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El frente secreto: la larga historia del cuerpo de inteligencia extranjera de Rusia

© Sputnik / Said Tsarnaev / Acceder al contenido multimediaUn oficial de la inteligencia militar rusa durante las maniobras
Un oficial de la inteligencia militar rusa durante las maniobras - Sputnik Mundo
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Derrotar a organizaciones clandestinas, cumplir con tareas importantes desde el punto de vista estratégico y participar directamente en la confrontación global de las potencias mundiales: el 20 de diciembre se cumplen 100 años de la creación del Servicio de Inteligencia Extranjera de Rusia (SVR).
En diferentes períodos, los agentes de los servicios de inteligencia llevaron a cabo cientos de operaciones secretas, muchas de las cuales afectaron al destino de países enteros. 

Su nacimiento

En 1921 la Dirección General de Política comenzó una operación de contrainteligencia a gran escala denominada Trust contra la guardia blanca clandestina. Para aquel entonces, los empleados de la organización habían neutralizado a una gran grupo antibolchevique: la Asociación Monárquica de Rusia Central (MOTsR). El éxito de aquella operación no se hizo público, y los agentes aquella organización de tapadera para desenmascarar a espías extranjeros.
Los funcionarios de la Dirección General de Política crearon una célula de la MOTsR en Europa y establecieron contacto con los espías extranjeros partidarios del Gobierno anterior. Los agentes de la inteligencia soviéticos se reunieron con los líderes de los movimientos antibolcheviques europeos, se enteraron de sus planes e intenciones y recibieron instrucciones para llevar a cabo tareas encubiertas.
Así, el exsúbdito ruso y espía británico Sidney Reilly instó a los monárquicos ficticios a cometer actos terroristas contra los líderes del Gobierno soviético. Tras evaluar la amenaza, la Dirección General de Política decidió atraerlo al territorio de la URSS.
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Los propios británicos ayudaron. Según su encargo, Reilly viajó a Rusia para poner a prueba a la Asociación Monárquica, asegurarse de que sus intenciones eran serias y que sus miembros estaban determinados a llevar a cabo la tarea. Los agentes soviéticos, a su vez, facilitaron al espía una entrada a través de la frontera.
Los empleados de la Dirección General de Política organizaron reuniones entre Reilly y los miembros ficticios de la MOTsR e incluso simularon una reunión del Consejo Político de la organización en la región de Moscú, en la que un invitado de alto rango insistió en expropiar reliquias del museo del Gobierno soviético y cooperar activamente con la inteligencia británica. El espía, que no sospechaba nada, incluso logró enviar varias cartas con información sobre la guarida bolchevique a sus colegas de Alemania y EEUU. 
A Reilly no se le permitió abandonar Rusia: fue detenido y ejecutado en noviembre de 1925. Durante la operación Trust los agentes del servicio de contraespionaje también capturaron a varios individuos importantes de la clandestinidad antisoviética, frustraron ataques terroristas y presentaron información errónea a los servicios de inteligencia occidentales. 

Ir un paso por delante 

Tras la Revolución de Octubre y durante la Guerra Civil Rusa, surgió la necesidad urgente de extraer información secreta de terceros países en el contexto de una intervención extranjera.
Al principio, los departamentos especiales de la inteligencia actuaron sobre la base de las comisiones de emergencia del Ejército. Más tarde, en la Comisión Extraordinaria Panrusa (la Checa) se estableció el Departamento Extranjero, responsable de los espías residentes en el extranjero. En cada misión diplomática y comercial trabajaban un agente de la inteligencia y varios policías. Los espías vivían ilegalmente en los países con los que no se habían establecido relaciones diplomáticas.
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Aquí el catalizador fue la derrota en la guerra soviético-polaca. Se hizo evidente que, sin un trabajo bien organizado, en el extranjero no se podía lograr nada.
Por lo tanto, el 20 de diciembre de 1920, el presidente de la Comisión Extraordinaria Panrusa, Feliks Dzerzhinski, firmó un decreto para crear un departamento extranjero independiente de la Comisión Extraordinaria Panrusa. Unos años más tarde adoptaría el nombre de Dirección General de Política.
En 1930 la inteligencia extranjera se centró en extraer información sobre los planes político-militares del llamado Pacto Antikomintern: la unión de Alemania, Japón e Italia.
En muchos países europeos operaban permanentemente espías que no solamente llevaban a cabo actividades propias de la inteligencia, sino también actos de sabotaje contra la Alemania nazi y sus satélites. En particular, los agentes soviéticos sabotearon los barcos de vapor alemanes que transportaban armas y municiones a los rebeldes franquistas durante la Guerra Civil Española.  

Efecto estratégico

Durante la Segunda Guerra Mundial la inteligencia extranjera contribuyó a derrotar a la Alemania fascista. Las poderosas redes de agentes trabajaron tanto en los estados del Eje como en los países aliados de la coalición contra Hitler. Los agentes de la inteligencia frustraron muchos planes alemanes.
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Por ejemplo, en mayo de 1943, los agentes soviéticos en Londres se enteraron de la operación alemana conocida como Ciudadela: una ofensiva a gran escala cerca de la ciudad de Kursk. Los nazis buscaban recuperar la iniciativa estratégica tras la derrota en Stalingrado. Moscú, gracias a sus espías en el extranjero, descubrió el número de tropas, las fechas exactas del inicio y la dirección de la ofensiva.
Aquella información tan valiosa provino de los cinco de Cambridge. En particular, de John Kerncross, un empleado del Servicio de Descifrado inglés, y Bletchley Park, uno de los responsables de descifrar el código de la máquina de cifrado alemana Enigma.
El agente transmitía periódicamente los radiogramas alemanes interceptados y descifrados por los británicos más importantes. Incluso ayudó a revelar de antemano los planes de los alemanes en el Arco de Kursk. El Ejército Rojo organizó con antelación una fuerte defensa y, después de repeler al enemigo, se lanzó a la contraofensiva. Como resultado, las tropas soviéticas lograron una victoria estratégica no lejos de Kursk.

Cerca del fin

Tras la derrota de Alemania, los aliados de la coalición contra Hitler y la URSS entraron en la Guerra Fría. EEUU probó armas nucleares e incluso las usó en Hiroshima y Nagasaki. Las siguientes podrían ser las ciudades de la URSS, y los soviéticos no tenían nada con lo que enfrentarse a los estadounidenses.
En el sector nuclear, la inteligencia ha estado trabajando desde principios de los años 40 del siglo XX. En general la información sobre estas armas fue extraída por los espías que residían en Estados Unidos y en el Reino Unido. Los científicos e ingenieros occidentales estuvieron por delante de los especialistas soviéticos durante años. La URSS no empezó a dedicarse al proyecto atómico hasta 1943.
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Sin embargo, la información científica y técnica más valiosa obtenida por los agentes soviéticos en Occidente compensó su retraso. Así, el fundador de la industria nuclear soviética, Ígor Kurchátov, admitió que los agentes "nos obligan a revisar nuestros puntos de vista en muchos temas" e indican "las posibilidades técnicas para resolver el problema en un tiempo mucho más corto de lo previsto". El académico Abram Ioffe señaló que los datos recibidos del extranjero permitieron tener lista la bomba muchísimo antes y permitieron a los científicos soviéticos terminar su trabajo saltándose todo el proceso.  
En agosto de 1949, la URSS, que había sufrido enormes pérdidas humanas y materiales en la guerra contra la Alemania nazi, probó su propia bomba atómica. El monopolio estadounidense llegó a su fin, lo que minimizó los riesgos de iniciar una guerra nuclear.

Una alusión transparente

En los años siguientes la inteligencia extranjera soviética trabajó en todo el mundo: los espías buscaron y encontraron importante información política, económica, científica y técnica. También reclutaron a agentes para resolver problemas puntuales. Así, en 1985 los oficiales de la inteligencia ayudaron a liberar de la prisión a los empleados de la embajada soviética en el Líbano, capturados por terroristas. Los espías soviéticos se pusieron en contacto con los servicios de inteligencia libaneses y con los representantes de las organizaciones relacionadas con la captura. Al final, el encargo, dirigido contra los diplomáticos soviéticos, provino de Hezbolá. Por lo tanto, se exigió a Moscú que presionara a Siria para que Damasco detuviera las hostilidades contra los campos palestinos y los musulmanes radicales en el Norte del Líbano.
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Los agentes de la inteligencia determinaron rápidamente dónde estaban los diplomáticos. Al principio, se plantearon intervenir por la fuerza, pero finalmente la opción fue descartada: el riesgo de que murieran los rehenes era demasiado grande. Finalmente, el jefe de los espías residentes en el Líbano, el coronel Yuri Perfilev, guiado por las instrucciones de Moscú se reunió con el líder de los secuestradores, el jeque Mohammed Fadlallá.
En una conversación con el jeque, el agente de la inteligencia enfatizó que Moscú veía el secuestro como un error desafortunado. Mientras tanto, recordó que en las regiones del sur de la URSS las fuerzas de misiles habían iniciado sus ejercicios militares. Es decir, que nadie estaba libre de cometer errores: un cohete podía desviarse del rumbo y volar accidentalmente hacia una de las regiones de Oriente Medio. Por ejemplo, hacia la residencia del ayatolá Jomeini. La alusión era muy clara. El jeque, sin dar una respuesta concreta, prometió orar por los rehenes. Días más tarde fueron liberados. 
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