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La oposición bielorrusa muestra signos de fractura a un mes del inicio de las protestas

© Sputnik / Victor Tolochko / Acceder al contenido multimediaProtestas en Minsk, Bielorrusia (archvio)
Protestas en Minsk, Bielorrusia (archvio) - Sputnik Mundo
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MOSCÚ (Sputnik) — Los opositores bielorrusos comenzaron a mostrar signos de fractura cuando se cumple un mes de la celebración de las elecciones presidenciales que dieron inicio a las protestas y pusieron en jaque al presidente Alexandr Lukashenko.

El movimiento actual de oposición en Bielorrusia empezó a gestarse tras los primeros arrestos preelectorales de figuras como:

  • Serguéi Tijanovski, popular bloguero que fue detenido a finales de mayo;
  • Víctor Babariko, exejecutivo de Belgazprombank — uno de los bancos más importantes del país— detenido en junio junto a su hijo por fuga de capitales;
  • Valeri Tsepkalo, exembajador de Bielorrusia en EEUU, que evitó ser detenido al huir a Rusia junto a sus dos hijos justo antes de las elecciones.

Contra este último las autoridades bielorrusas emitieron una orden de busca y captura por corrupción.

Ante este panorama, la oposición bielorrusa se aglutinó en torno a una candidata, Svetlana Tijanóvskaya, esposa del bloguero Serguéi Tijanovski y la única persona de la oposición que logró registrarse como aspirante a la presidencia del país.

Oposición trinitaria

Con Babariko y Tsepkalo fuera de juego, Tijanóvskaya recabó el apoyo de María Kolésnikova, jefa del equipo de Víctor Babariko, y de Verónica Tsepkalo, esposa de Valeri Tsepkalo.

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Svetlana Tijanóvskaya de 37 años, que ejercía de ama de casa antes de que detuvieran a su marido y según contó a diversos medios prefiere "seguir friendo chuletas" a su familia que ocuparse de la política, consiguió el 10,12% de los votos en las presidenciales, según el escrutinio oficial. Los resultados desataron protestas en las calles que pedían la dimisión de Lukashenko y que se saldaron con multitud de detenidos, incluidos periodistas que cubrían los hechos, así como heridos y tres muertos.

Tijanóvskaya se encuentra ahora exiliada en Lituania desde donde reclama la victoria en unas elecciones que dieron a Lukashenko otro mandato de cinco años. Según declaró, huyó a este país Báltico por temor a las represalias. Desde allí impulsó un órgano asambleario bautizado como Consejo de Coordinación, que aglutina al trío de la oposición.

Las autoridades no tardaron en incoar un expediente penal contra la organización basado en el artículo 361 del Código Penal bielorruso que tipifica penas de hasta cinco años de prisión por realizar llamamientos a derrocar el poder o cambiar de manera violenta el orden constitucional del país.

Entre la ruptura y la negociación

La trinidad de opositores empieza cada vez más a mostrar posiciones divergentes que se mueven entre la ruptura y la negociación. Por un lado, el núcleo duro que representa Tijanóvskaya no acepta otra cosa que la retirada de Lukashenko y la celebración de nuevas elecciones. Un escenario cada vez más improbable.

Víctor Babariko y María Kolésnikova, esta última detenida también recientemente, abogan por una reforma constitucional que la facción de Tijanóvskaya no acepta. Los primeros pasos hacia la ruptura con Tijanóvskaya parecen haberse dado con la formación de un nuevo partido denominado Juntos, cuya primera función, según el propio Víctor Babariko será asegurar que la reforma constitucional en Bielorrusia se lleve a cabo mediante negociaciones multilaterales que incluyan a todos.

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La tercera vía es la que promueve Valeri Tsepkalo, que se muestra a favor de la salida de Lukashenko, pero en contra de que Bielorrusia se alinee con la OTAN o entre en la UE. Un camino más que probable en el caso de que Bielorrusia dependiera de Tijanóvskaya, que está empezando a construir un eje de apoyos desde Polonia, donde será recibida por su primer ministro, Mateusz Morawiecki.

De momento la oposición ha reconocido que no logra que la comunidad internacional siga el guion venezolano y reconozca a Tijanóvskaya como presidenta interina de Bielorrusia.

Lukashenko fortalecido

Han pasado poco más de dos semanas de la escena de Lukashenko arribando en helicóptero, fusil en mano y con un chaleco antibalas al palacio presidencial, unas imágenes que de alguna manera evocaban a la del depuesto presidente chileno Salvador Allende en el Palacio de la Moneda en sus últimos momentos al mando de Chile.

Sin embargo, Lukashenko, de 66 años y exgerente de una granja colectiva, no es Allende y parece que tuvo mejor suerte al sortear lo que parecía su casi inevitable desalojo del poder. Y esto es así también porque goza del apoyo de parte de la sociedad bielorrusa, el Ejército y resto de órganos del Estado, KGB incluido.

En el pulso mantenido con una parte de la sociedad civil bielorrusa parece que va perdiendo la oposición, que se encuentra fragmentada, exiliada o detenida.

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