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"No es educación, es mero divertimento": ¿se puede regular el porno?

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La industria del porno es diana de protestas por su forma de tratar las relaciones sexuales y el papel de la mujer. En los últimos tiempos, se la ha acusado de impulsar las 'manadas'.

"¡Que dejen en paz mi masturbación, que no decidan con qué puedo o no masturbarme!", protesta Nacho Vidal al otro lado del teléfono. El actor porno se queja de las acusaciones que, cada cierto tiempo, se vierten sobre su industria. Se les culpa de dar una visión deformada de las relaciones sexuales, de denigrar a la mujer e incluso de inducir a las violaciones grupales. Y de ahí que salgan voces que hablen de legislar este tipo de cine.

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Por ejemplo, la pareja de mujeres conocida como Towanda Rebels ha dejado clara su postura en varias ocasiones: "El porno educa manadas", insisten. Tanto en su canal de Youtube como en diversas entrevistas, este grupo formado por Teresa Lozano y Zua Méndez —definidas en su cuenta de Twitter como comunicadoras y actrices— arremete contra el sector.

"Pasan estas cosas porque tenemos una educación sexual nula, los chicos se educan en el porno y en los estereotipos de género", indicaban en una publicada en el diario Abc. "El porno nos dice que cualquier acto violento contra una mujer es un jolgorio. Lo han aprendido del porno de la mujer-objeto y el hombre-polla", apuntan, indicando que uno de los términos más buscados en estas páginas es violación. "No nos veis como iguales si creéis en un modelo de la sexualidad en el que solo podemos complacer y ser usadas", sentenciaban.

La diputada socialista Andrea Fernández iba más allá. En una entrevista de 2019 con el periódico El Español, decía: "Hay que actuar contra la pornografía, porque es un ámbito sobre el que apenas se ha trabajado y es lo que está educando manadas. Que un niño o una niña que nunca ha tenido una experiencia sexual pueda ver todo tipo de sexualidad misógina en internet es grave. Tiene que dejar de ser un tabú y la política tiene que entrar de lleno".

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A la pregunta de cómo se podía regular, Fernández contestaba: "Es una materia extremadamente compleja. Regular el tráfico en internet con una ley nacional es prácticamente imposible. Debemos ser más ambiciosos porque es algo que tiene que trabajarse en clave europea o internacional. Personalmente soy abolicionista, pero el porno tiene que estar regulado en cuanto al consumo, especialmente para menores de edad. Es sintomático que el porno que se consume esté basado mayoritariamente en la violencia y en las agresiones hacia las mujeres. Aquello con lo que nos excitamos también es político y debemos trabajar a través de la educación y la regulación".

Edad precoz y facilidad de acceso

Sus opiniones las comparten algunos colectivos sociales, que critican la facilidad de acceso a contenidos pornográficos y los modelos que se muestran. Según la investigación titulada Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales, presentada en junio de 2019 por la Universitat de les Illes Balears y la red Jóvenes e Inclusión en Madrid, el 70% de jóvenes entre 16 y 29 años consume porno. La edad media de inicio son los 14 años, aunque hay quien lo adelanta hasta los ocho. Siendo los hombres la audiencia principal: el 87% dicen que la han visto alguna vez y casi un 30% se consideran un poco adictos o posiblemente adictos.

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El portal del sector Pornhub, que realiza informes anules sobre los hábitos de los consumidores, muestra que el público se compone en un 32% por mujeres y un 68% de hombres. Una cifra que coincide tanto en España como a nivel mundial. Donde hay cambios es en la edad: la media del visitante de Pornhub a nivel mundial es de 36 años, mientras que en España son los 41 años, con un 61% de usuarios por encima de los 35 años (en concreto, el 32% de los usuarios españoles tiene entre 25 y 34 años, el 26% tiene entre 35 y 44; y el 17% tiene entre 45 y 54 años).

Libertad del consumidor

Los protagonistas de la industria, sin embargo, defienden la libertad de cada consumidor y abogan por la educación. Como Nacho Vidal, que defiende su oficio y al gremio analizando su historia. "Creo que la pornografía nació, para un público de masas, en los años 70 (sin contar con los millonarios que pudieran tener vídeos privados). Bueno, pues habría que preguntar a las mujeres maltratadas en los años 40, 50 o 60. A quienes pegaban o violaban. ¿O acaso antes no había?", exclama el actor.

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Vidal aboga, en este sentido, por la educación: "Es lo primero que habría que hacer, porque cuanto más se prohíbe, más lo va a buscar el ser humano". "El maltrato al hombre, a la mujer, a los animales o a la naturaleza existe desde siempre. Y si maltratamos todos es por la mala educación", espeta, aclarando que lo primero que habría que hacer es distinguir entre lo que es realidad o ficción. "El porno es una ficción. Nadie sale de una película de superhéroes saltando por la ventana ni de una de suspense matando a gente", argumenta.

"Estaría totalmente en desacuerdo de regularlo", dice Pablo Ferrari, actor, director y productor porno. Según expone tajantemente, "el porno no educa, es puro divertimento". Ferrari también subraya que este sector hace ficción y comenta que la oferta es tan amplia como la existencia de gustos particulares.

"Cada uno rueda lo que le gusta o lo que puede. Y el público es libre de elegir", teoriza.

"Puede que se deban legislar ciertas cosas, como en Inglaterra", señala. En este país se ha metido mano, por ejemplo, a los contratos laborales de actrices o actores, que tributan como autónomos, y a la identificación para entrar en los contenidos, verificando que se es mayor de edad. "Y en Estados Unidos no se puede rodar una escena de una mujer con los ojos tapados o si sale atada tiene que dar ella la cuerda y que se vea", esgrime. Tampoco, comenta Nacho Vidal, se pueden introducir más de cuatro dedos en la vagina ni simular situaciones de violencia.

Silvia Rubí es actriz y fue directora artística del Salón Erótico de Barcelona en 2018. El anuncio promocional de esta feria se titulaba Sin educación sexual y contaba cómo "el porno era el libro de instrucciones" con el que la mayoría de la gente se iniciaba en las relaciones sexuales: "De ellos has aprendido cómo, cuándo y por dónde meterla", asentía, sentenciando que el cambio de paradigma era una obligación. Rubí se reafirma por correo electrónico:

"Creo firmemente que la falta de educación, el escuchar a personajes como los de Vox en los medios, los discursos progres paternalistas y el patriarcado los máximos responsables de la violencia de género. El porno es ficción y si no se entiende eso no se debería de consumir".

La directora Erika Lust, que define su estilo como porno indie o feminista, advierte de la dificultad de la legislar y  ve "preocupante" que "todo tipo de contenido extremo y violento esté disponible tan abiertamente para que lo vean los jóvenes". 

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"Pero no creo en la censura. ¿Debería ser más difícil acceder a la pornografía? Probablemente. Con internet, la pornografía está tan extendida como un género en todo el mundo que es difícil imaginar cómo sucedería una regulación estricta. Regular el porno en Internet probablemente lo empujaría a la deep web y no queremos eso en absoluto", reflexiona Lust.

"Creo que la pornografía está en todas partes y de forma gratuita, por lo que debemos asumir la responsabilidad y comenzar a educar a los jóvenes sobre cómo navegar. Para mí, esto significa programas integrales de educación sexual que incluyen alfabetización sexual y películas para adultos que muestran consentimiento, placer mutuo y una variedad de deseos y sexualidades", agrega, enfatizando que no considera la opción de prohibir "ciertos temas o bloquear a ciertos espectadores".

Lust analiza la trayectoria del sector y ve su evolución, con internet y la precarización de sus trabajadores, como responsable de una deriva cada vez más salvaje: "Los artistas intérpretes, directores y productores tienen presupuestos más bajos y se les obliga a hacer películas más extremas que envían mensajes inquietantes a los consumidores sobre violencia, consentimiento y 'comportamiento normal' en las relaciones sexuales".

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"Nadie está hablando de lo que es la pornografía, que es un conjunto de obras con el único fin de excitar. Puede ser literatura, un cuadro o un mosaico. Me interesa mucho remarcarlo porque parece que son solo las webs", arguye Anneke Necro, también directora de contenidos alternativos y de pago. "No creo que sea culpable de agresiones, aunque pongo matices. De lo que no le quito la culpa al porno —y más ahora, que está accesible desde cualquier dispositivo— es de que forma parte de la cultura y crea tendencias o estéticas", asevera, apuntando que la clave será cuando nuestra propia educación nos dirija hacia contenidos menos machistas.

Prácticas vejatorias

Una opinión que complementa Paula Álvarez, profesional con la clínica propia Sexología con Pedagogía. "Ahora mismo, el porno mainstream entero sería censurable. Entiendo a las abolicionistas porque es falocéntrico, muy machista y muy vejatorio. Hay prácticas deleznables que se han convertido en categorías. Incluso llegando a un nivel de vejación no solo psicológica, sino que son una tortura y dejan secuelas físicas en el cuerpo de la mujer", advierte.

"Y el problema es que los niños están viendo esto mucho antes de iniciarse realmente en el sexo. Mezclan prácticas eróticas con otras vejatorias. Reproducen patrones que no tienen ningún sentido, como ahogar a la pareja sin saber si esta lo desea. Y tienen acceso desde el móvil, que es el verdadero inconveniente", incide.

Álvarez ve compleja la regulación y considera que no se explica que su contenido es una ficción, salvo en casos como el de Erika Lust. "Lo que haría falta no es una pedagogía a través del porno, sino educación sexual real en las aulas: hay que brindársela real para que los niños no acudan a esto para informarse. Si tuvieran una formación amplia de cómo funciona el consentimiento o las ETS podrían discernir y ser críticos con lo que están viendo", sentencia.

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