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"En México todo puede temblar, todo puede caer": las claves de la tasa de retorno de los temblores

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La actividad sísmica en México es algo cotidiano, pero hay temblores más aparatosos que otros. Por eso, en Sputnik, te explicamos, ¿por qué tiembla tanto en México? ¿Se puede calcular el próximo temblor?

En México, la tierra se mueve casi todo el tiempo de un estrecho al otro, de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba. En las últimas 48 horas, entre el 19 y 20 de julio, hubo alrededor de 62 temblores que tuvieron magnitudes que oscilaron entre 3,1 y 4,2 grados en la escala de Richter, según datos del Servicio Sismológico Nacional.

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La geografía mexicana está atravesada por cinco placas tectónicas: Caribe, Pacífico, Norteamérica, Rivera y Cocos. Estas últimas dos se encuentran en subducción, es decir, se sumergen debajo de la placa de Norteamérica. La placa de Rivera está bajo Jalisco y Colima, mientras que Cocos recorre las profundidades del sureste, desde Michoacán hasta Chiapas —pasando especialmente por el estado de Oaxaca—.

Por lo que, para Arturo Iglesias Mendoza, investigador del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el fenómeno de los sismos en México "es algo completamente esperado en términos de que ahí es un régimen tectónicamente activo, esto provoca que cada cierto tiempo ocurran sismos grandes en regiones bien localizadas, específicamente en la costa del pacífico mexicano. Notablemente ahí, pero no solo ahí".

México es un sitio en constante actividad sísmica, tan solo en lo que va del 2020 ha habido tres temblores de gran intensidad, de 6 a 7,4 grados. El primero ocurrió el 4 de enero, con epicentro en Unión de Hidalgo, Oaxaca. El segundo fue el 22 de mayo, en San José del Cabo, Baja California Sur. El más reciente tuvo lugar el 23 de junio, en Crucecita, Oaxaca, con una magnitud de 7,4 grados. Este último también sacudió a la Ciudad de México.

El eterno retorno de los temblores

Los temblores son impredecibles: nadie sabe cuándo ocurrirán, pero se sabe que ocurrirán. En California, en Estados Unidos, en la frontera norte del país, los estudiantes realizan simulacros constantemente porque saben que temblará algún día. En México, cada determinado tiempo suena la alerta sísmica solo para probar el tiempo que tardamos en salir de las edificaciones. Es decir, todos sabemos que en algún momento un temblor hará colapsar los edificios.

Iglesias Mendoza explicó para Sputnik que esto se debe al factor de repetición de los temblores, a la probabilidad de que haya un temblor con una magnitud similar a la de otro que ocurrió decenas de años antes. Este fenómeno encuentra su explicación en el empuje constante entre las placas tectónicas a lo largo del tiempo que, cuando convergen, liberan energía que irrumpe en la tierra.

"Estos sismos tienen unos períodos de retorno relativamente variables, pero que están en el orden de decenas de años; por ejemplo, el sismo reciente del 23 de junio ocurrió muy parecido o cercano, porque tampoco sabemos mucho [sobre] los detalles, a un sismo de 1965; entonces, aparentemente este sismo, lo que estamos estudiando, es que es casi una repetición del 65. Estamos hablando pues de prácticamente de un poco más de 50 años, como período de retorno en esa región, para que vuelvan a ocurrir sismos", detalló.

Sin embargo, precisó que no es posible estimar el tiempo exacto en el que ocurrirá el próximo temblor en la medida en la que no se logre calcular el tiempo de repetición. Esto se debe, explicó, a que la tasa de retorno de los temblores depende en gran medida de la tasa de convergencia de las placas, la cual es muy variable alrededor del mundo. En el caso de México provoca que los sismos tengan tasas de retorno en la costa, del orden de decenas de años, que va de 40 a 70 años.

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Por lo tanto, estas repeticiones se deben al constante movimiento de las placas tectónicas que confluyen en el área geográfica de México. En tanto que, la intensidad de los temblores depende de la tasa de empuje de una placa con respecto a otra; o bien, de la energía que se acumula durante el empuje a lo largo del tiempo.

"En México, por ejemplo, en la parte central, en Guerrero, se ha estimado que [la tasa de empuje] es de unos cinco centímetros al año; es decir, cada año se acumulan cinco centímetros que la placa de Cocos está tratando de meterse por debajo de la placa de Norteamérica. Si ese empuje fuera continuo, es decir, que se fuera deslizando continuamente, no habría temblores graves; pero no es así, sino que se va acumulando esa energía. Esos cinco centímetros en realidad no se mueven, sino que se acumulan de energía y después de cierto período de tiempo, que son decenas de años en el caso de esta zona de México, se libera", indicó el investigador de la UNAM.

Lo único seguro es que nada es seguro

A su paso por la Ciudad de México, el escritor argentino Martín Caparrós escribió: "En México todo cambia y nada cambia. Lo único seguro es que nada está seguro: aquí todo puede temblar, todo puede caer". Y es cierto, en México, hay una certeza inexpugnable: algún día la tierra sacudirá una vez más al país. No importa cómo ni cuándo, solo sabemos que algún día temblará como sucedió el 19 de septiembre de 1985 o el 19 de septiembre de 2017.  

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"No cabe la menor duda, desafortunadamente así es, en el futuro, en algún momento del futuro, puede ocurrir un temblor de magnitud importante y que sea fuertemente sentido que, inclusive, cause daños en poblaciones en México, incluida la Ciudad de México. Eso lo sabemos, digamos, porque seguramente desde que hay presencia del ser humano en este continente, eso no ha cambiado", advirtió Iglesias Mendoza.

A pesar de ello, aseguró que es imposible saber con precisión el retorno de un temblor de gran intensidad, pues no hay métodos aún con los cuales calcular con antelación el choque próximo de las placas. Solo se puede saber cuáles son las magnitudes típicas con base en los registros de la actividad sísmica en México, las cuales oscilan entre 7,5 y 8,2 grados en escala de Richter.

Como consecuencia, Iglesias Mendoza hizo un llamado a seguir invirtiendo en investigación científica dado que del cálculo de las magnitudes de los próximos sismos también dependerá el nivel de preparación que pueda tener el país. Pero eso solo será posible a través de tener instrumentos adecuados que permitan el estudio de este tipo de fenómenos.

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