"Hay cosas que nuestro pueblo no puede aceptar", declaró el primer ministro búlgaro, Boyko Borísov, al comentar el veto que su país impuso al inicio de las negociaciones de adhesión de Macedonia del Norte a la UE. Según sus palabras, "nuestros amigos de Skopie no demostraron ninguna disponibilidad" para los compromisos. "Es una enorme derrota para la UE y una gran injusticia", replica su homólogo macedonio Zoran Záev.
Un cuento de nunca acabar
La historia entre Macedonia del Norte y la UE tiene una larga saga. Skopie presentó la solicitud de entrada en la UE en 2004, pero las negociaciones todavía no han empezado, porque el pequeño país atiza muchas pasiones dentro y fuera de la región balcánica.
Desde entonces el camino de Macedonia del Norte hacia la UE parecía abierto. De hecho, en junio de 2019 los países de la UE acordaron comenzar las consultas, pero cuatro meses después lo vetaron Francia, Países Bajos y Dinamarca, al considerar que la UE tenía otros problemas más importantes en los que pensar.
Varios países europeos, incluida Bulgaria, desaprobaron esta decisión, y a finales de marzo de 2020 se alcanzó un acuerdo que daba a Macedonia del Norte la posibilidad de entablar las negociaciones tanto anheladas. Pasaron otros ocho meses y ahora es Sofía la que frena en seco las aspiraciones de Skopie.
Sofia y Skopie 30 años de tension
En realidad, a pesar de que Bulgaria fue el primer país que reconoció la independencia de Macedonia en 1991, las relaciones entre los dos países balcánicos siempre fueron complicadas. Al tratar de afirmar su identidad nacional, los macedonios a menudo lo hacen a expensas de sus vecinos: por lo menos, así lo interpretan los búlgaros.
Otro problema que envenena las relaciones entre los dos países es la definición del idioma hablado en Macedonia del Norte. Para Bulgaria no se trata de una lengua, sino de un dialecto del búlgaro: de hecho, los dos pueblos se comprenden mutuamente. Según Sofía, el idioma macedonio "nació" sólo cuando Macedonia entró a formar parte del Reino Yugoslavo en 1919 y el Gobierno yugoslavo impuso la distinción artificial entre el "dialecto macedonio" y el búlgaro.
Para los macedonios ceder a la presión búlgara en cuestiones históricas y lingüísticas significa renunciar a una buena parte de su identidad nacional, por lo tanto la tensión entre los dos países persiste ya desde hace casi 30 años.
Firmeza búlgara: ¿orgullo nacional o motivos políticos?
En 2017 Bulgaria y Macedonia firmaron el tratado de amistad y buena vecindad, el cual preveía, entre otras cosas, el cese de "acciones inamistosas" y la creación de una comisión de expertos para elaborar una interpretación científica de la historia común. Junto al acuerdo con Grecia, eso permitió a Skopie entrar en la OTAN en 2018.
Sin embargo, este 19 de noviembre, el ministro de defensa búlgaro, Krasimir Karakachánov, anunció en el Parlamento que, tras la adhesión a la OTAN, Macedonia del Norte "literalmente bloqueó el trabajo de la comisión" y siguió con su política "hipócrita y hostil hacia Bulgaria".
Ahora, en palabras del canciller búlgaro, Sofía no dará su aval a las consultas entre Macedonia del Norte y la UE, hasta que "no obtengamos garantías legales de que Skopie cambiará su política".
Además de las presuntas violaciones del tratado de amistad por parte de Macedonia del Norte, la reacción inesperada del Gobierno búlgaro podría determinarse por motivos más concretos. Boyko Borísov y su gabinete se encuentran en una situación política delicada: Desde inicios de julio en las calles del país no cesan las manifestaciones que exigen la dimisión del primer ministro, sospechoso de corrupción. Igual que el resto de Europa, el país está viviendo la segunda oleada del COVID-19, que merma su frágil economía.
Por una parte, al presentarse como defensor del honor nacional, atrae las simpatías de los electores nacionalistas. Por otra, implícitamente invita a Bruselas a discutir la cuestión, aludiendo a que Sofía podría reconsiderar su rechazo, si recibiese más ayudas de la UE en las difíciles condiciones de la pandemia.