Ciudadanos judíos, periodistas, jóvenes amantes de la fiesta y la música, militares, policías, sacerdotes católicos y fieles de la misma iglesia… La víctima de la barbarie islamista puede ser cualquiera y ese es el mensaje del islam radical contra la libertad, contra los valores que Francia representa.
El ataque en la Iglesia de Notre Dame de la ciudad de Niza es un paso más en la salvajada de los asesinos que firman su crimen al grito de "Alá es el más grande". El mismo día, en Lyon, otro individuo pudo ser reducido por la policía cuando se preparaba a actuar de la misma manera que el asesino de Niza, con el mismo proceder que el joven checheno que decapitó al profesor Samuel Paty.
Refuerzo de la seguridad
Las sinagogas ya estaban desde hace años vigiladas y bajo una estricta seguridad; las iglesias serán forzadas ahora a convertirse en fortalezas para frenar al islamismo nacional o importado. El presidente Emmanuel Macron y la mayoría de los políticos franceses, que ayer lloraban a Samuel Paty y hoy condenan el degollamiento de otros tres franceses, han tardado años en darse cuenta del peligro que se cernía sobre su país.
Francia hace frente a un problema que no solo podrá frenarse con medidas policiales y militares. Las decisiones judiciales contra mezquitas e imanes radicales, contra organizaciones que crean el terreno abonado al islam radical y que son sufragadas con dinero público, o contra los militantes radicales señalados por los servicios de inteligencia, deben hacerse generalizadas y, sobre todo, efectivas.
Un mensaje claro
La enseñanza pública debe dejar atrás los complejos y la autoflagelación y empeñarse por todos los medios en defender los valores que desde hace siglos definen a Francia. Los representantes de los franceses de creencia musulmana deben ser claros en su mensaje de condena a los que asesinan en nombre de su religión.
Los partidos políticos que han hecho del voto musulmán su nuevo Eldorado, traicionando así el laicismo y los propios cimientos democráticos de su país deberían entonar su mea culpa para no ser considerados como colaboracionistas de un islamofascismo que amenaza con ocupar el país sin necesidad de tropas uniformadas.
El atentado de Niza se produce, además, cuando desde el exterior se había lanzado una campaña antifrancesa que lideró voluntariamente el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, autoproclamado defensor de la causa musulmana mundial. Ankara no ha tardado en condenar el crimen, pero puede considerársele también como un colaborador indirecto del fanatismo que hace temblar los cimientos del Estado francés.