Desapareció en mayo, como desvanecido en la polvareda levantada por un escándalo de corrupción, tras negar participación en las gestiones de una compra de 170 respiradores españoles que resultaron con sobreprecio e inservibles para la lucha contra la pandemia de COVID-19 en los hospitales públicos locales.
"Si es cierto que quien calla otorga, el silencio de los últimos días podría ser interpretado como señal de culpa", dijo a Sputnik el analista Gonzalo Balcázar, politólogo y exdocente de la Universidad de El Alto.
"Su desaparición es un elemento que se suma a la imagen de un Gobierno que ha dado marcha atrás muchas veces en sus decisiones y que ha resultado abrumado en las últimas semanas por una sucesión de denuncias de corrupción que contradicen su discurso de transparencia y austeridad", añadió.
Favorito presidencial
El joven de unos 25 años, doctorado en Harvard y que se define como "neurocientífico" y emprendedor social, fue presentado el 14 de febrero como "Representante Extraordinario en Misión Especial para la Ciencia, Tecnología e Innovación ante la Ciencia y Organizaciones Internacionales".
"Por ser un prodigio boliviano de reconocida trayectoria (…) confiamos en ti, Mohammed. Por eso te asignamos las tareas de gestionar, promover y viabilizar acuerdos de cooperación en materia de ciencia, tecnología e innovación", dijo la presidenta Jeanine Áñez al tomar juramento a quien los medios señalaban como novio de la hija de la gobernante, algo nunca desmentido.
Medios locales publicaron a principios de junio extractos de la nómina de funcionarios de la Cancillería, en los que Mostajo aparece con un salario de embajador: 6.300 dólares mensuales después de impuestos, aproximadamente el doble de lo que percibe la presidenta.
Poder y silencio
Accesible a la prensa y muy activo en las redes sociales, Mostajo resultó un locuaz portavoz de las deliberaciones y decisiones gubernamentales para enfrentar la pandemia de COVID-19, anunciando contratos para la compra de 500 unidades de terapia intensiva, otros tantos respiradores mecánicos, casi medio millón de pruebas de COVID-19 y otros insumos hospitalarios.
Hizo inclusive demostraciones del funcionamiento de algunos de esos equipos, mientras era reconocido en los medios como alguien con un privilegiado acceso directo a la Presidenta transitoria.
"Aprovecho a aclarar que tanto los contratos como los informes técnicos son potestad del Ministerio de Salud", escribió, deslindando responsabilidad en la definición de las compras que él mismo había pregonado en los dos meses anteriores.
Y de tener un papel protagónico en el centro de comando anti-pandemia instalado en la Casa Grande del Pueblo, la sede presidencial construida por Evo Morales, Mostajó pasó a ser alguien a quien no se ve ni se escucha; tampoco atiende el que era su teléfono de contacto con los medios ni contesta consultas por correo.
"En lo que se refiere a la compra de insumos, él ha sido quien ha hecho todas las compras. Él estaba encargado de todos los equipos médicos (…). Quien manejaba todo eso era Mostajo", aseguró una fuente cercana al Ministerio de Salud, en un reciente informe del diario Página Siete.
¿Acusado?
El escándalo de los respiradores ha provocado la destitución de Marcelo Navajas, el ministro de Salud señalado por Mostajo como responsable de la compra fallida y ahora principal de un grupo de seis personas contra quienes el Gobierno ha abierto proceso penal por presunta corrupción.
El parlamento, controlado por el opositor Movimiento Al Socialismo, prevé que su investigación establecerá responsabilidades económicas y políticas que podrían derivar en un juicio de responsabilidades.
"No sé hasta cuándo estaré en el país, estaré el tiempo que sea necesario", había publicado Mostajo en las redes luego de asumir el cargo gubernamental.
El politólogo Balcázar sugirió que ese tiempo podría resultar interminable para el joven científico.