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¿Racismo institucional o conductas individuales? Los ecos del movimiento Black Lives Matter llegan a España

© AFP 2023 / Daniel Leal-OlivasEl colectivo Black Lives Matter monta protestas en Inglaterra
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Ocurrió en ocho minutos y 46 segundos. La vida de George Floyd se desvaneció en ese lapso temporal. Un policía le asfixió en el suelo, inmovilizándole después de pagar con un billete falso de 20 dólares en un barrio de Minneapolis (Estados Unidos). El asesinato ha revolucionado a la comunidad negra y ha provocado protestas en todo el mundo.

En España se han visto en grandes urbes como Madrid y Barcelona —donde centenares de personas acudieron a la embajada y el consulado estadounidense, respectivamente— o en otras ciudades como Zaragoza y Girona, que sufrieron momentos de tensión y contaron con el saqueo de un supermercado.

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Los manifestantes se han unido al Movimiento Black Lives Matter y han esgrimido las últimas palabras de Floyd,  I can’t breathe (No puedo respirar), como lema para denunciar la opresión policial. Acusan además al país norteamericano de "racismo sistémico" y lo amplían al continente europeo.

Pero, ¿existe ese racismo institucional en estas latitudes? En España se podría trazar una línea que abarca 26 años desde el primer altercado con tintes de odio y xenofobia hasta el último escándalo con una persona de raza negra. El 13 de noviembre de 1992, la dominicana Lucrecia Pérez fue asesinada a balazos por un grupo de encapuchados. Tenía 32 años y llevaba poco más de un mes en Madrid.

Y el 15 de marzo de 2018, Mame Mbaye, un joven mantero senegalés, fallecía después de una persecución policial. La autopsia decretó que la muerte había sido por "causas naturales" tras sufrir un infarto, pero el suceso desató la ira de Lavapiés, barrio intercultural que reprochaba el acoso hacia los extranjeros.

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No han sido casos únicos. Entre medias, decenas de personas han perdido la vida en España por su procedencia o color de piel. Youssef M. Ouled, un periodista marroquí de 27 años, los reunió en un hilo de Twitter hace unos días. En él también incluye a quienes perecieron en centros penitenciarios o se suicidaron debido a una situación de hostigamiento. La lista responde no solo a homicidios sino al resultado global del racismo "sistémico".

"Siempre lo es así", responde Ouled por correo electrónico. "Tenemos que dejar de entender el racismo como una agresión verbal o física. Esa es solo una de sus manifestaciones", espeta quien se cataloga como "activista antirracista". "En España, quienes trabajan en los campos agrícolas o de internas del hogar y cuidados son personas negras, latinas y magrebíes. Lo hacen en condiciones inhumanas y tiene que ver con la forma en que el racismo funciona en el ámbito laboral", explica.

​Ouled suma el "racismo en el acceso a viviendas", "la segregación escolar" o "la brutalidad policial". "El racismo en España está y existe, no hace falta mirar a EEUU para conocerlo. En el Mediterráneo mueren negros y magrebíes desde hace décadas", apunta. En este sentido, la Unión Europea se mostró "conmocionada y consternada" por el asesinato de Floyd. Josep Borrell, Alto Representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad de la Unión, calificó el 2 de junio lo ocurrido como "abuso de poder" y aconsejó que "todas las sociedades deben permanecer vigilantes contra el uso excesivo de la fuerza".

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Para Ouled, sin embargo, atajar el racismo es "confrontar las consecuencias": hay que "luchar contra los delitos de odio a través de mecanismos" que "faciliten denunciar las agresiones racistas o de brutalidad policial (creando mecanismos independientes para investigarlos)" y establecer controles  de control "para las identificaciones por perfil racial realizadas por agentes de policía (y por las que España fue condenada) o acabar con las leyes racistas, como la Ley de Extranjería y las políticas fronterizas asesinas".

"Los discursos racistas no son nuevos. Siempre han estado aquí. Quizá no de forma tan explícita como en la actualidad, donde la extrema derecha es abiertamente racista. Aunque ellos no lo inventaron: empezó con gobiernos conservadores y progresistas", sostiene Ouled. "Las organizaciones antirracistas llevan años alertando, pero nadie escuchaba", zanja el periodista.

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Malick Gueye, portavoz del Sindicato de Manteros de Madrid, también considera que el problema viene de lejos. "Hay un sistema de dominación en el que determinados cuerpos sufren discriminación y violencia física y verbal", apoya Gueye, senegalés de 37 años. "Y lo de Floyd no es exclusivo de allá: en Europa muere gente en el Estrecho. Tenemos reciente lo de la playa de Tarajal en Ceuta [donde murieron 15 inmigrantes nadando, mientras guardias fronterizos les disparaban pelotas de goma] y lo de Mbaye", señala, agregando que gracias a estas tragedias "hay gente en la calle que tiene los ojos muy abiertos para denunciar las agresiones policiales".

​Unas afirmaciones parecidas a las que realizó el cantante de trap C. Tangana este 2 de junio en el programa de televisión El Hormiguero. "Hay que ver si pensamos que en España hay o no hay racismo. Creo que igual no lo vemos de una forma tan agresiva como ha sucedido en Estados Unidos o no provoca estas reacciones tan importantes, pero, sin duda, todavía hay cosas que arreglar dentro de nosotros mismos", reflexionaba.

"Creo que ahora mismo España está en un momento de mucha fricción", aseguraba C. Tangana, refiriéndose al nacimiento de un discurso xenófobo por parte de ciertos sectores políticos.

Azuzan la llama en momentos de crisis (como la actual, que conjuga una epidemia sanitaria y un desplome económico: se han registrado casi 28.000 muertes y se prevé un desplome del Producto Interior Bruto de entre el 9 y el 12%).

​Grupos parlamentarios como Vox, de extrema derecha, atribuyen a los extranjeros el gasto de ayudas sociales que restan del presupuesto general o el logro de puestos de trabajo por delante de los españoles. En realidad, cualquier subsidio o prestación estatal se rige por unas condiciones objetivas y el trabajo de gente sin papeles responde a condiciones "que violan los Derechos Humanos", como acaba de denunciar una decena de entidades internacionales ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

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Asaari Bibang, cómica de 34 años originaria de Guinea Ecuatorial, relata sus experiencias en este sentido en sus monólogos. Preguntada por el racismo institucional, no obstante, cambia el tono de humor y enumera casos en los que está vigente: "El trato a los trabajadores migrantes en el campo, los Cíes (Centro de Internamiento de Extranjeros), las deportaciones en caliente, quitar la custodia a madres migrantes, las paradas en la calle por perfil étnico, el cierre del caso de los asesinatos del Tarajal… Si el propio estado dispensa estas actitudes a los cuerpos racializados en general y a los cuerpos negros en particular, no es de extrañar que los comportamientos racistas y los micro-racismos estén tan arraigados y aceptados en nuestra sociedad", argumenta. 

Bibang señala: "Todos los esfuerzos por dar visibilidad al asunto suman y son bienvenidos. Pero no puede ser un gesto que se quede solo de cara a la galería. Le pediría a todos los aliados y aliadas que no se preocupen en hacer de su gesto algo viral, sino algo vital. Que no ser cómplices de este racismo sistémico sea un compromiso para su día a día. Que señalen los comportamientos que vulneran los derechos humanos de los demás. Es incómodo, pero más incómodo es ser la persona que recibe el agravio mientras el resto calla".

Desde Movimiento Contra la Intolerancia, una plataforma fundada en los años noventa para denunciar estos acontecimientos, advierten sobre el cambio producido en las últimas décadas. "Los crímenes racistas como los de Lucrecia Pérez provenían de grupos neonazis", valora Esteban Ibarra, su presidente, "y continuaron haciéndose por otros motivos, como la orientación sexual o el aspecto".

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Ibarra anota la existencia de 52 tribunales dedicados a los delitos de odio en España y critica la respuesta a la muerte de Floyd. "Hay dos caminos: el de Martin Luther King, que era pacífico, y la respuesta violenta, que nosotros no apoyamos, porque la solidaridad no puede ir por lindes anticonstitucionalistas", analiza. El presidente de Movimiento Contra la Intolerancia aúpa a España entre los países "más tolerantes", aunque "es un momento delicado para que florezcan los mensajes xenófobos". "Somos de los que mejor acogida tienen hacia los inmigrantes o a la diversidad religiosa y sexual. Puede haber conductas racistas, pero son individuales, no sistémicas", concluye.

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