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Guerra, colza y COVID-19: la infatigable supervivencia de 'Nina', española de 99 años

© Foto : Cortesía de Noelia ValleFlorentina Martín, 'Nina', española de 99 años, con su perra Luna
Florentina Martín, 'Nina', española de 99 años, con su perra Luna - Sputnik Mundo
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Una vecina de Pinto, en Madrid, vence al virus sin casi síntomas y sin secuelas. Ya había pasado por una intoxicación con aceite adulterado y por la muerte de sus hijos y su marido.

Durante los primeros meses de la pandemia, cuando España tuvo que encerrarse a cal y canto, Florentina Martín pensaba que era una especie de escaramuza familiar para no ir a verla. Su cabeza tira por unos atajos mentales particulares y no entendía bien lo que era eso del COVID-19. Tampoco termina de comprenderlo el resto de la humanidad, todo sea dicho. Pero ella, nonagenaria residente en un piso de Pinto, al sur de Madrid, sospechaba a ratos que se trataba de una excusa para dejarla de lado. Ni siquiera ahora, cuando el virus ha pasado por su cuerpo, tiene la certeza de que sea algo real.

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Porque, a sus 99 años, el coronavirus ha sido una dolencia más de esta tenaz superviviente. La tuvo débil y le quitó el gusto, sí. Hizo que le costara mover cualquier músculo o que la cabeza la molestara, también. Pero no la doblegó. Florentina Martín, a la que todos llaman Nina, estuvo unos días pachucha, sin fiebre, y le dijo adiós a esta amenaza global que recaló en su menuda silueta por casualidad. "Estoy bien, bastante", sintetizaba hace unos días, al pisar la calle por primera vez tras la obligada cuarentena, en un reportaje de televisión.

Debió de pillarlo en torno al 16 de septiembre, calcula Noelia Valle, una de sus nietas. Recuerda la fecha porque es cuando Nina celebró su cumpleaños. Ese que la deja en la orilla del siglo de vida. "Estuvimos en una terraza varios familiares y suponemos que lo cogió ahí", comenta a Sputnik, descartando otras opciones: Nina lleva tiempo con una rutina adecuada a su edad y condición física. Apenas sale a dar una o dos vueltas en la silla de ruedas con la que se mueve desde hace meses y se refugia en algún pasatiempo. La cuida desde hace siete años Olga Aráuz, que convive con ella y con su hija, Francis Montes, nicaragüense.

© Foto : Cortesía de Noelia ValleFlorentina Martín, 'Nina', española de 99 años, con su perra Luna
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Florentina Martín, 'Nina', española de 99 años, con su perra Luna

"Le va costando hacer cosas, pero hasta hace nada le encantaban el dominó o el parchís y hacer ganchillo. ¡Era muy rápida!", cuenta Valle. Por este aniversario había pedido un móvil, ese aparato que la había mantenido en contacto con sus seres queridos durante el confinamiento. "Nos veía a todos con uno y como habíamos hecho videollamadas… Pero aún no lo ha usado. Lo que sí tuvo fue una tablet donde le metí juegos. Hasta que un día me dijo 'ya me he cansado del libro este' y lo dejó", ríe la nieta, científica de 45 años.

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Entre esas distracciones cotidianas, Nina atesora una historia de resistencia implacable. Nació en Garrovillas de Alconétar, un pueblo de Cáceres (al oeste de España) de unos 2.000 habitantes. Siendo la mayor de cuatro hermanas (dos de ellas, gemelas), vio cómo se moría una de ellas a los siete años. Ahora solo le queda una, de 97 años, que vive en Barcelona. Sufrió esa infancia de pobreza rural y en una adolescencia prematura, la Guerra Civil. Aún lo recuerda como un drama horroroso.

Al acabar la contienda, en los años 40, conoció a su marido, Florencio. Fue durante una verbena de orquesta y baile agarrado. Era mecánico de Renfe. Se terminaron casando y mudando a la capital. A él le destinaron a unas casas de ferroviarios de esta localidad del extrarradio y ella abandonó su lugar de origen, donde, según cuenta Noelia, ayudaba en las tareas de labranza o asistía a "los señores".

© Foto : Cortesía de Noelia ValleFlorentina Martín, 'Nina', española de 99 años, con su perra Luna
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Ya aterrizaba en Pinto con dos hijos, Pedro y Fernando. Vivían en las afueras, en una zona de vías sin andén. Y, en 1958, Fernando se mató. Estaba jugando "como en una pila de raíles, en unas traviesas", según rememora Noelia. Nina tenía 37 años y ya conocía varios de los rincones más duros de la existencia. Se paliaron un poco con la llegada de Noelia y sus dos hermanos, Johnny y Rubén, de 41 y 39 años respectivamente. Cuando la familia estaba asentada, con una prole progresando, atravesó una enfermedad que sigue dando que hablar años después. No era el coronavirus, pero a escala nacional supuso una tragedia: Nina fue una de las afectadas por el aceite de colza.

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Una intoxicación masiva en 1981 por la que se asomó al abismo. "Estuvo muy malita. Vino a nuestro piso porque no podía hacer nada", apunta Noelia. También lo superó: se quedó con un pelín de atrofia (aunque su nieta cree que es más artrosis que una de las consecuencias de aquella dolencia que mató a unas 1.100 personas y afectó a unas 20.000) y poco más. Le dieron una pensión y, décadas después, una indemnización. "Con eso puede tener cuidadora. Y si se acaba ya nos quitaremos de lo que sea, porque no queremos que esté en una residencia", alega Noelia. Los golpes continuarían después: a Florencio le detectaron un cáncer de colon. "Se fue en tres meses. A los 69 años. La adoraba", afirma su nieta. Y luego, otro. Esta vez de pulmón, en su hijo. Falleció con 53 años.

"Ha sido muy dura. Fíjate que entonces, cuando éramos pequeños, ella era la que estaba mala, y luego ha visto a sus hijos y marido morir antes", cavila Noelia.

Quizás esa entereza, reflejada en un carácter fuerte y cariñoso, hace que Nina tenga una pasta especial. Incluso para sortear un virus que lleva más de 900.000 contagios y de 33.000 muertes en España. Su último obstáculo superado, después de —perdón, se olvidaba— una operación de vesícula y una prótesis en la cadera. "Nos llamó Olga y nos contó que estaba floja", retoma Noelia, que quiere aprovechar para ensalzar la labor de su cuidadora y sus precauciones durante toda la epidemia. "Inmediatamente nos imaginamos que era del día de su cumpleaños, porque ha estado muy protegida".

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Noelia, que habla todos los días con ella y la visita al menos una vez a la semana, supo entonces que le había mandado al centro de salud, que allí le hicieron la prueba PCR, le dijeron que se tomara paracetamol ("como lo que se toma cuando está tocada") y que fuera a casa. El positivo le llegó unos días después. Era un dato casi sin valor: "Ya estaba más o menos bien. Le había vuelto hasta el gusto, porque Olga le da las pastillas en agua y esos días ya dijo que le sabía amarga", señala.

Resguardándose en casa y hablando por esa pantalla por donde creía que la distraían para abandonarla, Nina venció a ese virus del que no pronuncia ni el nombre. Y la familia se quedó tranquila, otra vez. La mujer de hierro y "abuela de todos" (se hizo cargo de sus sobrinos como si fueran suyos) seguía firme. "Lo peor era pensar que moría en un hospital y que no la pudiéramos ver, que muriera sola. Pero ahora ya sabemos que llega a los 100 seguro. Estoy convencida", sentencia Noelia, que publicó la noticia en su cuenta de Twitter y le cayeron los likes por miles. Celebraba el "milagro" y las "ganas de vivir" de Nina: "Vence a todo, y cada vez que va al médico vuelve con menos pastillas. Es alucinante".

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