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El soldado de Malvinas que devolvió a 115 familias sus muertos, nominado al Nobel

© Foto : Cortesía de Julio AroJulio Aro en el Cementerio de Darwin, Islas Malvinas
Julio Aro en el Cementerio de Darwin, Islas Malvinas - Sputnik Mundo
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Julio Aro tenía 19 años cuando lo llamaron para ir a la Guerra de Malvinas (1982). Hoy, su proyecto de identificación de cuerpos de excombatientes argentinos lo posiciona como candidato al Premio Nobel de la Paz. Sputnik habló con él sobre su vivencia como soldado, del proyecto que lleva adelante, y su concepción de la guerra.
Cuando terminó la Guerra de Malvinas (1982), 122 hombres argentinos fueron enterrados sin nombre, con solo una placa que rezaba: "Soldado argentino solo conocido por Dios". Hoy, 38 años más tarde, son solamente siete las placas con ese lema en el Cementerio de Darwin, donde yacen los restos de 237 de los 649 argentinos muertos que produjo el conflicto. 
Los responsables de devolverle el nombre a cada uno de esos soldados y, con esto, a sus familiares, fue producto del trabajo colectivo que, casi que en una ironía histórica, llevaron adelante dos excombatientes de Malvinas: un argentino y un inglés.
Julio Aro y Geoffrey Cardozo, uno y otro respectivamente, fueron nominados al Premio Nobel de la Paz 2021 por dicha labor. Sus historias están íntimamente ligadas a cada uno de los 74 días que duró el conflicto pero, sobre todo, a los que vendrían después. 

Crónica de un soldadito 

A Julio Aro no le interesa la guerra, ni la de Malvinas ni ninguna otra. Sin pedirlo ni quererlo, sin embargo, formó parte de uno de los eventos históricos más importantes de la historia reciente de su país y del ámbito internacional.
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Ya en el ocaso de la dictadura cívico militar en Argentina (1976-1983), el conflicto con el Reino Unido por las Islas Malvinas se divisó como la última oportunidad de legitimarse del Gobierno militar argentino, apelando al nacionalismo de un pueblo que ya había empezado a manifestarse activamente en su contra. 
Como todos los jóvenes de entonces, Aro debió realizar el Servicio Militar Obligatorio, conocido en el país como la colimba, en la ciudad de Mercedes, a 100 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires. Para que pudiera terminar su educación en el colegio industrial le permitieron prorrogar su ingreso y lo dejaron también salir antes, una excepción para los soldados de las familias más humildes, a quienes se los exhimía de asistir para que trabajaran. 
"No vuelvo nunca más acá", se prometió a sí mismo al irse, y de inmediato aclara, naturalmente, que no pudo cumplir lo prometido. Aro, de 19 años, había pasado siete meses cumpliendo el servicio militar, hasta diciembre de 1981, y había conseguido empleo como mozo cuando, cuatro meses más tarde, supo que debía volver.
© Foto : Cortesía de Julio Aro Julio Aro en el Ejército
Julio Aro en el Ejército - Sputnik Mundo
El bar en donde trabajaba quedaba a pocas cuadras del cuartel que hasta hacía poco había sido su casa. Por ello, se sorprendió cuando vio entrar allí a sus viejos compañeros. "¿Qué hacen acá?", les preguntó. "¿A vos no te tocó? Nos llamaron otra vez", obtuvo como respuesta. En efecto, el día anterior, el 2 de abril de 1982, las Fuerzas Armadas argentinas habían desembarcado y ocupado las Islas.
Aro recuerda que no se animó a ir a su casa y que mandó en su lugar a un amigo para que se fijara si le había llegado la carta. En efecto, una misiva del Ejército había sido deslizada bajo su puerta, y le indicaba que debía presentarse de inmediato al cuartel. 
Las comunicaciones de las Fuerzas Armadas, tanto la interna como la que mantenían con la ciudadanía, estaban en esos tiempos llenas de contradicciones. Los soldados del regimiento de Aro, como los de muchos otros, pasaron los primeros días de abril a la espera de indicaciones que, según era comunicado por los altos mandos, no supondrían gran relevancia. "No iba a pasar nada, de ahí no nos íbamos a mover", le decían a los soldados.
© Foto : Cortesía de Julio AroJulio Aro en el Cementerio de Darwin, Islas Malvinas
Julio Aro en el Cementerio de Darwin, Islas Malvinas - Sputnik Mundo
Una semana después, entre el 11 y el 12 de abril, desde Mercedes fueron trasladados en camiones a Buenos Aires. A pesar del repentino movimiento, la calma seguía en pie: de nuevo se iban a quedar a esperar, casi que de modo protocolar, sin moverse, porque no iba a pasar nada. 
Sin embargo, a los 10 minutos de haber arribado a Campo de Mayo, una de las guarniciones militares más grandes de Argentina ubicada al norte de su capital, les dieron la orden. En una serie de aviones Hércules, los jóvenes volaron —Aro lo hacía por primera vez— hacia el sur; primero a la ciudad de Comodoro Rivadavia, a 1.500 kilómetros, en la provincia de Chubut, y de allí a Malvinas, donde aterrizaron el 13 de abril. 
"Nunca me imaginé ser parte de ese acontecimiento histórico, estar en las Islas para mí era todo nuevo, imaginate que en lo que más había andado en mi casa era en una bicicleta prestada, porque ni siquiera teníamos. Era muy humilde mi casa, y de pronto había andado en camión, en avión, era toda una cosa nueva", cuenta a Sputnik. 

Soldados argentinos solo conocidos por Dios

Aro no volvió a pisar Malvinas hasta 2008, pero lo necesitaba desde antes. "Fue muy difícil, tenía mucha bronca dentro, desde lo personal. Yo tenía la necesidad de irme a buscar, porque el Julio que había vuelto no era el Julio que había ido, y yo quería ir a buscar ese Julio", admite. Viajó, no casualmente, un 2 de abril.
"Fui, entendí y comprendí muchísimo más las cosas; que las guerras son inútiles, que no hay guerras ni buenas, ni santas, ni justas. Vi los lugares donde había enterrado a mis compañeros y no los encontré", recuerda. Ahí vio las placas, sin nombres, de los hombres que eran solo conocidos por dios.  
© Foto : Cortesía de Julio AroJulio Aro y Geoffrey Cardozo
Julio Aro y Geoffrey Cardozo  - Sputnik Mundo
Aro pensó que podría haber sido uno de ellos. La chapa identificatoria que le habían dado, como a otros, tenía tan solo el escudo de la República Argentina. "Tuve que agarrar una lapicera, escribir 'Aro (Generación) 62', envolverla con cinta scotch varias veces y colgármela, pero al tercer día con la transpiración no la tenía más", recordó. 
Poco después de esa visita conoció al coronel inglés Geoffrey Cardozo durante una reunión de excombatientes ingleses y argentinos en Londres. Cardozo había sido el encargado de gestionar, tras la guerra, el Cementerio de Darwin, y con la precisión que Aro describe como "minuciosidad de inglés", había registrado en detalle cómo, dónde, y en qué condiciones había encontrado cada uno de los cuerpos. 
"El trabajo de Geoffrey fue sensacional, fue hecho con un amor único", subraya. Ese registro fue el primer paso para comenzar a identificar a los soldados. A partir de las pertenencias con las que se los encontró, el rastreo y contacto con las familias, y los posteriores análisis de sangre, la mayoría de los soldados tienen ahora en su placa nombre y apellido.
© Foto : Cortesía de Julio Aro Julio Aro y Geoffrey Cardozo
Julio Aro y Geoffrey Cardozo - Sputnik Mundo
Consultado acerca de cómo se siente por haber sido propuesto como candidato al galardón internacional de la paz, propuesto junto a Goeffrey por la Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina, sostiene que su vocación, más allá del reconocimiento, es la de buscar a las familias de los combatientes y devolverles la identidad de sus hijos. "Estos nombres propios de Julio y de Geoffrey se van a olvidar con el tiempo, lo que nunca nadie se va a olvidar es de mis compañeros identificados, y si hay algún premio es para las madres que los parieron", asegura. 
"Volver a Malvinas cura, sana, volver a Malvinas te ayuda a entender muchísimas cosas. Me ayudó a comprender que los ingleses no tienen la culpa, que las guerras las hacen los Estados y las pelea el pueblo", sintetiza. 
Para Aro las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur son argentinas y considera que el reclamo de su país es legítimo, pero no dubita al decir que la guerra no tiene sentido. "Lo que sí tiene sentido es el reclamo, siempre en forma pacífica. La única diferencia es que en Malvinas en el '82 usé un arma y ahora estoy usando la lengua, el diálogo. Nunca más hay que usar un arma, nunca más sos vos o soy yo", concluye.
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