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Agricultores de Perú, parte débil de la cadena en tiempos de pandemia

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LIMA (Sputnik) — El sector alimentario es uno de los pocos que el Gobierno de Perú autorizó a seguir operando en medio de la pandemia por el nuevo coronavirus. Los pequeños productores podrían considerarse afortunados por seguir trabajando en un país angustiado por el paro, pero se están viendo igualmente afectados.

¿Cómo se entiende esta paradoja que afecta a cerca de 2,5 millones de personas que proveen de alimentos a las ciudades? Una parte de la explicación está en que los agricultores, usualmente propietarios de pequeñas parcelas donde se realiza un trabajo familiar, son sólo una parte de la cadena total de producción y, peor aún, la parte más débil.

"El abastecimiento depende de canales de comercialización, de transportistas informales que llevan los alimentos del campo a la ciudad y que en estos momentos están aprovechando la situación", dijo Eduardo Zegarra, investigador principal del Grupo de Análisis Para el Desarrollo (GRADE), en diálogo con Sputnik.

El experto indicó que "los pequeños productores no están organizados, son muy débiles y eso está ocasionando que les compren sus productos a precios muy bajos o que simplemente no les compren".

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Al jueves 9 de abril, la Convención Nacional del Agro Peruano denunció que el precio del kilo de papa, uno de los principales cultivos de los pequeños productores, se está adquiriendo a 30 céntimos de sol (3 centavos de dólar) por los intermediarios, cuando su precio de producción en el campo es de 70 céntimos (6,5 centavos de dólar).

En Perú, luego de los sectores de salud y seguridad, el alimentario, el farmacéutico y el financiero siguen operando sin grandes restricciones, pero para Zegarra, el Gobierno se ha ocupado, en el caso de los alimentos, de las industrias de procesados que, ubicadas en los centros urbanos, no están experimentando dificultades económicas por la cuarentena.

El problema con los pequeños agricultores pasa también porque necesitan de insumos o servicios para seguir operando, como pesticidas para controlar plagas o la contratación de personal extra para las labores de cosecha, todo lo cual está parado.

En Perú es común que gente de la ciudad acuda al campo cuando hay cosechas, en donde se les paga un jornal por los días que dure la actividad. Ahora los campesinos no pueden contar con esa mano de obra no solo por las órdenes de inamovilidad social, sino por el riesgo que implica que gente de los centros urbanos (los más infectados por el virus) se trasladen hacia las zonas rurales, más limpias de la pandemia.

Sin medidas de auxilio para el pequeño agro de parte del Gobierno, que ha privilegiado sus esfuerzos hacia el control y ayuda en las ciudades, lo cierto es que los peruanos están alimentándose menos con la caída de su poder adquisitivo, otro factor extra que se suma a la desafortunada paradoja de poder trabajar cuando la mayoría no puede hacerlo.

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