Laura vive en un edificio reformado en la céntrica colonia de San Rafael de la Ciudad de México, y recuerda vía telefónica que estaba alimentando a su pequeño cuando empezó a sonar la alerta sísmica.
"Eran casi las diez y media de la mañana, no sé cómo alcancé a mirar el reloj de la pared, y corrí", recuerda a Sputnik la madre y profesional, quien desempeña sus labores confinada.
¡A correr!
En la prisa, Laura y su familia olvidaron los tapabocas que en plena época de pandemia por la COVID-19 son vitales.
Otros vecinos de la calle Gabino Barreda también salieron al exterior, cuando apenas empezaba el interminable minuto que duró el mareador movimiento de la tierra.
Según el Sismológico Mexicano el sismo se prolongó durante al menos 50 segundos.
"Chilangos" a la calle
Los "chilangos", como los habitantes de México que no viven en la capital suelen llamar a los habitantes de la urbe más grande y poblada del país, han aprendido con sangre la lección tras devastadores sismos, el mayor ocurrido el 19 de septiembre 1985, y el más reciente en la misma aciaga fecha, pero de 2017, cuando murieron 470 personas y colapsaron 38 edificios.
Los lugares con pintura verde marcan las zonas seguras para refugiarse cuando se escucha el ominoso sonido de las alarmas.
En las oficinas hay brigadas que hacen el recuento de trabajadores tras los movimientos telúricos.
Pese a su intensidad, el sismo provocó daños relativamente menores; sin embargo, alimentó la sensación de ansiedad y preocupación que viven los mexicanos por la pandemia y sus consecuencias económicas: "lo que nos faltaba", es la expresión repetida por todos los noticieros y redes sociales.
Muchas familias con hijos, mascotas y abuelos, algunos de ellos en sillas de ruedas, se volcaron a las calles; los más previsivos llevaban consigo un maletín de supervivencia
Es una costumbre que las tragedias han afincado.
En ella se carga algo de ropa, una manta, agua, algunos alimentos, una radio con pilas, linternas.
Ahora han añadido alcohol en gel y las mascarillas para protegerse del virus.
"Regresen a los pacientes"
El barrio bohemio que surgió a finales del siglo XIX, alrededor de un antiguo hipódromo, es el centro de la actividad cultural y artística que ha sido golpeada en cada sismo por la fragilidad del suelo y la antigüedad de sus construcciones.
"Por favor regresen a los pacientes adentro, ya pasó todo", gritaba unos minutos después una oficial de la policía, ella sí cubierta con mascarilla.
No queremos trabajar
Unas calles más allá, sobre la avenida San Luis Potosí, Marcela, empleada de un 'call-center' que atiende clientes de varias empresas, decía a periodistas que no quería regresar al edificio para continuar trabajando.
Con una mascarilla que resbala de su nariz, contó los segundos de terror que vivió mientras intentaba abandonar la edificación de cinco pisos, donde trabajan casi 300 personas.
"Mientras bajábamos, las escaleras comenzamos a sentir como piedritas que caían del techo, hay cuarteaduras en las paredes, y se cayeron algunos azulejos", describe la mujer a esta agencia.
Más de 3.000 personas fallecieron en el gran terremoto de 1985, pero los cuerpos socorristas estiman esa cifra en más de 10.000 muertos y el doble de heridos y mutilados por el derrumbe de unos 30.000 edificios.
El gran lago de Texcoco y otros lagos del valle de México, sobre los cuales se fundó la capital, no respetan la odisea de construir allí la ciudad más grande del mundo.