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¿Funcionó la zanahoria de Occidente en Moldavia?

¿Funcionó la zanahoria de Occidente en Moldavia?
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Moldavia tiene nueva presidenta. Se trata de de Maia Sandu, ex primera ministra y líder del Partido de Acción y Solidaridad [PAS]. En segunda vuelta y con el 57,75% de votos superó al actual mandatario, Igor Dodon, quien se hizo con el 42,25% de las papeletas. La Unión Europea [UE] ha visto con buenos ojos los resultados de estos comicios.

Detrás de los números

Los fríos números que comunicó la Comisión Electoral Central [CEC] de Moldavia, hablan de la victoria de Sandu. "La candidata derechista prooccidental y bien financiada desde el exterior ha superado por 7 puntos la mayoría absoluta para ganar estas elecciones, y sustituir al presidente, Igor Dodon, que era mas proclive a mantener el estatus de Moldavia como país cercano al mundo eslavo, sin por ello despreciar las relaciones con la UE o con Occidente, una posición más equilibrada", observa el analista internacional Juan Aguilar, quien viajó a Moldavia a cubrir estos comicios.

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Pero, ¿qué esconden esos guarismos? El también periodista hace hincapié en que el 24% de los votos obtenidos por Sandu vienen de ciudadanos moldavos residentes en el extranjero, fundamentalmente en la UE, EEUU, y Canadá. "Lógicamente estos votantes son mucho más manipulables por la propaganda occidental desde fuera, en la cual poco menos que se les vende que Moldavia va a ser un país como en el que ellos residen, como Alemania, Austria, o EEUU, y votan a esa candidata que les promete ese futuro".

Aguilar enfatiza: "El 24% de los votos de Sandu vienen de fuera, de gente que no está viviendo los problemas de Moldavia, que no está en su tierra, lo que distorsiona mucho los resultados".

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El experto añade que en zonas de voto mayoritario al socialista Dodon, como es la República moldava de Transnistria, ha habido muchas dificultades para que los votantes pudieran acudir a los colegios a votar, por bloqueo de carreteras e incidentes provocados por activistas nacionalistas llegados de Rumania —que curiosamente es un país de la UE—, sin que los servicios secretos rumanos, la policía rumana, ni los servicios de información moldavos, hicieran algo por prever esa situación e impedirlo. "Esto puede significar también que a lo mejor Dodon ha perdido ahí otro 1% o 2% de votos que podría haberle significado la victoria".

"También es verdad que, como en todos los países del mundo, la epidemia de COVID-19 ha hecho que la afectación y el apoyo a los gobiernos que están en el medio de la pandemia caigan en popularidad, porque es lógico. Porque la economía se paraliza, las decisiones son incómodas, y eso implica una situación de enfado que hace que haya menos de afectación de los gobiernos que en ese momento toca. Y eso ocurre en cualquier país del mundo, en España, en Alemania, en Francia, y ocurre también en Moldavia", explica el periodista.

"Esto ya nos deja un escenario de cómo se han producido estos resultados, y un poco su sociología política", subraya Aguilar.

El analista advierte que Sandu es una persona proclive a que la República Moldava entre en la agenda de Bruselas y "adaptarse a los estándares de sumisión a las políticas de la UE, y en el fondo esto es lo que estaba en juego en estas elecciones. Es decir, entre un candidato que pudiera mantener un equilibrio entre los dos lados del Este de Europa, y una candidata que lo que quiere es someter a Moldavia dentro de los estrechos cánones de Bruselas".

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De acuerdo a Aguilar, esta estrategia europeísta es ejecutada en un mal momento, "porque para bien o para mal, la UE está en una crisis aguda, cuasi agonizante, donde hay países que se van, como el Reino Unido, donde hay países donde el escepticismo ha ido creciendo de una forma abrumadora, y donde es imposible, por razones ya económicas y políticas a corto y medio plazo, que se vaya a poder incorporar otro país. Con lo cual, Moldavia va a quedar como una especie de protectorado sujeto a adaptarse a unos estándares europeos para una integración a futuro sine díe, que no sabemos cuándo se podrá producir, si es que se produce en algún momento".

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Fue lo que representó para Aguilar y un colega suyo llegar a territorio moldavo como enviados especiales para cubrir estas elecciones. Por un lado, porque debido a la pandemia no hay casi aeropuertos abiertos ni vuelos regulares, con lo cual no queda otra opción que ir por escalas y generalmente en una aerolínea turca, "que aparentemente es la única que se atreve a volar por los cielos de Europa".

"Merece la pena señalar lo que también es Europa, esa UE que aquí mucha gente ve como la esperanza de la libertad", dice Aguilar, y se explica. Y es que pese a tener toda la documentación en regla y que lo único que les faltaba era la tarjeta de acreditación que debían recoger en el Ministerio de Asuntos Exteriores moldavo a su llegada, en la misma UE les pusieron trabas desde el principio para viajar. En la primera escala del viaje en un aeropuerto europeo, sus autoridades les advirtieron que no tenían autorización para entrar en Moldavia.

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Igualmente, lograron subir al avión a cuenta de solucionar el tema en la siguiente escala, Estambul, donde por la lógica de no ser miembro del bloque comunitario, las comunicaciones sobre el presunto impedimento que tenían de ingresar a Moldavia, no les afectaron.

Otra cosa fue la llegada al aeropuerto de Chisinau, apunta Aguilar. "Fue una situación realmente patética. Nos tuvieron horas esperando sin decirnos lo que ocurría, se quedaron con nuestros pasaportes, pasaron a darnos una orden de expulsión del país. Posteriormente nos registraron [personalmente], registraron nuestros equipajes y nos dieron la documentación de que habían producido el registro".

Entremedio, Aguilar y su colega realizaron llamadas telefónicas al Ministerio de Asuntos Exteriores de Moldavia para intentar solucionar la situación sin que nadie atendiera el teléfono. "Todo esto con el silencio del Consulado español en Bucarest que era el responsable de atendernos ante una emergencia", denuncia el damnificado.

"Luego nos llevaron a una zona del aeropuerto donde teníamos que esperar unas horas para volver a tomar un vuelo de vuelta a Estambul, y expulsarnos. Al final una gestión dio resultado que fue —y esto es muy significativo de la atmósfera política en Moldavia— que una llamada del Parlamento Europeo preocupándose [por nuestra situación] y preguntando qué pasaba con nosotros, hizo que todo se acelerara e inmediatamente nos mandaran las acreditaciones y tuvieran que dejarnos entrar. Esto después de tenernos toda una noche vigilados por policía secreta en el aeropuerto".

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Pero la cosa no acabó allí. Aguilar señala que una vez llegadas las acreditaciones, debieron esperar más de una hora "porque seguían buscando algún argumento para impedirnos la entrada. Una vez adentro, más o menos pudimos hacer nuestro trabajo. Pudimos salvar nuestro equipaje con nuestro equipo fotográfico porque nos intentaron sabotear con otra falsedad no dándonos el equipaje y cuando pudimos recuperarlo horas después, ya estaban en el contenedor del vuelo a Estambul. Lo tuvieron que sacar de allí y dárnoslo. Pero si llegamos a demorar 15 minutos más en proceder, el equipo fotográfico se va a Estambul y nosotros nos quedamos aquí sin nada", manifiesta con indignación.

"¿Qué indica esto? Esto es la UE. Esto es la vigilancia, el intercambio de información entre Ministerios del Interior y servicios de información. […] Este es el grado de vigilancia, de control de los ciudadanos, de 'la libertad de movimiento'. Son muy malos síntomas, y desde luego si esta es la forma de actuar de un país que aspira a ser parte de la UE y de la propia UE, pues qué triste", se lamenta Juan Aguilar.

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