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Alaine Aguirre: "La literatura me ha salvado la vida. Yo soy escritora y estoy condenada a escribir"

© Foto : Cortesía de Ed BarrettAlaine Aguirre, escritora vasca ganadora de varios premios de la crítica y el público, con su novela "X ha muerto"
Alaine Aguirre, escritora vasca ganadora de varios premios de la crítica y el público, con su novela X ha muerto  - Sputnik Mundo, 1920, 23.04.2021
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En el Día del Libro, Sputnik entrevista a una de las autoras revelación del último año. Alaine Aguirre (Bermeo, País Vasco, 1990), que con su novela 'X ha muerto', escrita en Euskera en 2015 y traducida al castellano en marzo de 2021, ha recibido numerosos premios de la crítica y público.
Alaine Aguirre es una de esas escritoras jóvenes revolucionarias que no te esperas, y que cuando llegan no dejan indiferente absolutamente a nadie. Aguirre asegura que escribe por intuición y casi desde que aprendió a poner una letra detrás de la otra en el colegio, cuando apenas era una niña viviendo una infancia difícil a la que la literatura le salvó.
A sus 30 años ya cuenta con cuatro novelas y más de una veintena de cuentos infantiles en su currículum. Ha recibido numerosos premios y reconocimientos tanto por parte de los lectores como por parte del gremio de los libreros y académicos, incluido el del Hay Festival que la señaló como una de las mejores autoras europeas de literatura juvenil.
Comenzó estudios de Física porque dice que le gusta el pragmatismo de las ciencias que intenta aplicar en su vida cotidiana, como equilibrio necesario y contrapuesto a las pasiones interiores que la llevan a escribir sus libros llenos de emociones, intensidad y relatos en ocasiones oscuros, donde se entremezclan los tabúes en los que vivimos inmersos como sociedad con una sátira mordaz de lo que somos o cómo nos mostramos.
Esas pasiones son las que guían a la autora por un camino de improvisación en la escritura donde lo que Aguirre quiere conseguir es ante todo llegar al lector y ser libre.
"La escritura tiene que ser un territorio salvaje, libre, auténtico de verdad", asegura en una entrevista en profundidad con esta agencia en la que aborda diferentes temas de actualidad a raíz de la reciente traducción al castellano de uno de sus libros más personales y exitosos: X ha muerto.
En este libro en forma de relatos breves habla de la muerte del ser amado casi de una manera obsesiva, y trata minuciosamente sentimientos como la pérdida y el duelo. El libro se actualiza tras un año de pandemia, enfermedad y dolor; y se ha convertido en un referente de esa nueva literatura joven protagonizada por una generación de escritoras y escritores en España que no tienen complejos a la hora de crear nuevos métodos y formas de expresarse.
Con esta entrevista a la autora vasca, profundizamos sobre otros temas de actualidad que preocupan a su generación y a ella misma: el feminismo, la violencia de género o hacia dónde vamos como sociedad en mitad de una crisis de valores globalizada como la que estamos viviendo.
—Alaine, ¿quién es X?
—Buena pregunta. No me la han hecho y fíjate, es que la novela es como una espiral que está dando vueltas a la pérdida de X, y no sabemos mucho de X. No sabemos quién es, no sabemos cómo es, aparecen unos pocos rasgos de X, pero al final X es una excusa para conocer a la protagonista, a la narradora y su miedo. Aunque tampoco conocemos mucho a ella. No sabemos en qué trabaja la narradora, cómo se viste, cómo piensa, cuál es su ideología, cómo siente… Lo que conocemos es una pequeña parcela de ella. Entramos dentro de ella, probablemente nadie más conozca esa parcela, porque son cosas que no se hablan, que se esconden. Todos estos miedos, estas obsesiones, estas incomodidades, inquietudes…
—¿Por qué decidiste escribirlo así? Porque X, al final, puede ser tanta gente. Puede ser cualquier estereotipo, cualquier persona para que el lector se sienta identificado. ¿Lo hiciste a propósito?
—Ahí hay dos cosas que son típicas de mi escritura. Ya desde la primera novela, que se titula Sangre seca, decidí no poner nombres. Los nombres me incomodaban, me parecía que era etiquetarlos más aún. Porque cuando te imaginas un nombre siempre te viene una persona, una manera de ser… En Sangre seca, por ejemplo, utilicé las letras del alfabeto, incluso para nombrar las ciudades. De hecho, fui de la A hasta la Z.
Por otro lado, me hablabas de porqué no conocemos tanto a ella, tampoco. Y es algo también muy mío como escritora. Siempre, creo que lo hago sin querer, es mi interés, es algo que me interesa, entrar en el mundo íntimo de la protagonista, de los personajes. No me saldría escribir una novela que narra una historia que pasa durante la Segunda Guerra Mundial. No me sale.
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Siempre escribo desde dentro de los personajes, y como lectora, también me he dado cuenta de que es lo que me interesa. Esa cosa de bucear, entrar como con un submarino a sitios que no vamos en la cotidianidad, en el día a día. Hablar de temas que no hablamos con nuestras amigas, con nuestras madres, con nuestras parejas, con nuestros amantes. Sí me interesan esas aguas más profundas, más oscuras quizás. Es algo que hago sin querer, pero que me sale así.
—La muerte y la pérdida son el tema central y recurrente de esta novela, casi hasta la obsesión. ¿Habrías escrito este libro de una manera diferente si lo hubieses escrito ahora tras un año de pandemia?
—Por supuesto. Yo también, a veces, me hago este tipo de preguntas, incluso con otros temas, como la maternidad o la paternidad.
Pero este tipo de vivencias tienen tanto que ver con lo que somos en el momento, que no tiene sentido ni siquiera hacer esta pregunta, porque evidentemente esta novela no hubiera sido esta novela si la hubiera escrito ahora. X ha muerto vino de la mano de Sangre seca.
Sangre seca, mi primera novela, yo creo que me llevó a encontrar mi voz, y esta segunda novela, X ha muerto ya fue como una reafirmación, una explosión de "bien, esto es lo que quiero hacer, esto es lo que me sale", a pesar de que en el libro relato cosas que nunca viví.
Cuando escribí esta novela tenía 23 o 24 años y yo nunca había ido a un funeral, por ejemplo, pero hay un capítulo entero dedicado a la protagonista en el funeral de X y al relato de cómo no puede llorar, a pesar del duelo y el dolor.
Relatas muy bien la pérdida a pesar de no haberla vivido tan de cerca. Tus textos son un poco obsesivos y oscuros incluso, pero en aquel momento eras muy joven. ¿Por qué escribías de estos asuntos de esta manera?
—No había ido nunca a un funeral, yo no había vivido en primera persona una pérdida, el duelo. Se me hace gracioso, porque un periodista, por ejemplo, me dijo: "tengo amigas viudas que me han dicho que es tal cual cómo relatas lo del llorar y el no llorar en el funeral. ¿Cómo es capaz de escribir esto siendo tan joven?". Había gente que hasta me preguntaba qué me había pasado. El otro día un señor me dio el pésame.
Pero bueno, es que esta es la magia de la literatura.
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—¿Qué te inspiró, entonces? Porque es un libro en forma de capítulos cortos, casi relatos, muy contundente y lleno de matices, efectivamente, en ese sentido. ¿Qué te inspiro para escribirlo?
—Pues yo creo que el propio miedo a perder a una persona que quería. Yo creo que se me hizo curiosa esa emoción, ese miedo. Sentí la necesidad de indagar en ella y bueno, es lo que me pasa. Siempre cojo los primeros brotes de emociones que nacen de mí, intento profundizar en eso que me mueve por dentro, y ya es como que empiezo a darle forma, pero sinceramente, no lo hago con conciencia.
Con X ha muerto me llamó la atención ese miedo que sentí, quizá por primera vez, por alguien que no fuera de mi familia, por alguien con la que tenía una relación sentimental. Ese miedo a su pérdida se me hizo un poco curioso, me enfoqué en él y a partir de ese momento fue como "a ver qué hay aquí".
—Sí, fuiste experimentando. Improvisando.
—Yo por lo menos, cuando escribo, nunca escribo pensando. No hago nada para prepararme ni pienso mucho lo que voy a hacer. Yo tengo que pensar lo que escribo después, para explicar lo que hago, cuando voy a clubes de lectura, cuando hago entrevistas, porque escribo muy desde la intuición, siempre lo he hecho.
Y también escribo desde que soy muy niña. Entonces para mí es algo muy natural. Me doy cuenta de que no es normal alrededor, pero en mí sí se me hace natural difuminar las líneas entre la realidad y la ficción. Entonces, es lo que me pasaba con esta novela también. Se me hizo curiosa esta emoción de la muerte y la pérdida y el miedo a eso, fui entrando, fui imaginándome una persona que está atrapada, secuestrada por esta emoción, bloqueada. ¿Cómo puede ser? ¿Cómo puede ser que pierdas a alguien? Y es lo que le pasa también a la protagonista, que empieza a imaginarse cómo sería su vida si esa persona a la que quiere se va o se muere.
—A mí el libro me parece que es como un diario lleno de obsesiones, de tabúes y también un poco una sátira al amor romántico que nos han vendido. ¿Tú crees que decimos poco lo que sentimos con franqueza?
—Totalmente. No hay lugares en la rutina, en el día a día, en los colegios, en los trabajos, incluso en las relaciones, para hablar de lo que sentimos.
Yo, por ejemplo, ahora estoy aprendiendo a dar espacio a las emociones, a sentirlas, a no volver a la mente, a la racionalidad. Y me doy cuenta de que es algo que he hecho siempre en la literatura. Cosas que estoy aprendiendo, o que he aprendido en terapia, son cosas que las he hecho literatura, porque no escribo desde la mente. Es lo que te decía, no pienso: "a ver, ¿qué historia voy a contar, cómo lo voy a contar?"
Me lleva la historia. Recuerdo que cuando empecé a escribir esta novela, yo no sabía lo que iba a escribir. Esto me ha pasado muy pocas veces, no sabía lo que iba a escribir, pero lo sentía en el cuerpo, dentro, y sentía que iba a salir algo y que iba a ser esta novela.
Y sí, es lo que tú dices, es como una especie de diario. Puede ser una declaración, también hay un pequeño manifiesto. Es como un conjuro también, me decían, que la protagonista está lanzando ese conjuro para exorcizar su miedo. Y hay algo de monólogo. Lo podemos nombrar de diferentes maneras, pero al final es dar espacio a algo a lo que nunca le damos espacio.
—¿Y tú crees que hemos aprendido a gestionar mejor nuestras emociones después de este año tan difícil, o a decirnos mejor las cosas? ¿O estamos igual o peor que antes?
—Pues no lo sé. Yo, con estas preguntas me suelo acobardar bastante, porque es que no lo sé. No sé qué decirte. Me gustaría decirte que sí…
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—Lo que tú sientas.
— Sí. Es verdad que este año, esta pandemia, ha sido un levantar alfombras total. ¿Qué quiero decir? Que han salido a relucir muchas cosas que están aquí, en nuestras vidas, en nuestros cuerpos, pero estaban tan escondidas, tan tapados en rincones oscuros, tan bajo llave. Y creo que han salido cosas. Han salido problemas, disfuncionalidades en las relaciones interpersonales, también con nosotras mismas, con nosotros mismos.
Hemos levantado alfombras y ahora ese polvo tiene que reposar si no queremos volver a hacer lo mismo, si no queremos volver a tapar todo eso, y hacer como que no está ahí, deberíamos aprender de lo vivido.
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Todo esto ha demostrado que como sociedad nos queda mucho por hacer: los cuidados no están, la conciliación es imposible, cuántas personas sufren precariedad…
Todo lo que estábamos queriendo ocultar ha salido a la luz.
—Y la literatura ha sido una gran aliada durante la pandemia, el confinamiento. ¿A ti te ayudó leer o escribir? ¿Escribiste algo en esta época?
—Al principio del confinamiento, casi no leí. Después, cuando supe lo que estaba por venir, bueno nadie sabíamos, pero sí sabíamos que estaríamos en principio dos semanas en casa, enseguida me ordené y dije: "esto va a ser horrible para la gente, me tengo que ordenar, voy a hacer horarios…"
En realidad, estuve estudiando. Todo el día me lo pasaba estudiando. Hacía un poco de actividad y llevé una vida muy ordenada y muy centrada en los trabajos que tenía que hacer. En el trabajo, los estudios…
—Pero la literatura nos salva de tantos momentos, ¿no?
—Totalmente. Bueno, la literatura a mí me ha salvado la vida. Y no es una exageración. Yo soy escritora y estoy condenada a escribir.
—¿Por qué?
—Desde pequeña no tuve una infancia fácil.
Para mí la literatura fue un iglú, siempre lo digo y se lo digo a las niñas y a los niños. A mí me salvó desde que aprendí a leer. Recuerdo el primer cuento que leí, que nos lo mandaron en la escuela. Recuerdo el primer cuento que escribí, el primer día que nos dijeron "vais a escribir una frase entera", pues escribí siete, escribí un cuento. Creo que estaba predestinada, bueno, no lo sé, en realidad es una palabra desgastada, cursi… pero sí que es algo que tenía que hacer. Y lo he hecho desde siempre, desde que aprendí a escribir, a leer, me he inventado historias; y desde que aprendí a leer no salí de la biblioteca de la escuela. Y leía, y mi madre cuando me tenía que castigar por algo me quitaba los libros.
Toda mi vida era eso y gracias a la literatura yo podía respirar. Porque sentía que no encajaba, que no… Muchas cosas. Entonces, para mí sí que es una salvación.
Con la pandemia, hasta diciembre o así me he estado cuidando mucho, no he salido mucho, y ya no podía más, y mi manera de desconfinarme poco a poco fue ir a charlas, a clubes de lecturas, al teatro… De repente empecé a ver cómo todas las semanas necesitaba esa dosis de cultura, literatura. Yo lo necesito para seguir sobreviviendo.
—Antes hablábamos del amor romántico y el cliché. Es algo impuesto, además, culturalmente, a través de una sociedad patriarcal, sobre todo a las mujeres. Entonces, yo te pregunto: como mujer, mujer joven y como escritora. ¿Cómo puedes enfrentar tú este patrón y ayudar a cambiarlo?
—Buena pregunta. Pues no lo sé. He de decir que cuando escribí esta novela yo no pensaba en hacer como una especie de denuncia al amor romántico, una sátira… es verdad que me salió. Pero es lo que te digo, es que nunca pienso en "voy a hacer esto, voy a hacer lo otro", y mucho menos, yo no pienso que la literatura tenga que estar a merced de un mensaje moralista o una tesis. La literatura, ante todo, tiene que ser libre.
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Para mí, lo primero es aprender, recibir una información que no sea la que hemos recibido siempre, que es tóxica. O sea, desintoxicarnos primero. Es un desaprendizaje constante, es un desarme, es como tener que estar desarmando todas estas voces que llevamos dentro de nosotras que nos automachacan, nos autolimitan, nos mutilan.
Para mí el feminismo no es un punto, no es llegar a un punto, es un camino. Es como la vida, en realidad. El feminismo es andar. Nos caemos, seguimos, aprendemos. Evidentemente, tenemos que tener utopías que nos marquen la dirección, que nos impulsan a seguir adelante, pero nunca vamos a ser completamente libres de los machismos o micromachismos, del pensamiento que nos han metido como por embudo dentro del sistema heteropatriarcal. Por eso creo que el feminismo es un aprendizaje constante. Nunca creo que sé lo suficiente.
—Es una manera de vivir.
—Eso es. Para mí, el descubrimiento del feminismo ha sido terapéutico ante todo. Es que es ideológico, pero también está en nuestros cuerpos, es algo corporal que toca todos los planos de la vida.
—Estamos en un momento importante de apogeo del feminismo, pero también del surgimiento de varias corrientes que nos enfrentan, incluso entre nosotras. ¿Qué opinas de eso?
—Eso es algo que me perturba bastante. Perdemos toda nuestra energía discutiendo entre nosotras.
Para mí, el enemigo no está dentro del feminismo, en las discordancias, en no estar de acuerdo. A veces sí creo que se nos va un poco, perdemos la perspectiva de lo que realmente importa, y es que tenemos que centrarnos más en la educación.
Para mí es brutal ir a institutos y hablar, por ejemplo, de que Maren, una de las protagonistas de una de mis últimas novelas, se siente presionada con dieciséis, diecisiete años, cuando empieza a descubrir el sexo, y se siente presionada por su novio a tener relaciones sexuales.
En la sesión con los alumnos terminamos hablando de que esto es algo que les pasa. ¿Y qué es esa presión? ¿Quién la hace? ¿Quién la sufre? ¿De dónde viene?
La mayoría de la población está dormida, no se da cuenta de esto.
—Alaine, ¿alguna vez has sufrido violencia, machismo, acoso, en tu profesión?
—Ahí te tengo que mencionar a Uxue Alberdi, que es una escritora un poco mayor que yo y para mí fue un referente. Uxue Alberdi ha publicado Jenisjoplin con Consonni. Ha hecho un trabajo en euskera y habla de micromachismos, que al final son violencia.
Y leyéndola descubrí muchos mecanismos con los que me vi identificada.
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Hoy no es 8M y por eso debes leer este artículo
Por ejemplo, el otro día leí a una editora que escribía: "estoy recibiendo emails y cómo se nota la diferencia por el género. Los hombres, con cuánta seguridad nos mandan los originales, y las mujeres siempre están como justificándose por hacerlo".
Y yo lo noto también en mí. Es lo que comentábamos antes. Es que todo esto está en nosotras mismas también. O sea, nos lo hacen y nos lo hacemos.
También te juzgan más. Incluso por la vida que llevo. Es como si fueras territorio público. Incluso con lo que escribo siento esa presión de tener que escribir de una manera. E incluso me ha venido por parte de otras mujeres que me dicen que tendría que escribir una novela de tal o tal modo; y yo eso no lo tolero. A mí que me digan cómo tengo que escribir, eso no. Yo por ahí no paso.
—Tú escribes principalmente en euskera. ¿Crees que eso te limita o te has sentido limitada por eso?
—No. Mi lengua materna es el euskera y no creo que ninguna lengua nos limite. Decía un lingüista que las lenguas no son minoritarias, son minorizadas. Ahí también hay mucha violencia. Yo para nada siento que me limito. Yo escribo en euskera porque pienso, siento en euskera, vivo en euskera, es algo emocional e intuitivo, pero también es una decisión que tomo todos los días. Y siento que además es algo que tiene que ver conmigo, es algo, entre otras cosas, que me define.
Y bueno, de joven, una profesora de castellano me decía: "es que escribes muy bien en castellano, porqué no lo intentas". Tanteé un poco, pero no me siento igual. No siento la misma conexión.
También eres física o estudiaste física… ¿Qué hace una persona de ciencias escribiendo estos libros?
—Bueno, no terminé los estudios. No soy física, sí que estudié varios años. Me maravillé, tuve un profesor que me maravilló. Pero en realidad, yo quería estudiar música, y estudiar las cosas de la vida.
Es como que intento llevar una vida pragmática. Ahora estoy estudiando para ser profesora, pero luego, siempre me doy cuenta de que al final, a mí, por lo menos, la vida me lleva a donde quiere, y tengo como pocas conclusiones que siempre son las mismas. Y son estas: la literatura, la música, las plantas, los animales, las personas que en realidad quiero que sigan a mi alrededor. Me parece importante que tengamos estas cosas claras. Siento que la literatura y la música siempre están aquí, y siempre vuelvo a ellas.
—¿Qué piensas del Día del Libro? ¿Te gusta?
—Sí me gusta y es una faena que por segundo año no podamos celebrarlo como se merece. Es un día bonito porque no les hacemos mucho hueco a los libros en el día a día. En general, cada vez se lee menos, se compran menos libros, hay menos bibliotecas en las casas. Se habla del minimalismo, pero a la vez estamos enganchados al móvil, tenemos mil aplicaciones. Ahí no somos nada minimalistas.
Para mí es necesario mantener estas islas de poder, tener un día al año para cosas como la literatura y recordarnos que la literatura está aquí para salvarnos.
—Tienes 30 años, ya has escrito cuatro libros y más de veinte cuentos infantiles. ¿Qué te gustaría conseguir en tu carrera como escritora?
—Pues mira, es algo que ahora me estoy preguntando mucho.
Qué sería para mí el éxito. Si quiero éxito o no quiero éxito. Y me doy cuenta de que en realidad, no es que no lo quiera, pero para mí lo más importante es la conexión. La conexión con los lectores, con las lectoras, conmigo misma, con las editoriales. Llevaré una vida más o menos ordenada, más o menos pragmática, pero para mí la escritura tiene que ser un territorio salvaje, libre, auténtico de verdad. Tiene que tener sentido.
Para mí tiene sentido cuando yo me permito escribir desde ese lugar, de no pensar en absoluto si va a gustar o no va a gustar, y es algo que cada vez me cuesta más, desconectar. Cuando escribí esta novela, X ha muerto, considero que fui muy libre a la hora de escribir, y ahora me cuesta más conectar conmigo misma y apagar todas esas voces de dónde se va a publicar, qué dirán.
Eso, uno. Y luego, en segundo lugar: quiero llegar a la gente. Para mí es importante construir estos puentes. Es una manera de llegar, y es lo que está pasando con esta novela. Me está escribiendo mucha gente por las redes sociales, que también las acabo de abrir ahora en otoño, no soy muy de redes y no me entero a veces, pero me llegan reseñas, comentarios, hablo con las lectoras, porque al final me interesa, me gusta hablar con ellas y con ellos. Y cuando veo que ha llegado, que ha tocado, que ha levantado alfombras la misma novela, que ha cogido espacio en sus cuerpos… No hay nada mejor.
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