Estuvo un mes en Europa y llegó de regreso a Argentina el 10 de marzo, fecha en que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el coronavirus como pandemia. Sin síntomas aún, pero reconociendo la posibilidad de estar contagiado por haber estado en España, uno de los países más golpeados en los primeros meses del año, Facundo Ahumada decidió hacer una cuarentena estricta incluso dentro de su propia casa, sin tener contacto físico con sus padres.
En el Hospital Militar los médicos le realizaron un hisopado para descartar que fuera una gripe común y al día siguiente uno nuevo, que 48 horas después confirmó que se trataba de una infección del virus SARS-CoV-2, el primer caso detectado en esa institución. Allí permaneció internado hasta el 31 de marzo, con un principio leve de neumonía.
"Los resultado de los estudios de saturación de oxígeno daban bien, 98, 99%; ni los mismos médicos entendían cómo, porque los pulmones en las imágenes de la tomografía se veían tomados, se veían mal, feos. Después de 14 días, los hisopados dieron negativos y a partir de ahí me dieron el alta médica", contó Facundo.
Facundo regresó a su casa a continuar su recuperación y convalecencia. Las medidas de aislamiento voluntario preventivo habían sido oportunas: ninguno de sus familiares se contagió. Al cabo de otros 20 días, el joven decidió acercarse a donar plasma por recomendación de sus médicos, quienes le habían comentado de los tratamientos experimentales para paliar los efectos de COVID-19 en casos críticos.
"Me llamaron a los tres días sumamente sorprendidos porque los resultados de los anticuerpos neutralizantes de coronavirus fueron cuatro veces mayores a otros pacientes que habían donado. Ya doné tres litros de plasma y la última vez el conteo era aún mayor que la primera", comentó Ahumada.
Plasma convaleciente, un tratamiento prometedor


En Argentina, las autoridades sanitarias nacionales y del Área Metropolitana de Buenos Aires, donde se focaliza casi la totalidad de los contagios en la actualidad, se realiza una campaña para que los pacientes recuperados de COVID-19 se acerquen a donar plasma. La eficacia del tratamiento no es infalible pero se considera un paliativo prometedor.
El plasma compone más de la mitad de la sangre. Aquí es donde se alojan la inmunoglobulinas que fabrica el cuerpo humano durante una enfermedad a manera de defensa. Cuando un paciente se recupera de una infección, como el coronavirus, el torrente sanguíneo conserva los anticuerpos generados para neutralizar ese patógeno específicamente.
"Hay medio litro de mi plasma que está siendo estudiada en [la Universidad Nacional de] Córdoba. Si el tratamiento es eficaz, la idea es desarrollar una inyección, que no es una vacuna, para que personas en grupo de riesgo cursen la enfermedad como una gripe leve y no lleguen a un estado crítico", mencionó Facundo.
Además, el plasma de personas sanas, aunque no se trata de personas que hayan cursado la enfermedad, es muy necesario en tiempos de emergencia, razón por la que se impulsa la donación de sangre entre la población general. Las fuerzas de Seguridad, son algunas de las primeras en formar parte de este tipo de acciones en el país.
"Me siento un afortunado y un agradecido. Al principio fue muy angustiante, no sabía cómo iba a terminar. Mi cuerpo reaccionó bien, hizo esta cantidad de anticuerpos que me sirvió para recuperarme y ahora que sirva para ayudar a otros es muy emocionante y me pone muy feliz", concluyó.