Es sabido que la fundición de bronce era conocida en la América prehispánica. El bronce es una aleación de cobre y estaño, con la que los pueblos indígenas hacían amuletos y campanas, entre otros objetos. Las aleaciones no se reducían al estaño con el cobre, sino que realizaban otras más complejas, siempre en procesos a pequeña escala y con implementos rudimentarios y simples.
Hasta ahora no se habían encontrado pruebas materiales que confirmasen la estrecha relación entre conquistadores y conquistados para la producción de bronce, más allá de los documentos históricos que lo señalaban. Un reciente estudio publicado en Latin American Antiquity da cuenta de los importantes hallazgos encontrados en sitio arqueológico de El Manchón.
Los arqueólogos sabían que este sitio fue habitado entre 1240 y 1680, por lo menos. Ya habían encontrado a lo largo de los años diversos artefactos y herramientas, aunque sin pruebas de ocupación o presencia de españoles. Pero allí también hallaron escoria de cobre, un subproducto o desecho de la fundición del metal.
Asimismo, en el sitio fueron encontrados restos de un horno a fuelles manuales con el que se fundía el cobre. Frente a la necesidad, los conquistadores introdujeron tecnología europea para que el proceso fuera más rápido.
Junto con el trabajo etnográfico, de archivo, y el análisis de las fabricaciones encontradas se determinó que en dicho lugar hubo una relación de interdependencia entre ambas poblaciones. Los indígenas obtenían a cambio privilegios políticos y económicos.
Según la investigadora Dorothy Hosler, "la única forma en que podían fundir cobre era colaborar con los pueblos indígenas que ya lo estaban haciendo (...) Esos trabajadores calificados, a su vez, pudieron negociar la exención de los impuestos aplicados a los demás pueblos indígenas".