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Enfermedades crónicas y mala gestión sanitaria: la gasolina que alimenta la pandemia de coronavirus

© AFP 2023 / Oscar del PozoSanitarios atendiendo a un paciente con coronavirus en España
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El planeta se enfrenta a un empeoramiento de la salud de sus habitantes. Según un estudio de 'The Lancet', la ineficacia de los sistemas de salud pública del mundo para acabar con problemas como el azúcar en sangre o el alcoholismo favorece el desarrollo de enfermedades que potencian los efectos devastadores del COVID-19.

"Tormenta perfecta contra la salud". Con contundencia definió la situación sanitaria del planeta un macroestudio publicado en la revista médica británica The Lancet. Según los expertos, el coronavirus es pieza clave en este empeoramiento de la salud mundial. Sin embargo, esta metafórica tempestad se ha formado a lo largo de los últimos años. El COVID-19 lanzó el primer rayo, después de que varias enfermedades crónicas o no contagiosas se hayan convertido en compañeras habituales de la humanidad, en parte por la incapacidad de los sistemas sanitarios públicos de reducir factores de riesgo que las potencian como el tabaquismo o el sobrepeso. El resultado final es una mayor mortalidad en tiempos del coronavirus.

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Según el estudio, la esperanza de vida sana, el número de años que se puede esperar que una persona goce de buena salud, no ha crecido al mismo ritmo que la esperanza de vida general entre 1990 y 2019. Esto indica que cada vez vivimos más, pero pasamos más tiempo con una mala salud. Esa es la conclusión de los investigadores tras analizar 286 causas de muerte, 369 enfermedades y 87 factores de riesgo en más de 200 países durante los últimos 30 años.

Males como la diabetes o la cardiopatía isquémica afectan a una parte de la población mundial, principalmente a aquellos que acumulan más años. Males peligrosos para aquellos que se infectan de coronavirus. "El COVID-19 es una emergencia de salud crónica agudizada. Y la cronicidad de la crisis actual está siendo ignorada y nos pone en riesgo en el futuro".

"Las enfermedades no contagiosas han desempeñado un papel fundamental en el número de más de un millón de muertes causadas por COVID-19 hasta la fecha, y continuarán influyendo en la salud de todos los países después de que la pandemia disminuya", asegura Richard Horton, jefe de redacción de The Lancet y profesor honorario de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical del University College de Londres.

Las causantes del empeoramiento de la salud mundial

Existen 10 enfermedades que se sitúan tras la decadencia de nuestro estado de salud. Seis afectan sobre todo a adultos mayores: la cardiopatía isquémica, la diabetes, los ictus, la enfermedad renal crónica, el cáncer de pulmón y la sordera por edad avanzada. El sida, los desórdenes musculoesqueléticos, la lumbalgia y la depresión pueden atacar desde la adolescencia. En España, las cardiopatías, el ictus, la diabetes y los tumores, junto al Alzhéimer, son las principales causas de muerte según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).

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Eso sí, todas ellas causan estragos. Ya sea por muerte prematura, discapacidad o enfermedad, los años de vida que se pierden por la cardiopatía isquémica han aumentado en un 50% desde 1990. Un 32% por ictus o un 69% por cáncer de pulmón. Más dramático es el porcentaje del sida, un 128%, o los desórdenes musculoesqueléticos, un 129%. Aunque la mayor subida en los últimos 30 años corresponde a la diabetes: un 148%.

Según Mercedes Maderuelo, gerente de la Federación Española de Diabetes (FEDE), esta enfermedad es "la pandemia del siglo XXI". "En España, mueren 25.000 personas al año por diabetes. Al menos, las reconocidas. Otras muchas son por eventos cardiovasculares, pero derivados de la complicación de la diabetes. Entonces, son muchas más. Además, somos el colectivo de pacientes crónicos con más infectados del mundo. Seis millones en España. No me gustan las comparaciones, pero ni sida, cáncer y soriasis juntas llegan a este número", comenta Maderuelo a Sputnik Mundo.

Ella misma explica que cualquier infección, como el coronavirus, puede provocar descompensaciones de los niveles de glucosa en sangre. Efecto peligroso para cualquier persona afligida por diabetes de tipo 1 o 2, que ya desequilibran estos índices. Esto puede acabar en complicaciones cardiovasculares, pie diabético o un edema ocular.

Desde FEDE, piden a sus asociados que utilicen la mascarilla, mantengan la distancia de seguridad y se limpien con frecuencia las manos. Mismos consejos dieron a los suyos en Cardioalianza, dedicada a las enfermedades cardiovasculares. Los infartos y anginas de pecho son la primera causa de muerte en España y el ictus, la segunda. Según la presidente de la organización, Maite San Saturnino, las personas que han padecen estos males "son bastante metódicas, ya que saben que tienen un factor de riesgo". Sin embargo, sí que han tenido que fomentar que acudiesen al hospital cuando fuese necesario. "Había gente que sufría un principio de infarto y no iban al hospital por miedo. Eso no es bueno. Es peor morir en casa, que no el riesgo de infectarte en un servicio de urgencias", indica San Saturnino a Sputnik Mundo.

Malos hábitos de vida

Tanto en el caso de la diabetes como de las enfermedades cardiovasculares se esconden la vida sedentaria, la mala alimentación o el tabaco, en muchos casos. "El 80% de los problemas cardiovasculares se pueden prevenir con hábitos de vida saludables", reconoce la presidenta de Cardioalianza.

"La diabetes está muy relacionada con la falta de ejercicio o la comida con mucho azúcar, sal o grasas. Cuando ves a niños que padecen de sobrepeso u obesidad, casi se puede decir que son los diabéticos del futuro", lamenta Maderuelo.

Y es que un estilo de vida poco saludable o unas malas condiciones son tan peligrosos como padecer alguno de los males antes recogidos. El estudio, además de en las propias enfermedades, también se fija en los factores de riesgo que pueden provocarlas y han favorecido a su expansión por el planeta. La hiperglucemia, la hipertensión, el tabaquismo, el consumo de alcohol, la obesidad, la contaminación o la polución en el agua son algunos de los recogidos por el estudio.

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Estos no solo favorecen el desarrollo de diversas enfermedades, también están detrás de la pérdida de salud global. Solo los riesgos metabólicos (hiperglucemia, hipertensión e hipercolesterolemia) representan casi el 20% de este descenso en 2019. Además, fueron las causantes de casi 27 millones de muertes en todo el planeta. Precisamente, en España, la hipertensión es el principal factor de riesgo, seguido del tabaco.

Sin embargo, únicamente el tabaquismo ha disminuido de manera considerable. La hipertensión, el exceso de azúcar en la sangre, el índice de masa corporal alto, el consumo de alcohol y la contaminación por partículas incrementándose a razón de un 0,5% anual en todo el mundo. Motivo por el que la profesora del Instituto de Métrica y Evaluación de la Salud (IHME) de la Universidad de Washington, Emmanuela Gakidou, cree que las campañas de concienciación no son suficientes para reducir la incidencia de estos factores de riesgo.

"Los gobiernos deberían colaborar a nivel mundial en iniciativas para hacer que los comportamientos más saludables estén al alcance de todos. Además, al aprovechar las lecciones aprendidas de decenios de control del tabaco, cuando existe un riesgo importante para la salud de la población, como la obesidad, puede ser necesario que el gobierno adopte medidas coordinadas por medio de la regulación, los impuestos y los subsidios", señala la investigadora.

Necesidad de cambios

Una de las conclusiones que arroja el artículo es que los sistemas públicos de salud pública, al no conseguir aminorar los factores de riesgo que agravan las enfermedades, "dejan vulnerables a la población ante urgencias médicas como la pandemia de coronavirus". El crecimiento paulatino de la diabetes o el cáncer de pulmón y de factores de riesgo como el azúcar en sangre o la obesidad son el indicativo de que las instituciones deben invertir para mejorar el estado de salud de la humanidad.

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"Con el aumento rápido de la población senil mundial, los requerimientos de servicios de salud para hacer frente a los resultados de discapacidad y a las afecciones crónicas, que aumentan con la edad, necesitarán mayores niveles de financiación, un firme compromiso político, una rendición de cuentas respaldada por mejores datos, y una iniciativa mundial coordinada que dé prioridad a los más vulnerables", sentencia el director de la investigación, el doctor Christian Murray.

Precisamente, FEDE reclama desde hace 30 años que en España se instaure la llamada educación diabetológica. Desde la organización creen que es fundamental que los enfermos reciban clases de un especialista sobre los ejercicios que se deben hacer, los alimentos que tomar o cómo utilizar la insulina. Conocer su problemática podría haber evitado muchas descompensaciones en los niveles de glucosa de muchos pacientes. Incluso, muertes.

"Yo creo que no habría tantos muertos. Una persona con educación diabetológica no tendría esos problemas cardiovasculares. Cuando tú has tenido una diabetes muy descontrolada, es fácil que tu cuerpo no aguante al coronavirus. Si se hubiese invertido en modelos así, se podría haber reducido el número de muertes", asegura Maderuelo.

San Saturnino destaca la necesidad de investigar las causas de las enfermedades cardiovasculares en mujeres, que, aunque menos afectadas que los hombres, también mueren por este tipo de complicaciones. Recuerda que "la población se sigue muriendo" de afecciones similares, a pesar del coronavirus.

"Hay que actuar a lo largo del tiempo y reducir la prevalencia y la mortalidad de estas enfermedades. Antes, durante y después del COVID", dice el epidemiólogo Daniel López Acuña a Sputnik Mundo. Este es el paraguas contra las tormentas que arrecian contra la salud mundial.

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