La alarma ha corrido como una chispa en un reguero de pólvora, más que en las autoridades comunitarias, en el ciudadano de a pie, que ya no se fía de nadie y mira con recelo a toda aquella persona que porte una mascarilla, aunque sea en un centro asistencial y por un simple resfriado.
Y pese a lo que en las esferas de las autoridades epidemiológicas de varios países, tal alarma es infundada al tratarse de una simple gripe —aunque nueva— sin más, desde Bruselas han saltado otro tipo de alarmas: las político-diplomáticas. Así, se afanan en pedir a todos los miembros del club a no cerrar fronteras de forma unilateral a cuenta de este virus.
Esto pedido llega asimismo en un contexto en que el primer ministro de Eslovaquia, Peter Pellegrini, quien días pasados estuvo presente en la cumbre de Presupuestos de la Unión Europea, donde entre otros se reunió con el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, fue ingresado con síntomas muy parecidos al coronavirus, aunque el Gobierno de su país se haya adelantado en afirmar que no padece dicha enfermedad.
En medio de este barullo, Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de una de las máximas autoridades institucionales a nivel global, la Organización Mundial de la Salud, decidió curarse en salud, como dice la frase. "Tenemos que hacer todo los posible para prepararnos para una potencial pandemia", dijo sin anestesia.
"Mientras en China se han tomado medidas, que según la Organización Mundial de la Salud parecen estar resultando eficaces para controlar la enfermedad, ahora tenemos la duda de si medidas similares serán o podrán ser adoptadas en otros países con la organización y la firmeza que ha demostrado China", opina Adrián Zelaia.