Se llevó el gato al agua. O varios. Palabras como 'aplastante', 'incontestable' o 'contundente', sirven para describir el resultado de las elecciones en las islas británicas y que semanas antes varios oráculos ya lo habían advertido en formato de sondeos.
En cambio, expresiones como 'debacle', 'caída estrepitosa', o 'final de trayecto', sirven para describir la derrota del laborista Jeremy Corbyn y su situación al frente del partido. Esto, coronado con la comprobación tangible e histórica que señala que son los peores resultados del partido desde el año 1935. Ese es el gran 'logro' del líder laborista.
Un resultado, una sentencia
Son 368 los escaños otorgados por los ciudadanos al Partido Conservador, 50 por encima de los obtenidos en 2017. Mientras, el Partido Laborista arañó sólo 191 asientos, lo que se traduce como una pérdida de 71 representantes.
Estos comicios también dejaron constancia del nacionalismo imperante en Escocia, que pretende convocar un nuevo referéndum para, esta vez sí, consumar su salida del Reino Unido, es decir, su independencia, para volver al seno de la UE.
Razones de una debacle anunciada
Sergio Fernández Riquelme, historiador y Doctor en Sociología y Política social, señala al respecto que, como en otras partes de Europa, "el voto obrero de la zona de los Midlands y que era el foco fundamental del voto socialdemócrata en Reino Unido, ha virado y ha dado una mayoría absoluta tremenda a Boris Johnson".
Riquelme fundamenta su análisis en el hecho de que "Boris Johnson y el nacionalismo británico más duro le ha arrebatado [los socialdemócratas] gran parte de ese discurso y ha dejado a un país preparado para decir 'adiós' a la Unión Europea y abrazar de nuevo su relación con los EEUU".
"En una época de miedo global, de inseguridad global sobre lo que tenemos y lo que podemos perder, cala y está calando de manera muy eficaz ese discurso del odio, del miedo, del rechazo al diferente, que se convierte en el elemento central del debate político", concluye el profesor Sergio Fernández Riquelme.