"La eutanasia es un crimen contra la vida humana", declaró la Congregación, precisando que "toda cooperación formal o material inmediata a tal acto es un pecado grave".
La carta "Samaritanus bonus" expresa la reacción de la Iglesia católica al hecho de que cada vez más países autorizan la eutanasia y el suicidio asistido de personas gravemente enfermas.
Según la carta, "son frecuentes los abusos denunciados por los mismos médicos sobre la supresión de la vida de personas que jamás habrían deseado para sí la aplicación de la eutanasia".
Al mismo tiempo, la Iglesia reconoce que, si la muerte es inevitable, "es lícito en ciencia y en conciencia tomar la decisión de renunciar a los tratamientos que procurarían solamente una prolongación precaria y penosa de la vida".
Además, es esencial que en la fase terminal el enfermo "tenga la cercanía y el aprecio de sus seres queridos", por lo tanto, los Estados deben reconocer "la función social primaria y fundamental de la familia y su papel insustituible, también en este ámbito, destinando los recursos y las estructuras necesarias para ayudarla".