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"Se cree que la música clásica es elitista porque vamos con frac, pero es más barata que el cine"

© Foto : Cortesía de Alfredo AnayaEl percusionista madrileño Alfredo Anaya
El percusionista madrileño Alfredo Anaya - Sputnik Mundo
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Alfredo Anaya, percusionista madrileño de 46 años, cree que hay mucho desconocimiento de este estilo y augura un futuro sin grandes orquestas después de la pandemia.

Durante el confinamiento provocado por la pandemia de COVID-19, Alfredo Anaya ha tenido que ejercitarse, casi, como un deportista profesional. Su oficio de percusionista —que inició con ocho años en su ciudad natal, Alcorcón (al sur de Madrid)— le requiere un óptimo mantenimiento, tanto mental como físico. Este veterano de la Orquesta de la Comunidad de Madrid atesora una versatilidad de propuestas que abarcan desde las bandas sonoras hasta la recreación de piezas emblemáticas. Ha puesto su seña de identidad en obras como Todo sobre mi madre, de Pedro Almodóvar, Juana la Loca, de Vicente Aranda, o Los fantasmas de Goya, del director checo Miloš Forman.

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Anaya aventura a sus 46 veranos un futuro de salas pequeñas y ha atravesado por diferentes momentos anímicos a lo largo de estos meses. La inquietud por la continuidad de las bandas sinfónicas se ha mezclado con la posibilidad de escuchar composiciones a las que no suele prestar demasiada atención por falta de tiempo. Se ha rodeado de folk o jazz y de ritmos más animados cuando necesitaba ponerse las pilas. Ahora ha recobrado la actividad, paso a paso. Nunca había estado tanto tiempo sin subirse al escenario y reivindica la música clásica frente a otros estilos de menor calidad, de "cuatro notas". Además, cree que el distanciamiento social hacia ella se debe al desconocimiento o los prejuicios.

—Se habla de la percusión como un 'subgrupo' menor en la música clásica. ¿Es así?

—Depende de qué tipo de música clásica. Lo que pasa es que a la percusión hay que mirarla desde distintos puntos de vista. Antes estaban los timbales (son Beethoven, Mozart, etcétera) y se ha llegado a decir que el timbalero era el segundo director o que, si falla, la orquesta se va al garete. No es una parte tan relevante como sería la cuerda, pero sin la percusión faltaría ritmo y color. Actualmente la percusión es parte fundamental en cualquier composición y en ocasiones lleva mucho peso en ciertos momentos.

—Ha trabajado componiendo para orquestas sinfónicas y para bandas sonoras. ¿Hay mucha diferencia?

—El trabajo en estudio para banda sonora y el de orquesta es totalmente distinto. Porque, en muchas ocasiones, para poner música en cine grabas solo. Antes, en los años ochenta y noventa se grababa con muchos músicos a la vez. Ahora, la tecnología permite que grabes solo y se mezcla después con los demás instrumentos. Tienes que incluso imaginarte qué está pasando en ese momento en la película. Además, creo que los compositores de banda sonora enfocan la composición para darle un sentido a cada escena, ya sea romántica, de terror, comedia o de acción. A no ser que usen una música ya escrita. Crean de acuerdo a la escena.

—Y, con tanta presencia en el cine, ¿por qué da la sensación de que la música clásica pilla lejos?

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—Hay mucho desconocimiento general de la música clásica en el cine. Si no recuerdo mal, [Johann Sebastian] Bach se ha usado en más de 2.000 películas, pero no todo el mundo sabría reconocerlo. Además, la absorción de la música cambia cuando te entra por la vista.

—¿Ayudan las nuevas tecnologías y las redes sociales para expandirla?

—Sí, porque aunque la hayan escuchado, no se reconoce. Mirando el lado positivo, las redes sociales han puesto sobre la mesa que la música clásica está dentro de un argot popular. Podría estar en una lista de reproducción como cualquiera de las modernas. Espero que, con estas nuevas tecnologías, la gente la escuche más. Las redes sociales ayudan para quienes cuelgan sus grabaciones en streaming. Ojalá nos ayude a que la música clásica sea más conocida y no como algo de élite.

—¿Por qué se sigue considerando de élite o aburrida?

—No es una cuestión de la música clásica, sino de la educación. En muchos países está implantada de una manera diferente en las escuelas o universidades, aquí hay muy poco interés. Y creo que debería ser una asignatura fundamental como las matemáticas o las ciencias. Desde mi punto de vista, cuando he actuado en colegios, los niños se quedan impactados. Ver y sentir la música en vivo, no en una grabación, les asombra. Y creo que el problema es que no está instaurada como una asignatura más.

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Además, creo que lo del elitismo es una idea que está muy extendida y considero que es falsa: no es una cuestión económica, porque yo doy conciertos en los que puedes comprar una entrada por nueves euros, más baratos o igual que el cine. Es más el desconocimiento y la imagen que se tiene, ya que nos vestimos de frac y pajarita blanca, muy del siglo XIX, y parecemos anticuados. Sin embargo, tocamos músicas de cualquier época. Un ejemplo sería las grabaciones de los conciertos de Voces para La Paz, música clásica para proyectos de ayuda humanitaria. Lleva más de 20 años y tiene más de 100 millones de visitas en YouTube. Falla la educación. No porque seamos maleducados, sino que ponemos la música clásica a otro nivel cuando por una entrada al fútbol pagas el abono de un año de conciertos.

—También está la diferencia que hay por provincias, ¿no?

—Sí, depende mucho del ámbito geográfico. En algunos sitios, como Valencia [provincia del este de España], vas a una banda, te dan un instrumento y ya es tuyo, como un acompañante más. Además, es algo social. Es una tradición muy fuerte. También en Galicia [al norte]. Hay regiones con mucha afición a la música clásica.

—¿Cómo han sido estos meses de encierro?

—De repente nos ha obligado a parar, pero eso no significa que nos hayamos tocado la barriga. De hecho, hay estudios científicos que dicen que los músicos tenemos una actividad física en el escenario como un deportista de élite y, si no practicamos, volvemos atrás. En mi vida he estado tanto tiempo sin ponerme frente al público. Ha sido duro por las relaciones sociales y por mantener el oficio. Porque ha habido altibajos: a veces no sabía qué hacer y otras me impulsaba a seguir para estar a tope.

—¿Cómo se plantea la vuelta a los escenarios?

—Hemos empezado con poco público y grupos pequeños. Lo que sería música de cámara. Para poder ofrecer algo de nuestra actividad, ya que no podemos estar la orquesta completa en un escenario respetando las normas de seguridad actuales. Así que interpretar una gran sinfonía, hoy por hoy, es inviable. Tenemos que adaptarnos. Poco a poco seguiremos avanzando. Es todo una incertidumbre constante, igual que en el resto de sectores.

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