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"Ustedes no quieren contagiarse y nosotros tampoco"

© AFP 2023 / Javier SorianoRepartidor de comida a domicilio en la Gran Vía de Madrid
Repartidor de comida a domicilio en la Gran Vía de Madrid - Sputnik Mundo
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11 de la mañana, distrito de Chamberí, Madrid. Hace más de tres horas que ha salido el sol y en el portal no se escucha nada. Ni se ha escuchado. Semanas atrás, los despertadores, el caer del agua en las duchas y las persianas rompían el silencio de la noche y daban por comenzado un nuevo día. Aunque lo más notorio eran las pisadas.

Un ir y venir de zapatos, botas y tacones que repiqueteaban en las escaleras y que acababan con el golpe que da la puerta de la calle al cerrarse. Un espectáculo sonoro que el coronavirus ha callado. Ahora, llega el mediodía y, en toda la mañana, a penas se intuye que vive alguien. Sin embargo, de repente, algo cambia. El vacío acústico es suplido por el contacto de la goma contra el parqué. Pero, no son las zapatillas de un vecino del inmueble. Son las de un repartidor.

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Y es que, en los tiempos del coronavirus, los andares de los trabajadores de empresas de reparto se han convertido en lo más reproducido en los edificios de toda España. Su labor se considera esencial y es uno de los oficios que se considera imprescindible, por lo que, al igual que sanitarios, personal de limpieza o de supermercados, tienen que seguir saliendo a la calle. "La situación provocada por el coronavirus es grave. Estamos expuestos, en primera línea prácticamente, ya que nos trasladamos de un lugar a otro y estamos con muchas personas a lo largo del día", comenta el primer repartidor que entra en el portal.

Solo lleva un paquete, pero, según él, "al estar las personas en su casa, piden mucho más". Trabaja entre 10 y 12 horas diarias, casi siempre para entregar productos que no son de primera necesidad. Por la caja que lleva, se intuye que es ropa. Al trabajador, que prefiere mantenerse en el anonimato, le indigna la falta de concreción del ejecutivo respecto a su situación laboral: "Desde mi punto de vista, el Gobierno lo está haciendo mal, porque prefiere potenciar el comercio y no se acuerda de nosotros. En el nuevo decreto dan carta libre a los repartidores, pero no especifica que debería repartir".

"Creo que tiene más peso el comercio que nuestra salud", se lamenta, mientras tuerce el gesto bajo la mascarilla.

Una queja que existe en todo el sector. Muchos repartidores se sienten desprotegidos y saturados por la carga de trabajo. "Nosotros lo estamos viviendo muy mal", reconoce otro trabajador, a la vez que va colocando paquetes en los felpudos de todo el rellano.

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Al igual que su compañero, este prefiere permanecer en el anonimato, aunque comenta que está contratado por un centro logístico que trabaja para Amazon. Ambos concuerdan en que están haciendo más horas y que, aunque los clientes suelen ser amables, no todos disponen de los medios para evitar el contagio. A veces, incluso, ni ellos mismos. "Los sistemas de protección los ponemos nosotros, no la empresa", explica el segundo repartidor.

Sin embargo, como dice, no le queda más remedio. "Tengo miedo a contagiarme, pero la obligación es la obligación. Y es una pena. Deberíamos estar más cubiertos y trabajar a medio tiempo", asevera antes que una mujer abra la puerta para recoger su pedido.

Productos de primera necesidad

El contenido de los paquetes es un misterio para lo que lo entregan. Sin embargo, con un simple movimiento se puede adivinar qué viaja en su interior. Y, por norma general, no se trata de alimentos o medicamentos. Es más, según Amazon España, los productos más vendidos desde que empezó la cuarentena son videojuegos, pesas, bandas elásticas, libros para colorear, discos, películas y el Amazon Fire TV Stick, con el que se puede convertir cualquier televisión en una Smart TV.

"Menos botellas de aceite, pañales, toallitas…Cualquier cosa", explica un mensajero de la empresa OTL Solutions.

Las ventas online se han incrementado y por ende el número de repartos. El joven trabajador de OTL Solutions comparte que lo normal es que lleve más de 130 paquetes al día. Cuando habla con Sputnik Mundo, tiene 137 en la furgoneta. Un número muy elevado, por lo que pide a los compradores solidaridad con su gremio. "Pedimos que la gente sea más consciente, porque no estamos llevando productos de primera necesidad. En las comunidades de vecinos, lo pone en los carteles, que solo se pida este tipo de bienes, pero no se respeta", asegura.

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Más crítico se muestra otro repartidor que carga una caja en la que se pueden leer las letras de una conocida cadena de venta de electrodomésticos. Indignado, levanta el paquete: "Se supone que la gente tiene que pedir productos de primera necesidad. Y no repartimos eso, sino ropa, electrodomésticos…Es más, estamos teniendo más envíos. De nada sirve la cuarentena, si la gente pide objetos inservibles. Es que la gente no piensa".

Antes de llevar el encargo a su comprador, el repartidor recuerda: "Igual que ustedes no se quieren contagiar, nosotros tampoco".

Comida a domicilio

Pero, no todos los mensajeros ven tan mal que su profesión sea una de las que no se detienen por el coronavirus. Algunos riders de empresas como Glovo o Deliveroo respiraron después que las autoridades les permitieran seguir llevando pedidos. Es más, días antes de que se decretara el estado de alarma, uno de ellos confesaba que no podía dejar de trabajar: "Si no se puede llevar la comida, no hay dinero para nada, ni para comida, ni para la renta…".

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Ese día, en Madrid, no se veían casi vehículos. Casi tres semanas después, la calzada está desierta. Más allá de los coches de policía, lo único que se ven son las bicicletas de los riders, que tienen todo el asfalto a su disposición. "Ahora se trabaja mucho mejor, ya que hay menos tráfico. Además, los agentes comprenden nuestra situación y nos dejan laborar tranquilos, siempre que no estemos aglomerados", indica Alejandro, repartidor de Glovo, a la salida de una pizzería.

El joven rider va ataviado con una mascarilla y con guantes. Sin embargo, no todos cuentan con los recursos necesarios para evitar el contagio. El sindicato UGT interpuso el 1 de abril una denuncia ante la Inspección de Trabajo contra Amazon, Glovo, Deliveroo y Uber Eats por no proporcionar medidas de protección a los repartidores durante la pandemia. Según las empresas acusadas, la escasez de material en España les está dificultando hacer llegar mascarillas y guantes a los trabajadores.

Pero, la mayoría no pueden bajarse de la bicicleta. Alejandro, que sí tiene material, admite que teme contagiarse, pero necesita el dinero.

"Somos autónomos y tenemos que salir para pagar nuestra cuota, los impuestos… Trabajamos para pagar las cuentas", afirma.

Durante toda la noche, Alejandro irá de aquí para allá. En su caja irán pizzas, hamburguesas o sushi. Sus pisadas serán lo único que resonará en muchos portales y el sonido del timbre de lo poco que alterará la rutina de las familias encerradas por la cuarentena. Él no puede y sus piernas acumularán kilómetros en estas semanas, en las que, también, su bicicleta, junto a la de otros, será de lo poco que se escuche en las silenciosas calles de España.

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