Modelos anteriores como el Eurofighter Typhoon o el Rafale se sustituirán por el conocido como FCAS (Future Combat Air System) o NGWS (Next Generation Weapon System), en sus siglas en inglés. El proyecto tiene previsto operar a partir de 2040. España se sumó al consorcio con un 33% de participación. En junio —durante la Feria de la Aeronáutica y el Espacio de Le Bourget, en París (Francia)— se dio el pistoletazo oficial, con las respectivas autoridades de cada país presentes.
"Es una enorme oportunidad de desarrollo para la industria española y reforzará la posición del sector en el escenario competitivo que abre la nueva Europa de la Defensa", insistió Manuel Rodríguez Cerezo, director del programa del FCAS en Indra.
Ahora, sin embargo, no hay mucho avance. Aparte, el Bundestag (parlamento alemán) habla de invertir 85 millones de dólares (unos 776 millones de euros) en cinco estudios sobre el FCAS. Francia participaría en dichos estudios con la misma cantidad de dinero y esperaban que España hiciera lo mismo. Sin embargo, se cree que España no se unirá hasta el tercer trimestre de este año. Mientras, Alemania o Francia ya se han involucrado en el proyecto, aunque sigue paralizado. Igual que otros sistemas de combate terrestre o aéreo como el MALE (un dron de gran alcance en altura y resistencia).
"Desde 2017, hemos tenido un objetivo extremadamente ambicioso: equipar a nuestros respectivos ejércitos con medios de combate de nueva generación, en los dominios terrestres y aéreos", dijo Florence Parly, la ministra de Defensa francesa, durante la tercera reunión de la Asamblea Parlamentaria franco-alemana en Estrasburgo, el pasado 5 de febrero.
No obstante, desde la feria en París, el junio pasado, no se ha adelantado mucho. Dassault Aviation y Airbus han estado esperando los contratos de producción de dos demostradores de tecnología para el FCAS, sin éxito. El valor de tales acuerdos es de 4.000 millones de euros por cada país y el objetivo era verlos volar en 2026.