Recientemente conformados en una asamblea de trabajadores de la cultura, facilitadores y talleristas de los Talleres de artes y oficios comunitarios (un programa conocido como TAOC) se reunieron a otros precarios de la Secretaría de Cultura para exigir una revisión de fondo de las condiciones legales y materiales en las que trabajan. Ellos sostienen la oferta cultural que el Gobierno capitalino ofrece en los "puntos de innovación, libertad, arte, educación y saberes", llamados Pilares, adscritos a la Secretaría de educación, ciencia, tecnología e innovación (Sectei).
Formalmente, los programas TAOC y Festivales de barrio fueron creados como pilotos por la actual administración y lanzados en enero de 2019 como parte de su política de garantizar el acceso a la cultura y al arte, "de los sectores más marginados y discriminados"; así como "promover la recuperación del espacio público y la creación de procesos culturales de carácter comunitario", según la propia información oficial.
Lo que los organizados denuncian es que a pesar de sostener la oferta cultural pública en las zonas más pobres y marginadas, estos trabajadores no están siquiera reconocidos como tales frente al Gobierno, que los toma como beneficiarios de una política social, negando el vínculo laboral, así como todo tipo de prestaciones, preparación o seguridad para desarrollar esta tarea.
Cuatro trabajadores de estas áreas hablaron con Sputnik sobre el conflicto actual y sus reclamos de mejoras laborales, que buscarán elevar hacia la Secretaría de Trabajo local y hacia la Jefatura de Gobierno capitalino.
Ser "becario"
Es importante entender que los "beneficiarios" del Programa TAOC son quienes dan los talleres y también lo son los "facilitadores" encargados de organizar la oferta cultural de los Pilares y de sostener el vínculo entre los talleristas y la institución. Los "usuarios" en cambio, son los vecinos de todas las edades que asisten a los talleres que los beneficiarios preparan.
"El programa se gestó bajo un modelo de asistencia a los beneficiarios, pero como tales, los 'beneficiarios' tenemos horarios y cubrimos entre 40 y 60 horas al mes, más dos jornadas culturales, además de preparar los talleres fuera de ese horario. Tenemos que tener presencia en los Pilares y tenemos que informar de nuestro trabajo con fotos y reportes, así como hacer cierres trimestrales que es como hacen visible el efecto de su política cultural, pero según ellos, no somos trabajadores", explicó uno de los talleristas de TAOC que no está de acuerdo con la situación.
Institucionalmente, el Programa depende de la Dirección General de Vinculación Comunitaria, a cargo de Benjamín González Pérez, aunque también tienen injerencia la Dirección de vinculación cultural, a cargo de Raquel Dávila, y de la subdirectora de Cultura comunitaria, Irma Donghú.
Desde que surgieron los primeros conflictos por retrasos en los pagos en el mes de abril de 2019 —con apenas cuatro meses funcionando— algunos de los trabajadores buscaron elevar su descontento con los responsables arriba mencionados.
"Nos dijeron que como beneficiarios no tenemos ninguna relación laboral con la Secretaría", explicó uno de los consultados, "pero evidentemente ahí hay un eufemismo, porque somos trabajadores sin reconocimiento. Diría que es como una subcontratación, pero es peor, porque si así fuera al menos tendríamos ciertos derechos laborales, pero como beneficiarios no tenemos nada", explicó el tallerista consultado, que entró en una segunda fase de contratación.
Lo preocupante es que los trabajadores de otras áreas preexistentes de la Secretaría de Cultura de gobiernos anteriores, también fueron "homologados" como "beneficiarios" del Programa social, precarizando su situación.
"Los trabajadores de la cultura de la ciudad nunca hemos tenido un reconocimiento laboral pleno ni condiciones adecuadas de trabajo en los 20 años que han existido las Fábricas de artes y oficios (conocidos como Faros, la política más antigua de cultura comunitaria en el anterior Distrito Federal)", explicó otro de los trabajadores consultados.
"Los faros llevaban un camino recorrido para exigir mejores condiciones, pero fueron anexados al Programa TAOC, como también lo fueron los trabajadores de los centros culturales Villa Urrutia, José Martí y el Centro Cultural La Pirámide", explicó.
El malestar entre estos trabajadores de la cultura precarizados y no reconocidos hizo que se organizaran en una primera asamblea el 25 de noviembre, de la que participó un grupo reducido; pero para la segunda, que fue el 2 de diciembre, ya se habían sumado un centenar de personas de distintas áreas de todas las alcaldías de la ciudad. Los consultados explicaron que buscarán elevar sus reclamos a la Secretaría de Trabajo y, también, a la Jefatura de Gobierno al no encontrar eco en los responsables de la Secretaría de Cultura para atender y mejorar su situación.
Talleristas y facilitadores precarizados
"Soy bailarina y entré al Programa por sugerencia de un compañero", explicó otra de las fuentes consultadas que están en conflicto. "Elegí artes y oficios sin estar segura de qué iba a hacer porque no nos pedían experiencia en una disciplina artística sino en el trato con la gente y en poder identificar y resolver problemas", explicó.
Esta trabajadora que entró al inicio del Programa TAOC metió su solicitud por medio de la página web, asistió a una entrevista a la que la convocaron 20 días después y, sin más, la aceptaron y llevaron a una charla de capacitación.
"El vínculo con la Secretaría de Cultura siempre ha sido lejano y ambiguo, pero uno que nunca trabajó para el Gobierno, no se espera cómo va a ser. Pronto nos dimos cuenta de las deficiencias de los espacios para trabajar y los horarios, de las deficiencias materiales que teníamos que hacer frente los talleristas y los facilitadores, que somos quienes estamos sacando a flote a los Pilares", agregó.
Uno de estos facilitadores de la primera camada, que asumen una mayor responsabilidad, relató su experiencia a Sputnik:
"Soy facilitadora de TAOC y coordino a los talleristas aunque realmente no somos diferentes porque ambos somos considerados beneficiarios de un Programa Social sin una relación laboral reconocida con la Secretaría de Cultura de la CDMX", sostuvo.
Sin embargo, dijo, en la práctica "es un trabajo cabrón (difícil) —él de facilitador— porque tienes que mediar entre los talleristas y la Dirección del Programa, eso implica contener el malestar de los talleristas por las condiciones de trabajo, hacer medio de policía también", explicó.
"Los facilitadores ni siquiera tenemos un número asignado de horas a cumplir, por lo que se vuelve un trabajo infinito, muy mal remunerado, cumpliendo jornadas de 13 horas de trabajo al día y se nos exige disponibilidad los fines de semana. Es porque no estamos bajo ninguna figura laboral reconocida que se cometen esta serie de abusos", explicó.
Los consultados refirieron que no tienen ningún tipo de protocolo de seguridad ante situaciones de violencia como balaceras que puedan ocurrir en las zonas donde trabajan, o bien, preparación para saber cómo responder ante otros actos violentos, como por ejemplo, al detectar que entre los usuarios se presenta un caso de violencia intrafamiliar.
"En las mesas de trabajo que mantuvimos previamente con los directores del programa se nos dijo que podemos tomarnos descansos y que tenemos derecho a no trabajar si no queremos, pero en términos reales no sucede así. En TAOC hay una exigencia para cumplir un compromiso altísimo, por un apoyo económico precario y sin prestaciones sociales", concluyó.