Un acuerdo chino-israelí sería tanto un gesto político como económico, consideró Foreign Policy en su reciente artículo. Aunque Pekín se beneficiaría de las relaciones comerciales, el acuerdo daría acceso a algo de mayor valor: el desarrollado sector tecnológico israelí. Las innovaciones de Silicon Wadi —el mayor parque tecnológico de Israel— no solo pueden proporcionar tecnología a las industrias chinas, sino que también son capaces de ayudar a expandir las actividades de vigilancia del país.
El estrechamiento de la cooperación chino-israelí probablemente generará oposición por parte de EEUU, como ya ocurrió con el acuerdo de 2015 que otorgó al Shanghai International Port Group los derechos de operación del puerto israelí de Haifa.
Las protestas de Estados Unidos, sin embargo, no impedirán que Israel proceda a firmar el acuerdo, considera Foreign Policy. Según las encuestas, alrededor del 66% de los israelíes tiene una visión positiva de China, lo que puede explicarse por el hecho de que el antisemitismo en China es prácticamente nulo.
Por otro lado, las relaciones con China difícilmente reemplazarían a las que mantiene la nación hebrea con Estados Unidos, considera el medio. El país norteamericano es el proveedor de equipos de defensa más grande del mundo y es capaz de vetar cualquier resolución que vaya en contra de los intereses de Israel en el Consejo de Seguridad de la ONU, una garantía que Pekín no puede ofrecer.