El 22 de noviembre de 1995 Argentina recibía una visita que pronto se haría inolvidable. A sus 34 años, la princesa Diana arribó al país con un profundo interés por conocer los lugares más recónditos del territorio.
Para ello, uno de los lugares que eligió Lady Di para visitar fue la Comunidad Terapéutica Isla Silvia (SENAF), un centro de rehabilitación para jóvenes ubicado en una zona selvática a orillas del Río Luján, a unos 33 kilómetros al norte de la ciudad de Buenos Aires.
"Según nos dijo la Embajada inglesa ella había pedido visitar algunos lugares 'difíciles' desde el punto de vista social. Pensamos que sería interesante conocer Isla Silvia. Advertimos que podía correr riesgos, pero la embajada insistió con que ese era el tipo de recorridos preferidos por Diana", dijo.
Amadeo había preparado para la visita a los aproximadamente 100 internos que allí residían el día anterior, cuando les contó quién era Diana. Sin embargo, la princesa logró sorprenderlos más de lo esperado.
"¿Para qué sirve ser princesa?", le preguntó uno de ellos, recuerda Amadeo. La respuesta de Diana fue contundente: "Para poder venir aquí a conocerlos a ustedes. Te imaginas, si no fuese princesa no te habría conocido".
Además, comentó las imágenes que algunos de los chicos tenían en las paredes de su habitación. Uno de los cuartos tenía varios pósters de mujeres desnudas. Al respecto, le dijo a su dueño, "te felicito, estás bien acompañado".
Durante la reunión común, habló a los jóvenes acerca de cómo era Inglaterra, sobre los Beatles e incluso sobre el emblemático partido entre Argentina y su país de los cuartos de finales de la Copa Mundial de 1986, nueve años atrás, y del famosísimo gol del futbolista argentino Diego Armando Maradona, por el cual se ganó el apodo de "la mano de dios".
"Para todos los ingleses fue un gran dolor, pero igual lo aplaudimos", relató. Además, se dedicó a conversar con los jóvenes acerca de sus expectativas del futuro, de una forma descontracturada e íntima, recuerda Amadeo, y ella también compartió sus experiencias personales sobre su propia familia. Al final, la princesa se fue visiblemente emocionada y prometió regresar a visitar.
Después, participó en un almuerzo junto al entonces director de Ceremonial de la Cancillería, Jorge Faurie "Tal como se ve en la serie The Crown (Netflix) le interesaba la proximidad física con quienes estaban en lugares que visitaba", contó a La Nación.
"Habitualmente este tipo de visitas a centros sociales son para la foto, muy estructuradas, con pautas convencionales. En este caso fue tal como lo contamos, ella quiso tener una experiencia humana, no protocolar ni de relaciones internacionales. Un dato no menor fue que llegó solo acompañada por su equipo más cercano, sin que la siguiera una nube de fotógrafos", añadió Amadeo.
La sencillez de la princesa Diana
Cuando no salía, la princesa era alojada en la Embajada Británica en Buenos Aires durante esos días de noviembre de 1995. Una de las personas con quien estuvo más próxima allí fue con el mayordomo de la residencia, Samuel Victoria, más conocido como Sam.
"Cuando Diana llegaba en la limousine a la embajada, siempre muy elegante, yo la esperaba en la entrada. No usaba el ascensor, se sacaba los zapatos y subía por la escalera hasta su habitación. 'Prefiero descansar mis pies en la escalera roja'", citó Sam al diario argentino. Él, que se encargó de atenderla durante su estadía, contó que "era una persona relajada, sencilla, rompía el protocolo".
"Temblábamos de la emoción al hablar con ella. Miraba a los ojos, se dedicaba a conversar con todas las personas. Me impresionaba su energía y como ella siempre tenía todo planeado, todo organizado", añadió.
Antes de irse, la princesa Diana firmó el libro de visitas de la Embajada y, "mirándome a los ojos, me dijo que fue un placer conocer la residencia y conocerme a mí. Me derretí de emoción", concluyó.