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México y su lucha contra la adicción química del sector agrario mundial

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Un tractor - Sputnik Mundo, 1920, 15.04.2021
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Cuatro experiencias de cultivos agroecológicos a escala industrial en México, son el puntal del proceso que ha impulsado el país para abandonar el uso del herbicida glifosato de los campos del país.
Las experiencias de estos cuatro productores orgánicos fueron presentadas en la 22° Conferencia sobre Autosuficiencia Alimentaria e Innovación Tecnológica con Prácticas Sustentables, convocada por la subsecretaría de Agricultura, a cargo del Ingeniero Víctor Suárez Cabrera.
Además del compromiso social que implica dar el paso fuera de la producción, promovida por la Revolución verde, los cuatro productores estuvieron de acuerdo en afirmar que el centro de la atención vuelve a estar en la salud del suelo en el que se busca producir.

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Asimismo, coincidieron en que tienen ahora una concepción distinta sobre el manejo de las hierbas o arvenses —llamadas también malezas—, que bajo el paradigma químico estaban entre los principales enemigos a combatir. Sin embargo, la aplicación sucesiva de químicos en el suelo no acabó con ellas, sino que las volvió más resistentes, lo que obligó a un mayor consumo de químicos para su manejo, con el consiguiente daño para el suelo. Por lógicas como ésta, voces críticas al modelo de agricultura química han bautizado como "adicto" al sistema que se volvió convencional en los últimos 40 años.
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Desde México, la prohibición del uso de glifosato por decreto Presidencial del 31 de diciembre de 2020, abrió la puerta para que el apoyo gubernamental fluya hacia experiencias agroecológicas como éstas, que respondieron con mejoras en la calidad de sus productos alimenticios, así como en mejores rendimientos que los obtenidos con la química.

Maíz y soya orgánicos en Sinaloa

Tanto el productor de maíz orgánico de Culiacán, Claudio Beltrán Ramírez, como el de soya en Navolato, Leonel Ibarra Primero, dijeron que fue a partir de haber conocido a Juan José Valdespino Andrade que abandonaron el uso de químicos en su producción.
El Doctor Valdespino, como lo llaman los productores, fue pionero en Sinaloa de la difusión de una forma de producción que bautizó “Manejo Integrado de Cultivos Inducidos (MICI)”, la cual utiliza principios de agroecología para sustituir el uso químico.
"Yo hice este cambio por amor, a mis hijos, mis nietos y todos los que pueden comer mi semilla y que también pueden hacer lo que estoy haciendo yo", explicó el productor de soya orgánica en México.
Ibarra Primero es también Presidente de Impulso rural, una empresa de crédito a productores rurales de la región. De 76 hectáreas de soya que sembraron en el primer año, saltaron a 411 en el segundo, y adoptaron este grano como alternativa de producción en el verano.
"Desde que el Doctor empezó con nosotros, no tiramos veneno ni faena —nombre comercial del glifosato— al sembrar maíz. Cuando lo usábamos, se le tenía que dar descanso a la tierra [durante] cinco o seis meses y le salía mucho pasto. Pero empecé a cortarlo, triturarlo en verde e incorporarlo al suelo gradualmente para su descomposición. No aplico veneno desde entonces", apuntó Ibarra.
Claudio Beltrán abundó sobre la metodología MICI que les enseñó Valdespino, cuya finalidad es producir cultivos a partir de un estudio primario del suelo, que les permita dirigir su trabajo para "conservar o corregir sus condiciones físico-químicas, orgánicas y microbiológicas", señaló.
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Asimismo, el modelo se complementa con una visión llamada “Agricultura de Conocimiento Campesino Integral (ACCI)”, que integra el saber comunitario con el conocimiento técnico científico, para utilizar formas de inducir al cultivo con el potencial que busca el productor.
"Hemos implementado un modelo de siembra diferente, enfocado en sacar el máximo potencial de la visión ACCI y el modelo MICI, que nos ha devuelto la cultura de antaño", sostuvo Beltrán.
El sistema incluye el trabajo en bio-fábricas de materia orgánica, producción de sus propias semillas (comprarlas encarece los costos de producción), así como la inclusión de microorganismos que activan distintos procesos biológicos en el suelo, como la descomposición de la materia orgánica o la colaboración en el transporte de nutrientes del suelo a la planta.

Naranjas y plátanos orgánicos

Dos experiencias de producción frutal también celebraron los beneficios cosechados al pasarse a la producción bajo un modelo agroecológico. Esto implica una mayor experimentación con el trabajo, mediante la aplicación creativa de las distintas técnicas agroecológicas, que deben ser ensayadas en cada experiencia concreta de producción.
Así fue la experiencia de la Huerta Grupo Los Gómez, que es conocida como la Huerta madre o el Faro Agroecológico de la zona norte del estado de Veracruz, en el municipio de Papantla, una región agrícola desde tiempos prehispánicos.
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Formado en la Universidad Chapingo, Manuel Ángel Gómez fue el integrante de la familia que continuó con el emprendimiento que iniciaron sus padres, productores de cítricos desde la década de 1960.
Desde su paso a la agroecología, los Gómez abrieron una diversidad de cultivos, así como distintas variedades tempranas y supertardías de naranja, dos variedades de coco, diez de aguacate, cinco de plátano, nueve leguminosas, cinco tipos de barreras de amortiguamiento, guayaba y 155 tipos de arvenses o malezas.
Además de una mejoría en la apariencia, peso y sabor de la fruta cosechada, observaron una mejora en la calidad del suelo. Las técnicas sustitutas permitieron amortiguar el efecto de las plagas al abandonar los agroquímicos, contrario de lo que podría pensarse.
Aumentaron la materia orgánica del suelo, bajaron su ph, diversificaron los arvenses, triplicaron la variedad de insectos en su huerta, a la vez que generaron un mejor rendimiento por hectárea que sus vecinos.
"Recibimos un mejor precio de entre 50 y 100% más que la convencional por ser fruta orgánica certificada, con ese dinero se brinda un estímulo económico para el trabajador al final de la cosecha y se les permite trabajar en un ambiente sano", expresó Gómez.
Actualmente, tienen siete personas contratadas permanentemente y hacen un trabajo de incidencia y formación con los vecinos.
En el caso de la Finca Don Rolando, en Tapachula, Chiapas, dedicada al cultivo de banano, Exal Moreno, técnico de la empresa, explicó que han mejorado igualmente la productividad frente a sus vecinos: de 3.500 cajas por hectáreas producidas en la zona, su finca ya alcanzó las 4.400 cajas por hectárea.
Implementaron el cultivo de la orejeta como alternativa para la conservación de suelos, una planta que se extiende como alfombra sobre el suelo y evita su erosión, mientras mantiene un microclima apto para el desarrollo de los organismos, con la humedad necesaria. Con el paso del tiempo, explicó Moreno, evita el crecimiento de malezas.
"Ahorita tenemos puras ventajas con la producción agroecológica", concluyó el técnico chiapaneco.
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