A principios de este año, Karen Maya Martínez, de 24 años, una enfermera recién graduada, estaba a la espera de ingresar al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). No sabía que en pocos meses sería aceptada y que trabajaría en el área COVID del Hospital General de zona 194.
Poco después, a Karen le notificaron que había sido aceptada para laborar en el IMSS, en el Hospital General de zona 194, uno de los centros médicos habilitados para atender a enfermos de COVID-19. Primero inició con una jornada nocturna de 12 horas rotando entre las diferentes áreas de atención médica.
"Cuando comencé a trabajar en área COVID yo me sentía totalmente perdida. Fue muy difícil mi primera guardia. En ese tiempo todavía estaba en la noche, entonces imagínate 12 horas con el equipo, sin poder salir al baño, sin poder dormir, sin poder comer. Sí es frustrante, pero con el paso del tiempo yo creo que me he encariñado con las áreas", dijo Maya en conversación con Sputnik.
Uno de los aspectos más difíciles para los trabajadores de la salud durante estos meses ha sido el uso del equipo de protección personal para atender a pacientes con COVID-19, el cual se compone de dos pares de guantes, una bata plastificada, unas gafas de protección, una mascarilla N95 y un par de botas.
"Adaptarme al equipo de protección personal sí fue difícil porque tus sentidos no están al 100% y debes de mejorar algunas habilidades para que puedas realizar bien las acciones de enfermería. Pues tu oído no está al 100%, tu vista de repente está toda empañada por la cantidad de sudor o vapor que estás produciendo. (…) El tener marcas en la frente, en los pómulos, en la nariz y que cada día vayan incrementando un poco más por el uso continuo del equipo, pues también es difícil", detalló.
Por otro lado, desde que comenzó a trabajar en el área COVID, su vida cambió completamente. Ya no saluda a su familia más allá de un metro de distancia ni la ve con frecuencia. Evita comer en el mismo espacio o agarrar los mismos objetos para impedir cualquier posibilidad de contagio.
"Mi vida ha cambiado mucho, yo creo que valoras un poquito más lo que tienes y con quiénes estás, debido a las experiencias que puedes ver dentro del hospital —tanto buenas como malas—. Mi rutina pues obviamente ha cambiado, el simple hecho de ya no poder tener contacto con mi familia, no poder reunirme con ella y pues generalmente después del hospital que mi guarida sea mi cuarto", narró.
El hospital que se fue llenando
Cuando empezó la pandemia, Oswaldo Hernández González, un joven médico de 27 años, era residente de medicina interna en el Hospital Siglo XXI del IMSS. Al igual que Karen, tampoco imaginaba que en poco tiempo el lugar donde realizaba su especialidad se convertiría en un centro de atención a pacientes con COVID-19.
Entró al área COVID del Hospital Siglo XXI el 8 de abril, cuando recién se había acondicionado un piso del hospital para atender a los pocos pacientes que llegaban con síntomas de COVID-19. La carga de trabajo no parecía ser tan exagerada como se veía en otras partes del mundo, pero poco a poco el hospital se empezó a llenar de enfermos.
"Habíamos empezado con el primer piso, teníamos alrededor de 24 pacientes, pero conforme fue incrementando la cantidad de casos, habilitamos el segundo piso y entonces ya eran 40. Después el tercer piso, entonces ahora ya rondaban entre los 70 y 80 pacientes en total", contó Hernández a Sputnik.
Además, según precisó, la mayoría de los pacientes que eran internados en el área COVID requerían ventilación mecánica. Esta situación complicaba las cosas debido a que obligaba al equipo médico a reajustar los tratamientos en función del estado de gravedad de cada paciente.
Para ese momento, el joven ya se había comprado una máscara 3M que le protegía toda la cara, lo que le daba ventaja sobre sus compañeros que solo contaban con el equipo de protección básico, así que se atrevió a entubar al paciente que recién llegaba para activar su sistema respiratorio.
Durante el mes y medio que estuvo trabajando con pacientes contagiados, Oswaldo y sus dos compañeros de departamento, quienes también trabajan en área COVID, extremaron precauciones para evitar contagiarse. Solo que, en medio de todo, sabían que cualquiera de los tres podía ser portador del virus.
Cuando dejó de trabajar en el área COVID, el joven médico pensó que todo regresaría a la normalidad. Pero no fue así, al poco tiempo, cada uno de sus compañeros de departamento empezó a presentar los síntomas de la enfermedad. Fue un efecto dominó: primero uno, después otro y luego otro.
Los pacientes que dejas de ver
La conducta del SARS-CoV-2, que causa el COVID-19, sugiere que es altamente contagioso pero que no es letal en personas con un estado de salud regular, a menos de que los pacientes tengan un cuadro de enfermedades previas que los hagan más vulnerables.
Por lo tanto, la tendencia sugiere que del total de los enfermos que llegan al hospital, un gran porcentaje presentará síntomas graves como insuficiencia respiratoria severa. Oswaldo Hernández, por ejemplo, explica que de los pacientes que llegaban al hospital Siglo XXI del IMSS, más del 50% requería ventilación mecánica.
Este panorama ocasionó otro tipo de afectaciones en las actividades cotidianas del equipo médico que atiende día a día a los enfermos de COVID-19: se acostumbraron a que muchas veces dejarían de ver a los pacientes.
"Es difícil porque puede que un día veas a una persona y a los cinco minutos o al siguiente día ya no lo veas. O que platiques con alguien hoy y mañana ya esté entubado, o sea es algo difícil emocionalmente", finalizó Maya Martínez.