Un coronavirus para hackear el sistema mundial

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En un esclarecedor artículo, escrito hace casi 15 años, el sociólogo Edgardo Lander consideraba que el deterioro de las condiciones ambientales en el planeta iba a proveerle a la élite mundial, la excusa perfecta para avanzar en un plan de control a gran escala.

Argumentaba el académico que frente a un escenario de amenazas reales para la sobrevivencia de la especie humana, se establecería "un estado global de autoritarismo ambiental, un big brother, para salvar la vida en el planeta. Este estado autoritario-tecnológico regularía, supervisaría y controlaría de tal modo las amenazas destructoras representadas por la acción humana, que la vida, en estas condiciones, dejaría de ser propiamente vida".

Sin embargo, un proyecto de semejantes características ameritaría que se muevan las "placas tectónicas de la geopolítica mundial" a la misma velocidad con que lo hace una epidemia. Puede que el coronavirus no sea el fin en sí mismo, sino solo un instrumento, una fase más dentro de la silenciosa y tormentosa pugna entre los grandes poderes fácticos. 

Nuevas guerras

El portal de análisis estratégico TopWar, señala que la historia ha demostrado que las guerras mundiales se han desatado para lograr un reacomodo del sistema geopolítico, pero también para resolver de forma "maltusiana" graves problemas sociales como sobrepoblación e incluso estancamiento de las economías internas, una "renovación a través de la destrucción".

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Tecnología
Aislamiento y destrucción del coronavirus: así es el asombroso escudo protector | Fotos
"La Primera Guerra Mundial destruyó los Imperios ruso, alemán, austroalemán y otomano. La Segunda Guerra Mundial destruyó el Tercer Reich, la mayor parte de Europa, el Imperio japonés, y pronto causó la caída de los imperios coloniales británico y francés. La Tercera Guerra Mundial [la llamada Guerra Fría] condujo a la caída de la URSS y el campo socialista", señala el análisis.

Sin embargo, la élite guerrerista occidental luego de aprender del fracaso de Vietnam, entendió que muchas veces la respuesta no está en la guerra convencional. Mucho menos, cuando se intenta golpear a enemigos estratégicos, léase China e Irán, que tienen capacidad de respuesta nuclear o de alta capacidad de resistencia. ¿Qué se hace, entonces? En este caso, te vas por las ramas, aunque el destino final siempre sea el propio corazón de tu oponente.

La verdadera naturaleza de la enfermedad

Un dato interesante es que el coronavirus no es una pandemia dirigida a causar estragos poblacionales, sino otro tipo de efectos como la reingeniería social y económica del mundo. Y todo, sin lanzar una bomba.

"El nuevo coronavirus y las epidemias relativamente recientes están atrasados ​​en mortalidad. Entonces, el virus Ébola mató a más del 40% de las personas infectadas. Durante un brote de SARS en 2003, aproximadamente el 9% de los pacientes con un diagnóstico confirmado de SARS [síndrome respiratorio agudo severo], también conocido como SARS, 'muerte púrpura', murió en China. El síndrome respiratorio de Oriente Medio [MERS] 2012–2019 mató a aproximadamente un tercio de los enfermos", señala TopWar. 

Cuando la tasa de mortalidad es inversamente proporcional al pánico causado, y Cuba anuncia que ya cuenta con una vacuna para combatir la enfermedad, es legítimo pensar que estamos tratando no con un arma biológica, sino con una sofisticada herramienta al servicio de la guerra psicológica.

Tráfico en Madrid  - Sputnik Mundo
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¿A qué peligro estamos más expuestos que al coronavirus?
Una puesta en escena para medir la capacidad de reacción de los aparatos estatales de salud, de la modificación en las dinámicas interpersonales, de cuán lejos pueden llegar los seres humanos sometidos a situaciones de enorme estrés. Pero también, para medir la intensidad con que el búmeran puede golpear a tu puerta, en el caso de que en algún estamento militar se decida avanzar en una agresión biológica.

Nos han preparado a través de la mayor máquina de adoctrinamiento del mundo, la industria cultural estadounidense. Millones de personas han sido modeladas para que su inconsciente sepa qué hacer ante una epidemia que arrase con la buena parte de la humanidad.

Las películas, las series, los documentales constituyen "infinitas capas de ideas, imágenes y sentimientos" que como escribe Charles Baudelaire caen "sobre nuestro cerebro tan dulcemente como la luz". Su efecto es perdurable y aunque se crea que desaparecen cuando la pantalla se apaga, no, no lo hacen.

No obstante, un asunto es la teoría y otro la práctica. En vivo y directo, presenciamos cómo sociedades que se vendían como modelos cívicos para el resto del mundo, nos legan escenas de violencia en supermercados para comprar el último rollo de papel sanitario, vacían irracionalmente las estanterías, su clase comercial aumenta indiscriminadamente el precio de las mascarillas, aunque ello implique a la larga su propia ruina.  Ya no es el inmigrante la única amenaza, sino tu propio vecino. La violencia irracional, vuelve a tocar las fibras del altivo primer mundo civilizado y europeo, y derrumba el estereotipo de que la violencia y la agresión se hallan fuera de sus fronteras.

Lo que nos dejará el coronavirus

Así como ya lo hemos visto con la gripe aviar, y el SARS entre otros, cada apocalipsis tiene un comportamiento. Primero se encumbran y luego desaparecen de la agenda mediática y por tanto de la mente pública. Pasará lo mismo con el coronavirus. Sin embargo, mientras el ciclo se cumple hay varios asuntos que deben quedar como materia aprendida.

Nunca olvidar que el proyecto es la destrucción de los Estados nación: en estos momentos, la OMS funciona como un gran interlocutor para el resto del mundo. Los Estados quedan como replicadores y en este caso, como operadores de lineamientos y políticas consideradas para la totalidad del mundo. Una amenaza que se fortalece en la medida en que más interconectados estamos, es la fachada perfecta para ensayar formas de gobernanza cada vez más supranacionales.

Figuras de coronavirus y 'carnaval virus' en Dusseldorf, Alemania - Sputnik Mundo
El coronavirus desata una emergencia internacional de primer orden
La tasa de mortalidad, no de contagio, dictamina si estamos ante un experimento social o ante la primera fase de un armagedón: Hace 10 años, murió el físico Samuel Cohen quien creó la bomba de neutrones, mejor conocida como Bomba N. Era el arma que hacía concebible la posibilidad de una guerra nuclear, ya que podía destruir a los seres vivos sin afectar la estructura crítica.

Cohen elogiaba su invento diciendo que era la bomba "más sana y moral jamás diseñada porque, cuando la guerra termine, el mundo seguirá intacto". Un coronavirus con mayor letalidad, podría ser considerada una verdadera arma del día del juicio final. Si construyeron, financiaron y están aguardando en almacenes, las bombas N, qué nos hace pensar que no lo hagan con un arma biológica. Mantengamos vigilancia en la letalidad, no en el pánico. Pero además, así como nos preocupamos por el desarme nuclear, deberíamos preguntarnos dónde y quiénes están en estos momentos experimentando con cepas potencialmente peligrosas. Otro dato: Google y la Fundación Bill Gates son particulares entusiastas de la biotecnología.

Por sus palabras los conocerás

Así como en el cuento de Edgar Allan Poe, La carta robada, a la élite le encanta exponer sus planes para hacerlos invisibles. Los disfraza de películas de ciencia ficción y fantasía. Sin embargo, a veces también llevan las formas de organismos multilaterales. Christian Lagarde, publicó en 2012 un informe donde se exponía el grave peligro que para la economía global significaban la gente de tercera edad. Exhortaba Lagarde, a tomar medidas enérgicas para hacer frente a este problema. Ocho años después, por casualidad, se desata una epidemia que resulta más letal en los ancianos que los jóvenes. Al parecer, hay alguien por allí tomando notas en las sombras.

Por sus hechos lo confirmarás

El muro que tan obsesivamente desea construir Donald Trump, no solo debe verse bajo las usuales argumentaciones de "eso lo hace para amalgamar su base electoral" o de "brindar contratos de construcción a sus colaboradores". El muro es una señal de que el establishment maneja información estratégica que el resto no. Nada más leer, el informe de Tendencias Globales 2030, del Consejo Nacional de Inteligencia de los Estados Unidos, entenderemos que no hay visión del futuro que no prevean. 

Y no es de ahora, la preparación del protocolo de defensa interna, conocido como Garden Plot, prevía atender conflictos sociales al interior de la nación estadounidense, provocados tanto por la desigualdad social como por fenómenos de carácter masivo, léase, enfermedades epidemias y/o pandemias. Hoy, los medios de difusión informan que el gobernador de Nueva York ha tomado una decisión que catalogan de "drástica".

Despliega a la Guardia Nacional para atender la propagación del coronavirus en tal importante estado. ¿Quién puede criticar la ley marcial cuando se trata de defenderse de semejante enemigo? Además, en el hemisferio norte pueden hacerse esas cosas sin que se les considere que se restringe la democracia y la libertad individual. Ese tratamiento queda reservado solo para el hemisferio sur.

Enceguecer a plena luz

Noam Chomsky explicaba en sus 10 estrategias de manipulación mediática que para la élite, un elemento esencial es la estrategia de distracción, es decir, "desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las élites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes". Ya, al parecer, la televisión basura ha fracasado en su misión de adormecer. Ahora, la apuesta debe ser mayor. Pero ¿para distraer de qué?

El analista Joan Benach, escribe con profunda convicción que el coronavirus intenta ocultar el ruido que hará el estrepitoso crac económico que se aproxima.

"Como han señalado diversos economistas críticos, como Alejandro Nadal, Eric Toussaint o Michael Roberts, aunque los mercados bursátiles son imprevisibles, todos los factores de una nueva crisis financiera están presentes desde al menos 2017. El coronavirus sería tan solo la chispa de una explosión financiera, pero no su principal causa. Además, no debe menospreciarse el papel de los gigantes accionistas [fondos de inversión como BlackRock y Vanguard, grandes bancos, empresas industriales, y megamillonarios] en la desestabilización bursátil vivida en las últimas semanas. Estos agentes recogerían así los beneficios de los últimos años y evitarían pérdidas, invirtiendo en los más seguros aunque menos rentables títulos de deuda pública, y exigiendo a los gobiernos que una vez más echen mano de los recursos públicos para paliar pérdidas económicas", afirma Benach.

La mejor vacuna es la toma de conciencia

En la novela Reyes y dinosaurios, dos agentes expertos en guerra psicológica debaten sobre la vía rápida para lograr fracturar la sociedad escogida como objetivo militar. Dan con un algoritmo que bautizan "la sospecha del otro" y lo definen en los siguientes términos: "¿Quién media entre estos lobos que solo cuentan con la palabra del uno y del otro? Pues el Estado, el Gobierno, las leyes. Ahora, y esta es mi vuelta de tuerca, ¿qué pasa si rompemos la fiabilidad de estos dos en el árbitro?, ¿qué sucedería si hacemos volar por los aires lo único que los mantiene estables? Dime, Phil, ¿qué pasaría?".

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Combatir la histeria con humor: los mejores memes sobre COVID-19
Susana Rotker adelanta algunas respuestas en el libro Ciudadanías del miedo. En dicha compilación de artículos científicos,  se explica que el principal miedo que ha fomentado la modernidad, es el miedo al otro. Una especie de alterofobia que "va transformando al individuo quien se asume dentro de una nueva ciudadanía: la que otorga el miedo". 

La mejor vacuna que puede haber para esta pandemia, es entender no solo su naturaleza biológica, sino su efecto en el modelaje social y psicológico en los grandes grupos poblacionales.

Es una amenaza, pero también una inmensa oportunidad para dejar en evidencia que el capitalismo se ha obstinado por desmontar las capacidades que le permite a los Estados hacer frente a las necesidades humanas de forma colectiva. 

Frente a la avanzada por quebrar los vínculos que nos unen, y mantenernos aterrados ante nuestro otro cercano, debemos generar una nueva filosofía de la coexistencia y del propio futuro, y dejar de abonar la desesperanzadora sentencia de que el hombre es un lobo para el hombre. 

Repliquemos la idea de que la única y definitiva cura para esta crisis global es hacer viral la solidaridad.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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