El primer ministro, Giuseppe Conte, anunció el 9 de mayo en su cuenta de Twitter lka libertad de Romano: "¡Silvia Romano fue liberada! Agradezco a las mujeres y los hombres de los servicios de inteligencia exterior. ¡Silvia, te esperamos en Italia!".
Silvia Romano è stata liberata! Ringrazio le donne e gli uomini dei servizi di intelligence esterna. Silvia, ti aspettiamo in Italia!
— Giuseppe Conte (@GiuseppeConteIT) May 9, 2020
Sin embargo, cuando el día siguiente la muchacha aterrizó a Roma, vestida con una ancha capa verde y con la cabeza cubierta, símbolos de su conversión al islam, las redes sociales italianas se llenaron con insultos y mensajes de odio.
Bentornata in Italia, Silvia! pic.twitter.com/aWyBPzZDGJ
— Giuseppe Conte (@GiuseppeConteIT) May 10, 2020
#SilviaRomanoLibera pic.twitter.com/A2RD9yiWdy
— Giuseppe Conte (@GiuseppeConteIT) May 10, 2020
Un año y medio de cautiverio
La historia del cautiverio de Romano, cooperante de la ONG Africa Milele Onlus, se inició el 20 de noviembre de 2018, cuando ocho hombres armados, cercanos a los yihadistas somalíes de la organización Al Shabab, la secuestraron en la aldea keniata Chakama.
A principios del otoño pasado los yihadistas se pusieron en contacto con la Agencia de Información y Seguridad Exterior (AISE) italiana, enviándoles un vídeo para demostrar que la joven se encontraba en buen estado. Con la ayuda de los servicios especiales turcos, que tienen una ramificada red de contactos en Somalia, los italianos empezaron a negociar los términos de la liberación de Romano y meses después llegaron a un acuerdo.
Somalia tomó medidas contra 23 personas vinculadas al secuestro de la cooperante Silvia Romano 🇮🇹
— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) November 20, 2019
👇https://t.co/Nu8TamlKce
La suma del rescate no fue revelada, pero, según medios italianos, fueron millones de euros. A la pregunta del diario La Repubblica sobre el futuro uso de este dinero el portavoz de Al Shabab, Ali Dehere, respondió: "En parte servirá para adquirir armas que necesitamos cada vez más para conducir la yihad. El resto se destinará a pagar las escuelas, a comprar comida y medicinas que distribuimos al pueblo, a formar a los policías que mantienen el orden y hacen respetar las leyes del Corán".
Liberacion coloreada de verde
En el aeropuerto Ciampino, de Roma, Silvia apareció vestida de verde.
"Me convertí al islam, lo hice por mi propia voluntad, no hubo ninguna constricción de parte de mis secuestradores", aseguró la joven, añadiendo que los yihadistas nunca la habían tratado con violencia, ni la habían obligado a casarse. A mitad de su cautiverio pidió que se le permitiese leer el Corán y se convirtió al islam.
Los representantes de la comunidad islámica italiana, entrevistados por el diario La Repubblica, aseguran que la conversión no podía ser forzada. Según Amar Abdallah, imán de Nápoles, Silvia "es adulta y nadie puede forzar a un adulto a elegir algo (…) Además, el islam no acepta las conversiones forzadas". A su vez, el imán de Milán, Yahya Pallavicini, opina que "en una situación difícil como la que vivió el descubrimiento de una fe puede ser un apoyo".



Sin embargo, los jueces de instrucción que se ocupan del caso de Romano todavía no han establecido si la conversión fue realmente voluntaria o fue determinada por el cautiverio en el que la joven permaneció durante 18 meses. Algunos suponen que, incluso, si Silvia no sufrió ninguna presión, podría haberse convertido bajo el efecto del síndrome de Estocolmo, o sea una reacción psicológica en la que se crea una relación de complicidad entre la víctima y el secuestrador.
Oleada de islamofobia
La noticia de la liberación de la joven cooperante fue acogida en Italia con gran satisfacción. Sin embargo, cuando se supo que se transformó en Aisha, se desató una campaña de odio en el mundo real y virtual. En el barrio Casoretto de Milán, donde vive, apareció un folleto que decía: "Muchos de nosotros estamos hartos de pagar rescates, sobre todo en estos tiempos. ¿Salvar una vida para poner en riesgo muchas otras?"
El límte se alcanzó este 13 de mayo, cuando Alessandro Pagano, un diputado del partido de derecha Liga, tildó a Silvia de "neoterrorista". El líder de la Liga, Matteo Salvini, trató de defenderlo: "El problema no es Silvia Romano, mandada a la muerte segura, usada por los terroristas para obtener dinero y armas (…) miremos al enemigo verdadero, al peligro verdadero para nuestros hijos, para Italia, para el mundo, para la libertad: el islam fanático, integrista, violento, asesino".
#Salvini: Il problema non è #SilviaRomano, a cui auguriamo serenità e tranquillità, ma l'uso che il governo ne ha fatto. Il risultato? Un mega spot per i terroristi islamici. #agorarai
— Matteo Salvini (@matteosalvinimi) May 14, 2020
La intervención de Salvini no pudo salvar a Pagano de las ásperas críticas de parte de otros diputados, algunos de los cuales exigieron su dimisión.
En poco más de un año la AISE liberó a cuatro italianos secuestrados en diferentes países del mundo, pero sólo el caso de Silvia produjo tanta polémica. La cuestión que se discute parecería absurda: ¿aceptamos a nuestros compatriotas así como son o los rechazamos si no corresponden a la imagen estereotipada? ¿Nos cae bien un italiano católico, mientras a un italiano musulmán no lo queremos ni ver?
La única condición atenuante para que surjan preguntas similares es que el país está agotado por dos meses de cuarentena y demuestra reacciones exageradas, las cuales serían mucho más moderadas en tiempos normales.