctimas de conflicto armado en Colombia vuelven a su pueblo tras 17 años de incertidumbre

© REUTERS / John VizcainoProtestas de taxistas colombianos en contra de Uber, Bogotá
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BOGOTÁ (Sputnik) — Habitantes del municipio colombiano de Bojayá (Chocó, nordeste), algunos de los cuales son sobrevivientes de la peor masacre perpetrada en Colombia por cuenta del conflicto armado hace 17 años, reciben los restos mortales de 72 de sus allegados que fueron plenamente identificados.
"A nosotros, como comunidad, nos hacen falta 100 personas que desaparecieron en la masacre, pero vamos a recibir los restos de 72 que fueron identificadas plenamente", dijo a Sputnik José de la Cruz, vocero e integrante del Comité de Víctimas de Bojayá, municipio donde tuvo lugar el hecho.

El recibimiento de los restos provenientes de Vigía del Fuerte, una localidad cercana a Bellavista, donde ocurrió el bombardeo, son parte de un duelo que se prolongará hasta el 26 de noviembre, tiempo durante el cual habrá rituales de las comunidades negras, novenas religiosas, un velatorio colectivo y la siembra de árboles como símbolo del "renacer de los mártires".

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El hecho ocurrió el 2 de mayo de 2002, en medio de un combate entre las entonces existentes Autodefensas Unidas de Colombia (AUC, paramilitares) y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC, guerrilla) que para entonces ya cumplía más de 24 horas de refriega, por lo que alrededor de 400 personas se refugiaron en la iglesia del pueblo, que consideraron como el único sitio seguro.

Sin embargo, un cilindro de gas usado por la guerrilla como bomba, rompió el techo de la iglesia y detonó en el altar, lo que se cobró la vida de 79 personas, aunque los moradores señalan que fueron 100 los fallecidos y decenas los heridos.

"En mayo de 2002 esas personas simplemente desaparecieron de nuestras vidas y no las volvimos a ver más, ahora vamos a compartir con ellas, vamos a poderles hablar, desahogarnos, decirles cosas que no habían sido posibles porque no teníamos certeza de su identidad", agregó De la Cruz, quien perdió cuatro sobrinos en la masacre y una decena de amigos.

Los enfrentamientos entre las AUC y las FARC también se cobraron por esos días las vidas de habitantes de caseríos vecinos, los cuales el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) cifra en siete en Napipí y cinco más en Vigía del Fuerte.

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Días después de la masacre, algunos de los sobrevivientes recogieron los cadáveres y los enterraron en una fosa común, pero luego los trasladaron al cementerio de Bellavista Nuevo (una población a un kilómetro de distancia de Bellavista), donde estuvieron sepultados por catorce años sin recibir siquiera ninguno de los rituales funerarios acostumbrados por las comunidades negras del pacífico colombiano.

Para llegar a Bojayá desde Bogotá se debe tomar un avión hacia Quibdó, la capital del Chocó, y de ahí hay que embarcarse en una lancha rápida por el río Atrato durante cuatro horas hasta Bellavista, un pueblo fantasma, en ruinas, donde sólo permanece la iglesia en pie.

En Bellavista Nuevo la situación no es mucho mejor.

Allí viven unas 1.600 personas que antes habitaban en el sitio del ataque, pero que ahora enfrentan la nueva violencia de disidencias del paramilitarismo y de la guerrilla del ELN, donde los servicios públicos y las vías son escasos y donde no hay ni siquiera un hotel, por lo que los pocos visitantes que llegan al lugar deben acampar al aire libre en medio del clima húmedo tropical de la región.

Fue ese mismo clima, sumado a la acidez del suelo del Chocó, lo que deterioró los restos de las víctimas a tal punto que algunos de ellos, como los de los neonatos, hoy son prácticamente imposibles de identificar.

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Desde los hechos, Bojayá estuvo en la memoria de los colombianos, pero fue sólo hasta el periodo final de los diálogos de paz de La Habana (en 2016) cuando el caso fue considerado prioritario en el marco de la búsqueda de personas desaparecidas y reparación de víctimas, por lo que se realizó la exhumación de los cuerpos en mayo de 2017.

En ese procedimiento se recuperaron 78 bolsas con los restos de las víctimas, varios de ellos mezclados, lo que dio inicio a la identificación de las osamentas, trabajo que tomó dos años y medio realizar.

"Vamos a hacer entrega de 72 restos que identificamos con plenitud, así como un cuerpo más que tiene perfil genético pero que no está identificado porque no tenemos familiares con qué cotejarlo, además de siete cuerpos de los que no se obtuvo perfil genético porque las estructuras óseas están muy deterioradas", explicó a Sputnik Claudia García, directora del estatal Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses.

La funcionaria agregó que también se entregará "un conjunto de estructuras óseas que están mezcladas y de las cuales no se puede asegurar que correspondan a algún cuerpo", por lo que la cantidad de restos suma 81, destacó.

Asimismo, señaló que se hará una entrega simbólica de varios neonatos que murieron en la masacre y cuyos restos no se pudieron identificar científicamente.

"La comunidad nos dice que varias de las mujeres que murieron estaban en embarazo, por lo cual reconocemos la existencia de esos neonatos, pero no podemos identificarlos con la tecnología actual; no hay ni siquiera restos de ellos, así que los entregaremos de manera simbólica", explicó García.

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Al respecto, De la Cruz agregó que en total serán 99 los entierros que se harán, ya que además de los neonatos se "levantarán tumbas" en memoria de las personas que murieron en Napipí y Vigía del Fuerte días después de la masacre, así como de otras que fallecieron —según los pobladores— por causas que relacionan con el hecho, como cáncer.

Tras llegar a Vigía del Fuerte este 11 de noviembre en la mañana, los restos serán llevados en la tarde en canoas por el río Atrato hasta Bellavista y, después, hacía Bellavista Nuevo, recorrido durante el cual se harán paradas en las riberas para que sus habitantes, vestidos de blanco, les rindan homenaje.

Además, en Bellavista Nuevo se les rendirá una eucaristía, un ritual fúnebre con rezos y alabanzas típicas de las comunidades negras de la región y una oración final.

"Lo que buscamos con estas ceremonias es que haya un espacio de reencuentro de las familias con sus seres queridos muertos", destacó De la Cruz.

Pese a que los restos llegarán este 11 de noviembre a Bojayá, sus familiares, conocidos y amigos sólo los recibirán el 17 de noviembre y al día siguiente los mismos serán llevados en una procesión hasta el mausoleo, donde se realizará el sepelio colectivo.

Un día después, el 19 de noviembre, comenzará el novenario de despedida con el que la comunidad de Bojayá espera que, por fin, sus muertos descansen en paz.

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